Aunque un sector de la sociedad se oponía al derribo, el gobierno lanzó una campaña para explicar que no se trataba de “borrar la historia” sino de “transformarla”.
Una detonación controlada derribó este viernes el edificio Mónaco, antiguo fortín del fallecido capo Pablo Escobar en Medellín. Sobre sus ruinas, se levantará un monumento para recordar a las víctimas del narcoterrorismo que desangró a Colombia por casi una década.
A las 11H53 locales(16H53 GMT) sonó una alarma y luego un estruendo. Tres segundos después, la antigua morada del exjefe del cartel de Medellín era un montón de escombros. Los bomberos lanzaron agua para contener la nube de polvo blanco provocada por la explosión.
Aunque un sector de la sociedad se oponía al derribo, el gobierno lanzó una campaña para explicar que no se trataba de “borrar la historia” sino de “transformarla”.
Este acto “significa la derrota de la cultura de la ilegalidad (…) Significa que la historia no se va a escribir en función de los victimarios”, dijo horas antes de la demolición el presidente colombiano, Iván Duque, cerca del lugar que, a finales de 2019, se convertirá en el Parque Inflexión.
El espacio de 5.000 metros cuadrados rendirá tributo a las víctimas del “narcoterrorismo”, como se conoce a la guerra sin tregua de los cárteles contra el Estado en los años 80 y 90.
En un espectáculo abierto a 1.600 personas, incluidas unas 300 víctimas y artistas como Juanes y Yuri Buenaventura, los ocho pisos del Mónaco cayeron al piso tras la detonación en la que se utilizaron 275 kilos de indugel.
“Los grandes referentes que tienen que conocer nuestros niños (…) son quienes representaban los valores y no los antivalores”, dijo Federico Gutiérrez, alcalde de Medellín.
Veinticinco años después de la muerte de Escobar a manos de la policía, el esqueleto maltrecho de su antiguo hogar seguía siendo parada obligatoria de recorridos turísticos.
A diario, grupos de curiosos recorrían el búnker blanco deshabitado que el barón de la cocaína había construido en El Poblado, uno de los barrios más exclusivos de Medellín.
Como parte de la iniciativa gubernamental, desde 2018 los visitantes se encontraban con un edificio recubierto de carteles que recordaban a los periodistas, civiles o jueces asesinados por orden del capo.
“Respeta nuestro dolor, honra nuestras víctimas (1983-1994). 46.612 vidas menos”, rezaba uno de los avisos que cobijó el edificio hasta la semana pasada.
El Mónaco era también referente del primer coche bomba detonado en Colombia. En 1988, el cártel de Cali atacó la estructura, con Escobar y su familia dentro. La explosión afectó el oído de la hija del barón de la droga y desató una sangrienta guerra entre cárteles.
El atentado hirió además el ego del narcotraficante, pues los explosivos dañaron sus valiosas colecciones de carros y arte.
“Curiosamente el edificio Mónaco es el único sitio donde Pablo Escobar fue víctima”, explica Alonso Salazar a la AFP, exalcalde de Medellín y autor del libro “La parábola de Pablo”.
“Destruir bienes materiales es relativamente fácil. Lo más complejo que tenemos que hacer es rehacernos como una sociedad donde la legalidad y la ética tengan más fuerza”, agrega.
Al “Da Vinci del crimen”, como lo llamó una de sus víctimas, el exvicepresidente Francisco Santos, secuestrado por el cartel de Medellín, se le acusa de haber instalado en el imaginario colombiano la “cultura narco”.
Como parte de esa lucha contra la sombra del capo, a finales de enero también fue retirada de la Hacienda Nápoles la réplica de la avioneta en la que Escobar transportó su primer cargamento de cocaína a Estados Unidos. Ubicada en el noroeste del país, la extensa finca opera hoy como un parque recreativo.
Pablo Escobar llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo, según Forbes, tras fundar un imperio del crimen y el narcoterrorismo. Murió a manos de la policía durante un intento de fuga en 1993.
Pese a su caída y la de otros barones de la droga, Colombia sigue siendo el principal productor de cocaína y Estados Unidos su mayor mercado.
Desde primera hora de la mañana, las autoridades habían evacuado las viviendas situadas a 100 metros a la redonda del edificio Mónaco. Unas 1.500 personas y 147 mascotas debieron desocupar 638 inmuebles, según el censo oficial.
Para Claudia Hencker, pensionada de 60 años y habitante del sector, “es como lo mismo”, pues si antes los turistas llegaban a ver el edificio de Escobar, en unos meses vendrán a ver el lugar donde estaba el edificio. “Es como gastar una plata inoficiosamente, porque siempre esa esquina va a ser de Pablo”, lamenta.
El costo de remodelar y adecuar el Mónaco ascendía a 11 millones de dólares, mientras que derribarlo y construir el parque necesitaba cerca de 2,5 millones, por lo que la alcaldía descartó una opción distinta a tumbarlo.
En pie siguen, sin embargo, las 443 casas que construyó el capo para las familias que vivían en un basurero de Medellín. Gestos como ese le valieron el apodo del “Robin Hood colombiano” y el reconocimiento de un sector minoritario de la sociedad.