Ya no son tan bienvenidos: una ciudad mexicana culpa a AMLO por los migrantes

Ya no son tan bienvenidos: una ciudad mexicana culpa a AMLO por los migrantes
Migrantes centroamericanos descansando el 18 de abril en su camino hacia el norte a través del estado de Chiapas, en el sur de México - Brett Gundlock para The New York Times

 Al igual que muchos otros habitantes de esa empobrecida región del sur de México, Joaquín Ramírez, agricultor de maíz, emitió su voto con entusiasmo en las elecciones presidenciales del año pasado a favor de Andrés Manuel López Obrador.éxico

No obstante, a menos de cinco meses del gobierno de López Obrador, la visión que tiene Ramírez del presidente ha comenzado a deteriorarse.

Según comentó, eso se debe a las decenas de miles de migrantes de Centroamérica y otros lugares que en meses recientes han hecho paradas en su pequeña ciudad durante su camino a la frontera con Estados Unidos, agotando los recursos del gobierno y la paciencia de los habitantes.

Ramírez culpa de tal flujo a los mensajes y las políticas amistosas hacia los migrantes por parte del presidente.

“Por tratar de hacer un bien, ha hecho mucho daño”, afirmó Ramírez en la plaza principal de Mapastepec. “Parece estar más preocupado por ellos que por su propio pueblo”.

El resentimiento se ha agravado a tal punto que en días recientes los funcionarios locales en el poblado vecino de Huixtla trataron de impedir que entraran a la ciudad dos mil migrantes, declarando una situación de emergencia e instruyendo a los residentes para que cerraran sus tiendas y permanecieran dentro de sus hogares.

Desde hace mucho tiempo, las ciudades aquí en el estado de Chiapas, al sur de México, han sido un apeadero habitual en la ruta migratoria de quienes se dirigen hacia el norte; sin embargo, en octubre pasado algo comenzó a cambiar con la llegada de miles de migrantes que viajaban en grupo, en lo que se conoce ahora como una caravana.

En ese momento, Mapastepec extendió la alfombra de bienvenida y los funcionarios locales desplegaron a todo el personal de la ciudad (aproximadamente trescientas personas) para ayudar a alimentar y cuidar a los migrantes, quienes durmieron en la plaza principal, en las aceras circundantes y en cinco albergues temporales.

No obstante, desde entonces, un flujo constante de caravanas migrantes ha pasado por el lugar y la paciencia de los habitantes se agota poco a poco.

Algunos residentes aseguran que las caravanas han provocado un incremento de delitos. También han causado preocupación los numerosos enfrentamientos entre migrantes y funcionarios del gobierno en Chiapas, como el intento de bloquear el flujo de migrantes hacia la ciudad de Huixtla.

Pero mientras las caravanas han ocasionado una especie de hartazgo respecto a los migrantes a lo largo del trayecto que siguen en Chiapas, algunos habitantes están comenzando a sentir una antipatía incluso más profunda hacia López Obrador.

Este sentimiento se ha generalizado especialmente en días recientes, cuando más de ocho mil migrantes atraviesan el estado, la mayoría de ellos huyendo de la pobreza y la violencia en Centroamérica. Muchos, si no es que la mayoría, tratan de llegar a la frontera norte de México, donde funcionarios locales y grupos comunitarios tratan de resolver la situación de un grupo de personas que llevan tiempo esperando realizar su solicitud de asilo en Estados Unidos.

En Mapastepec el 19 de abril, al menos mil migrantes fueron ingresados a un complejo recreativo que había sido convertido en refugio temporal. Cientos más languidecían en las aceras de la ciudad mientras otros miles se encontraban en camino desde el sur.

Ervin La Parra, un maquinista de Huixtla, aseguró que López Obrador y su administración no han mostrado voluntad alguna de cerrar la permeable frontera sur.

“Simplemente no entiendo por qué siguen dejando que entre tanta gente, así como si nada”, se quejó. “Sus razones son un misterio para mí”.

Aun así, de acuerdo con reportes de las noticias locales, la tarde del 19 de abril, la Policía Federal mexicana, que trabaja junto con funcionarios de migración, detuvo a cientos de inmigrantes de Centroamérica que estaban bañándose en un río a las afueras de Mapastepec. No quedó claro por qué ese grupo de migrantes había sido señalado por la policía.

Los migrantes y sus defensores aseguraron que las políticas migratorias inconsistentes del gobierno mexicano han contribuido a la desorganización y la confusión en el sur de México.

“La falta de información hace que la gente llegue al límite de la desesperación”, afirmó una coalición de organizaciones de derechos humanos y humanitarias en una declaración esta semana. El grupo describió la situación actual en el sur de México como una “crisis humanitaria”.

El gobierno de López Obrador ha estado sometido a una presión insólita por parte de la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, para detener el flujo de migrantes que se dirigen al norte. Trump ha amenazado con cerrar la frontera sur de Estados Unidos si los funcionarios mexicanos no refuerzan sus acciones migratorias.

Ese desafío ha puesto a prueba el objetivo de López Obrador de presentar un rostro más amable y hospitalario hacia los migrantes.

Asumió el poder en diciembre y prometió separarse de lo que llamó el enfoque de su predecesor en lo que respecta a la migración, que estaba más enfocado en mantener el orden público. Las detenciones y deportaciones de las autoridades mexicanas se redujeron durante los primeros tres meses del gobierno de López Obrador, incluso a pesar de que incrementó el flujo de migrantes de Centroamérica y otros lugares.

Su gobierno además ha alojado a las caravanas, permitiendo que los migrantes indocumentados viajen en grupo a través de México prácticamente sin restricciones.

En enero, incluso invitó a migrantes centroamericanos a solicitar una visa humanitaria especial con un año de duración que les permitiría trabajar en cualquier parte de México, y nombró una fuerza especial en la frontera sur para expedir dichas visas, afirmando que se trataría de una política permanente.

No obstante, después de que en solo dos semanas más de trece mil migrantes solicitaron la visa, suspendieron la política.

La promesa de hace aproximadamente tres semanas de comenzar a emitir visas de nuevo fue anulada de manera abrupta esta semana. En lugar de eso, las autoridades afirman que emitirán solo visas temporales regionales que confinan a los migrantes a la zona sur del país, evitando que viajen ilegalmente hacia la frontera estadounidense.

El gobierno mexicano no explicó el cambio en la estrategia, pero esta modificación se ha añadido a la confusión entre los migrantes.

Al parecer las autoridades mexicanas también están reforzando las tareas policiales a causa de la presión del gobierno de Trump. Los funcionarios mexicanos han afirmado que están desplegando un cerco de fuerzas de seguridad en el sur de México para ayudar a controlar la migración no autorizada.

Kelvin López, de 23 años, un migrante hondureño que viaja con su esposa y su hijo pequeño, afirmó que hace varias semanas la familia escapó de San Pedro Sula, Honduras, una ciudad plagada de violencia, con la esperanza de conseguir una visa humanitaria en México.

“Cuando llegamos nos dijeron que el gobierno ya no estaba dando esas visas, así que decidimos continuar hacia el norte sin ningún permiso, arriesgando todo y aguantando el hambre y la inseguridad”, dijo mientras caminaba por la carretera de Huixtla hacia Mapastepec.

Esta semana, la Comisión Nacional para los Derechos Humanos en México criticó al gobierno de López Obrador por la tardanza en procesar las solicitudes de visas y documentos de viaje de los migrantes, pues esos retrasos han contribuido a la sobrepoblación en los albergues para migrantes que son administrados por el Estado.

En Mapastepec, dijo la comisión, los funcionarios del gobierno les dijeron a los migrantes que estaban esperando documentos migratorios que podrían tardar hasta seis meses para completar el proceso del papeleo, lo cual desató “una protesta violenta” que solo pudo ser controlada con la intervención de la policía.

Ramón Alfredo Nolasco, un migrante hondureño, dijo creer que los migrantes “han sido engañados” por el gobierno.

“Nos dicen que mañana llega, y luego que al día siguiente y no pasa nada”, afirmó Nolasco, quien lleva un mes esperando una visa de trabajo. “Solo queremos salir de aquí, pero dicen que nos detendrán si nos marchamos”.

Los disturbios en el campamento para migrantes de Mapastepec se han sumado a una creciente molestia entre los residentes de esta y otras ciudades de Chiapas que en los últimos meses han servido como estaciones de paso para las caravanas.

“No todos están aquí buscando trabajo o mejores oportunidades”, afirmó Dora Luz García Cruz, una vendedora de comida en Mapastepec. “Constantemente tenemos miedo de que haya una pelea o un enfrentamiento con la policía”.

Cuando en días recientes los policías municipales de Huixtla intentaron bloquear el paso a dos mil migrantes para evitar que entraran a la ciudad, algunos miembros de la caravana atravesaron el cerco policiaco por la fuerza y pasaron la noche en el centro de la ciudad.

“La gente simplemente está cansada de que ocasionen un desastre”, comentó Jonathan Soto, de 26 años, un habitante de Huixtla.

No obstante, al parecer muchos migrantes ni se inmutan por el resentimiento creciente de los habitantes hacia ellos.

Nelson Chirino, un migrante hondureño que viajaba con su hijo de 11 años, aseguró que estaba decidido a llegar a Estados Unidos, a pesar de que se les acabó el dinero y viajan sin la documentación apropiada.

“No podemos detenernos”, dijo. “Debemos seguir adelante y jamás mirar atrás, jamás”.

Paulina Villegas colaboró con este reportaje desde Mapastepec y Kirk Semple, desde Ciudad de México.

 

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