Marco Trungelliti protagonizó una de las historias optimistas de Roland Garros en 2018.
PARÍS —De último minuto quedó disponible un lugar en el cuadro principal para algún jugador que hubiera perdido en la ronda clasificatoria previa del torneo; una modalidad conocida como lucky loser, o perdedor afortunado. Trungelliti, quien tenía en ese momento el puesto 190 de la clasificación mundial de tenis, aseguró ese lugar en la competencia. Para ello tuvo que volver apurado en auto a París desde Barcelona, con su madre y abuela de 88 años en el asiento trasero. Cuando derrotó sorpresivamente a Bernard Tomic en la primera ronda, los periodistas clamaron para escuchar la historia de su viaje de mil kilómetros.
A mediados de mayo, Trungelliti estaba de vuelta en París. Esta vez iba solo y estaba destruido, física y emocionalmente, después de un año en que fue condenado al aislamiento y al ostracismo. Dijo que supo que su recepción en el Abierto de Tenis de Francia este año no sería tan cariñosa como la del año anterior cuando leyó un tuit que decía algo como: “El soplón viene a París”.
Antes de aquel viaje de Trungelliti de regreso a París, el año pasado, a un compatriota suyo lo habían mandado a casa: Nicolás Kicker, quien tenía el puesto 84 del ranking, había sido condenado por arreglar partidos. Kicker es el jugador con mayor rango de la clasificación en ser declarado culpable de una falta como esa. Lo suspendieron por un mínimo de tres años. Semanas después, otros dos tenistas argentinos —Federico Coria y Patricio Heras— también fueron suspendidos por casos relacionados con el amaño de partidos.
Los tres fueron castigados, en parte, debido al testimonio de Trungelliti.
Su papel como informante fue dado a conocer porque la Unidad de Integridad del Tenis (TIU por su sigla en inglés), que supervisa el deporte, no ocultó su identidad durante las audiencias de los jugadores acusados. Trungelliti dijo que, cuando se supo de las suspensiones, muchos en la comunidad argentina de tenis empezaron a distanciarse de él.
“Los otros jugadores ya no me daban la mano, no me miraban a la cara”, dijo en una entrevista en París. “Lo mismo con un par de entrenadores”.
Trungelliti quedó embrollado en los casos en 2015, cuando —tal como lo exigen las reglas anticorrupción del tenis— reportó a la TIU una oferta de un hombre que lo contactó en Facebook.
“Obviamente me pidió que no dijera nada, pero no puedo porque odio esto”, escribió Trungelliti en su reporte inicial a la TIU.
Sus tres compatriotas también fueron contactados por una de las personas que se acercó a Trungelliti (Coria no fue acusado de amañar un partido, sino de no reportar que se acercaron a él).
“Me enviaba mensajes de su teléfono personal”, dijo Trungelliti. “Era el mismo con el que contactó a Kicker, Coria y Heras. Fue muy estúpido”.
Un estudio realizado por un grupo de trabajo independiente a lo largo de tres años concluyó en 2018 que había un “tsunami” de partidos amañados en los niveles más bajos del tenis profesional, en donde Trungelliti había jugado la mayor parte de su carrera.
Antes de convertirse en un paria, Trungelliti pensaba que había más jugadores que, como él, seguían los protocolos anticorrupción. (Seis jugadores, incluido Coria, fueron condenados en 2018 por no reportar una propuesta para arreglar partidos).
“Ahora me doy cuenta de que no era así”, dijo. “Algunas veces puedo entenderlo, pero no lo acepto. Porque mientras te quedes callado estás permitiendo que ese sistema sobreviva. Lo sigues alimentando”.
Hubo quienes supusieron que Trungelliti había cooperado con la investigación porque la TIU tenía evidencia en su contra, o porque le habían pagado a cambio de la información. Él rechazó ambas acusaciones y repetidamente le pidió a la TIU que limpiara su nombre, pero esta declinó hacerlo durante meses.
“En ese momento yo esperaba que la TIU o alguien dijera algo, pero no”, dijo Trungelliti. “Y solo se hizo más grande y más grande y más grande”.
Como se sentía cada vez más incómodo entre sus paisanos, Trungelliti, quien ahora vive en Andorra, no acudió a los eventos en América Latina del tour categoría Challenger, en donde usualmente habría jugado al final de la última temporada.
El tenista describió por primera vez su participación en el caso y el trato que posteriormente recibió en febrero, en una entrevista para el diario argentino La Nación.
Dijo que incluso después de eso sintió poco apoyo en el mundo del tenis. Sergiy Stakhovsky, el representante del consejo de jugadores de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) para el rango en el que juega Trungelliti, respondió a un artículo sobre Trungelliti con este comentario: “Es delgada la línea entre informante y soplón, todo depende de quién sea el juez”.
Para mayor angustia de Trungelliti, hasta ahora ningún jugador, particularmente ninguno de los que podrían ser influyentes, han condenado públicamente el juicio expresado por Stakhovsky. En Roland Garros, Stakhovsky rechazó una solicitud de entrevista y tampoco respondió a una pregunta sobre Trungelliti.
“Volvemos a estar en la misma situación con el silencio, el silencio, el silencio”, dijo Trungelliti. “Mientras sigamos así, esto no va a cambiar. A menos que el mundo no quiera que cambie. Tal vez esa es la otra opción: les parece bien que el sistema de corrupción funcione al mismo tiempo que el que supuestamente es el buen sistema”.
El 1 de mayo, cuatro días después del comentario de Stakhovsky, el TIU publicó un comunicado en el que decía que condenaba “el tratamiento recibido por el señor Trungelliti y quisiera dejar constancia de su apreciación por su apoyo y respeto total al Programa Anticorrupción del Tenis”. También aclaró que no se le había investigado ni pagado a cambio de la información que proporcionó.
El tour Challenger es tierra fértil para amañar partidos, según reconocen Trungelliti y otras personas, porque los premios en efectivo son modestos y los gastos pueden ser muy elevados. Para los jugadores que batallan con su situación financiera, una oferta de decenas de miles de dólares para amañar un solo partido puede ser muy atractiva.
Trungelliti, quien actualmente está en el puesto 139, dijo que si dejara de jugar en este momento, no tendría prácticamente nada de dinero acumulado por su carrera. Su perfil en la página de la ATP muestra que ha ganado 847,612 dólares desde que es profesional, pero afirma, frustrado, que los gastos que ha tenido que hacer —para el entrenamiento, los viajes y el equipo— son menos conocidos.
“Recuerdo cuando estaba en el puesto 300 o algo así, fui a una clínica en mi ciudad y un chiquito de unos 8 años vino y me dijo: ‘¿Me podés dar tu raqueta?’”, dijo Trungelliti. “Le dije que no. Dijo: ‘¿Porqué? Tenés mucho dinero. ¡Deberías dármela!”.
“La gente cree que tengo mucho dinero cuando la realidad es muy distinta”.
El dinero, sin embargo, no es la única razón que Trungelliti ofrece para explicar por qué el nivel Challenger se ha vuelto tan susceptible a la corrupción. Observó que el tour femenino, que ofrece incluso menos dinero en premios, también tiene menos amañamiento de partidos.
“Tal vez las chicas son mejores que nosotros”, dijo, con una risa. “Es la única forma de pensarlo: Si ellas necesitan más dinero que nosotros y no arreglan los partidos, aquí el problema principal es la ética en el tenis varonil”.
Este año en la ronda de clasificación en Roland Garros, cuando perdió en primera ronda, Trungelliti dijo que su dolor de espalda se agravó debido al estrés que sentía.
“Ahora comprendo por qué no hay más gente que reporta”, dijo.
Mark Harrison, vocero de la TIU, dijo el 30 de mayo que había una “excelente cooperación” con la unidad por parte de los jugadores, funcionarios y otros al reportar sospechas o conocimiento de hechos de corrupción. Dijo que la situación de Trungelleti era “excepcional”.
“La gran mayoría de las personas que apoyan nuestro trabajo no resultan afectadas del modo que él ha sido afectado”, dijo Harrison.
Leonardo Mayer, tenista argentino colega de Trungelleti, dijo que esperaba que más personas apoyaran a su colega porque “no es fácil estar en sus zapatos”.
“Es muy difícil dar una opinión al respecto, pero creo que lo que él hizo es lo que cualquiera debería hacer”, dijo Mayer. “Es muy difícil hacer lo que él hizo, porque hay que ser muy valiente”.
Trungelliti dijo que a veces no sabia por qué seguía jugando un deporte que le ha dado poco más que angustia, pero comentó que espera que su experiencia ayude a mejorar el camino para otros.
“Alguien puso en Twitter que fue un suicidio profesional hacer un reporte”, dijo. “Pero yo no tengo problema, porque para mí estaba claro: mataría mi carrera setecientas veces antes que ser parte de ese sistema. Para muchos jugadores parece ser completamente lo opuesto”.
“Al final, en algún momento hay que decidir: eres parte del sistema o no lo eres. Yo elegí lo que era obvio para mí; no había ni uno por ciento de probabilidad de que tomara el otro camino. Pero pensé que iba a ser muy diferente. No me arrepiento. Solo pensé que sería diferente. Y ahora ya sé que estoy solo”.