En un estudio que plantea preguntas complejas acerca de la línea entre la vida y la muerte, un grupo de investigadores ha restaurado parte de la actividad cerebral en cerebros de cerdos que habían sido sacrificados.
Los cerebros no recuperaron ningún funcionamiento que sugiriera que estaban conscientes: no hubo señales de algún movimiento coordinado de señales eléctricas, necesario para funciones superiores como la percepción y la inteligencia.
Sin embargo, en un tratamiento experimental, los vasos sanguíneos del cerebro de los cerdos comenzaron a funcionar con el flujo de un sustituto de sangre, y ciertas células cerebrales recuperaron su actividad metabólica e incluso reaccionaron a fármacos. Cuando los investigadores hicieron pruebas con cortes del tejido cerebral tratado, descubrieron actividad eléctrica en algunas neuronas.
El trabajo, publicado en la revista Nature el 17 de abril, es muy preliminar y no tiene implicaciones inmediatas para el tratamiento de lesiones cerebrales en humanos. Sin embargo, la idea de que algunas partes del cerebro quizá puedan recuperarse después de la muerte, según la definición convencional, contradice todo lo que se cree en las ciencias médicas acerca de este órgano y plantea enigmas metafísicos.
“Teníamos líneas claras entre ‘Esto está vivo’ y ‘Esto está muerto’”, dijo Nita A. Farahany, especialista en bioética y profesora de Derecho en la Universidad Duke. “¿Cómo nos explicamos ahora esta categoría intermedia de ‘parcialmente vivo’? No creímos que pudiera existir”.
Durante décadas, los médicos y los familiares en duelo se han preguntado si algún día podrían restaurarse las funciones de una persona que sufrió una grave lesión cerebral debido a un derrame severo o un infarto. ¿Esos cerebros realmente no tienen salvación?
Las nuevas investigaciones exhiben así lo poco que aún sabemos sobre el cerebro lesionado y la llamada muerte cerebral.
“Esto es impresionante”, dijo Jonathan Moreno, especialista en bioética de la Universidad de Pensilvania. “Si alguna vez hubo un tema que mereciera una gran deliberación pública respecto a la ética de la ciencia y la medicina, es este”.
Hasta ahora se ha supuesto que el cerebro decae rápidamente cuando su suministro sanguíneo se acaba. Las células se deterioran y las conexiones entre neuronas colapsan. Los científicos han creído que esos cambios son irreversibles a menos que la sangre se restaure rápidamente.
Los investigadores de la Universidad de Yale adquirieron las cabezas de 32 cerdos que fueron sacrificados para vender su carne. Los científicos abrieron los cráneos y sacaron los cerebros. Cuando comenzó el experimento, los cerebros no habían tenido circulación sanguínea durante cuatro horas y habían estado a temperatura ambiente en ese tiempo.
El equipo desarrolló un sistema llamado BrainEx, que inyecta una solución experimental al cerebro intacto. Los científicos esperan que la tecnología ayude a guiar el camino hacia nuevos tratamientos para derrames, lesiones cerebrales traumáticas y enfermedades como el alzhéimer.
Los científicos bombearon la solución en el cerebro de los cerdos durante seis horas. Esta llevaba oxígeno al tejido y contenía químicos que permitían que los científicos dieran seguimiento al flujo por medio de ultrasonidos.
La solución también contenía químicos cuyo propósito era bloquear las señales nerviosas. Los científicos supusieron que las células cerebrales podrían preservarse mejor —y que sus metabolismos se reiniciarían con más facilidad— si las células no estaban activas.
Sin embargo, los investigadores tampoco querían arriesgarse a que los cerebros recuperaran el conocimiento, por poco probable que pareciera. En caso de que el equipo hubiera visto actividad eléctrica que sugiriera un estado de conciencia, planeaban dar anestésicos a los cerebros y enfriarlos de inmediato para detener el proceso.
Además de los cerebros a los que les aplicaron la solución BrainEx, los científicos también analizaron cerebros que no recibieron infusiones y otros que recibieron infusiones de una sustancia placebo. Ninguno de los cerebros de esos grupos mostró señales de actividad, y sus células se deterioraron:
“No es un cerebro vivo, pero sí es un cerebro con actividad celular”, explicó Nenad Sestan, neurólogo de la Universidad de Yale que encabezó la investigación, acerca del tejido que se reactivó.
“Queríamos probar si pueden restaurarse algunas funciones de las células en un cerebro muerto e intacto”.
Algunas personas que parecían muertas después de una exposición prolongada al frío han sido resucitadas y sus cerebros siguieron funcionando, señaló Sestan. También ha habido pacientes que, después de sufrir un derrame cerebral, pasaron hasta dieciséis horas con un coágulo que bloqueó el flujo de sangre en partes del cerebro, pero que recuperaron la función cerebral en cuanto los médicos eliminaron los coágulos.
Christine Grady, encargada de bioética del centro clínico de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos, que respaldaron la investigación, dijo que el trabajo “permite a los investigadores mapear células y las conexiones entre ellas de maneras que no eran posibles antes”.
La técnica, agregó, podría entonces ampliar el campo de estudio sobre lesiones cerebrales y reparación celular, así como sobre los efectos de las drogas en el cerebro.
Los problemas éticos que plantea la investigación en tejido cerebral reactivado prácticamente no tienen precedentes. Entre ellos están las cuestiones acerca del bienestar de los animales de laboratorio.
¿Cómo decidirán los expertos en ética si el objetivo justifica el sufrimiento posiblemente causado por la investigación a un cerebro “parcialmente vivo”?
Farahany y otros expertos dijeron que, aunque no hubo actividad eléctrica en los cerebros, quizá sea posible restaurarla. No se sabe qué habría pasado si su solución no hubiera contenido bloqueadores nerviosos.
El trabajo también podría tener implicaciones para la donación de órganos.
Stuart Youngner, especialista en bioética y coautor de un artículo de fondo que acompañó el estudio, puso un ejemplo.
En Francia y España cuando una persona tiene un infarto que le quita el flujo sanguíneo al cerebro, los trabajadores del servicio médico de emergencias intentan reanimar el corazón durante aproximadamente media hora.
Si fracasan, los trabajadores de emergencias preservan los órganos por medio de una máquina cardiopulmonar portátil que bombea la sangre por todo el cuerpo. También insertan un catéter con globo para evitar que el bombeo de sangre llegue al cerebro; de esa manera la persona puede ser donadora de órganos, porque el cerebro se considera muerto.
No obstante, Younger preguntó: “Si estuviera disponible algo como BrainEx, ¿por qué no se optaría por eso en vez de intentar donar sus órganos?”.
Pasarán años antes de que sea siquiera posible hacer pruebas preliminares en humanos para la resucitación cerebral, de acuerdo con investigadores. Pero Farahany destacó que sí prevé un día en el que sea una práctica médica estándar.
“Quizá incluso lo veamos en el curso de nuestras vidas”, dijo.