Las trampas mortales que persisten después del infierno en la Torre Grenfell

Las trampas mortales que persisten después del infierno en la Torre Grenfell
Grenfell Tower, un cascarón de cara ennegrecida aproximadamente un mes después de su incendio, y un memorial improvisado para las víctimas en una torre cercana, en Londres, el 1 de julio de 2017. Ahora, en 2019, dos años después de que el infierno del edificio Grenfell en Londres murieran 72 personas, cientos de edificios de apartamentos de gran altura en Inglaterra permanecen envueltos en revestimientos inflamables, y las normas de seguridad cambian muy poco. (Andrew Testa / The New York Times)

Cuando las cosas salen mal, quienes están en el poder prometen remediarlo. ¿Lo hacen realmente? Este texto es parte de una nueva serie en la que The New York Times vuelve al escenario de grandes noticias para verificar si las promesas fueron cumplidas.

LONDRES — Cuando el fuego inició en la Torre Grenfell en Londres, las llamas se elevaron a través de la estructura de veinticuatro pisos a una velocidad sorprendente, lo que causó la muerte de 72 personas en el incendio más mortífero en una vivienda que haya habido desde la Segunda Guerra Mundial.

La indignación se esparció rápidamente cuando los británicos se enteraron del revestimiento barato que envolvía la torre y que la había convertido en una trampa mortal. La primera ministra Theresa May prometió a una nación enfurecida que “se haría todo lo posible” para asegurar que este desastre nunca se repitiera.

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Casi dos años después del incendio de Grenfell, en junio de 2017, esto es lo que descubrimos de los esfuerzos del gobierno, que ha dejado a decenas de miles de personas en riesgo:

— Aproximadamente dieciséis mil apartamentos privados todavía tienen el tipo de revestimiento exterior que propagó el incendio de Grenfell.

— Los propietarios se sienten atrapados al estar en polvorines que no pueden vender, y algunos residentes se han sentido obligados a unirse a equipos de patrullaje día y noche en sus edificios y a estar siempre en guardia para identificar cualquier posible chispa u olor a humo.

— El gobierno sí se movilizó rápido para retirar el peligroso revestimiento de las torres de viviendas públicas, pero los habitantes de alrededor de 8400 apartamentos públicos siguen esperando una reparación completa.

— Muchas de las normas flexibles con las empresas que permitieron que Grenfell se construyera con materiales baratos siguen vigentes, a pesar de la promesa de reconsiderarlas por completo.

— El gobierno ha tardado en encargarse de otros tipos de revestimientos inflamables que pueden estar poniendo en riesgo al menos otras 340 torres de apartamentos.

Un año antes del incendio, los contratistas volvieron a revestir la Torre Grenfell con un tipo de paneles de aluminio de bajo costo. Ese revestimiento se prohibió en Estados Unidos y en muchos países europeos debido a que, en caso de incendio, permite que las llamas se esparzan con rapidez.

Sin embargo, las normas británicas en materia de construcción fueron más permisivas. Siempre y cuando la superficie del revestimiento —el aluminio— fuera no inflamable, lo que hubiera en su interior no era tan importante. En este caso, esto significaba una capa intermedia de plástico que equivalía a una capa de combustible solidificado.

La intensidad aumentó por el calor que provenía del revestimiento y del aislante en llamas, y del aire que pasaba entre ellos.

Capas del muro

CAVIDAD, MURO VIEJO, PÁNELES DE REVESTIMIENTO, CON PLÁSTICO, La intensidad del fuego aumentó por la combinación del calor radiante que provenía del revestimiento y del aislante en llamas, y del aire que pasaba rápidamente por el espacio entre ellos.

Capas del muro, Un efecto chimenea, AISLANTE, CAVIDAD, — radiante que provenía del revestimiento y del aislante en llamas, y del aire que pasaba rápidamente por el espacio entre ellos.

Cuando el incendio de Grenfell comenzó luego de que un refrigerador explotó en uno de los pisos inferiores, la capa de plástico prendió fuego y las llamas salieron por un lado del edificio, lo que causó la muerte de muchos residentes. En poco tiempo, el edificio de vivienda pública quedó reducido a cenizas y su cascarón quemado todavía se alza sobre Londres.

Para muchos, el desastre fue una denuncia de la cruzada de desregulación que inició hace varias décadas en el Reino Unido.

Siguiendo los pasos de Margaret Thatcher, los gobiernos británicos subsecuentes redujeron cientos de páginas de normas de construcción detalladas a estándares mucho menos precisos; dejaron que compañías privadas se hicieran cargo de los trabajos de inspección y luego, a mediados de la década de los 2000, permitieron el uso de revestimiento inflamable mediante pequeños cambios a los lineamientos, según dicen los expertos.

El incendio de Grenfell fue visto como un parteaguas. Los funcionarios de alto nivel prometieron cambios importantes. El comisionado de la Brigada contra Incendios de Londres, Dany Cotton, lo llamó un “punto de inflexión” en la estrategia de la nación para construir con seguridad.

Los inspectores comenzaron a buscar edificios de apartamentos de muchas plantas con recubrimiento similar al de Grenfell. Encontraron 433 y ordenaron el retiro del material inflamable.

No obstante, para abril de este año, se habían hecho cambios en menos de cien de los edificios que se ordenó reparar, y 338 de ellos todavía tienen revestimiento inflamable de aluminio. Vivir ahí ha sido un tormento diario.

“Si una piensa en eso todo el tiempo, se vuelve loca”, dijo Rachel Guy, cuyo edificio de diez pisos de propiedad privada en el sur de Londres está parcialmente recubierto del mismo material inflamable de aluminio y plástico que se usó en Grenfell. “Estás viviendo en un edificio que es fundamentalmente inseguro”.

Un bombero le dijo a Guy que en caso de incendio las llamas podrían escalar el edificio hasta llegar al último piso en siete minutos. A ella le preocupó que su madre, de 81 años, no podría bajar las escaleras.

El gobierno enseguida destinó 400 millones de libras, o 523 millones de dólares, para ayudar a las autoridades locales a retirar el revestimiento de aproximadamente 150 edificios de vivienda pública. Ese trabajo se está llevando a cabo, aunque a un ritmo mucho más lento del que muchos habrían esperado: se han arreglado una tercera parte de los edificios, la mitad están a medio reparar y en casi todos los demás hay planes de mejoras en curso.

No obstante, nadie quiso pagar para retirar el revestimiento de los edificios privados.

En Inglaterra, la mayoría de los apartamentos privados se rentan a largo plazo, y el edificio es propiedad de un “propietario absoluto”, por lo general un grupo de inversión. Las leyes dificultaron que los residentes o el gobierno pudieran responsabilizar a los propietarios por el revestimiento.

De hecho, los propietarios de edificios privados como el de Guy estaban presionando a los residentes para que pagaran por cambiar el material. La factura en su edificio ascendía a las 70.000 libras (89.000 dólares) por piso, una cantidad impagable para muchos.

En general, no han sido torres de apartamentos de lujo los que han tenido que asumir el costo del revestimiento inflamable, sino edificios llenos de personas que compraron por primera vez una vivienda, jubiladas, gente de la clase trabajadora e inmigrantes.

“No he visto 20.000 libras desde que me apreté el cinturón y ahorré para comprar mi propiedad”, mencionó William Martin, estudiante de Medicina de la Universidad de Sheffield a quien le dijeron que cada apartamento tenía que pagar esa suma (unos 25.200 dólares) para arreglar el revestimiento de su edificio. “Mi edificio todavía está recubierto del material más peligroso conocido por el hombre, si se tiene en cuenta lo que ocurrió en Grenfell”.

Incapaz de vender o rehipotecar su propiedad, agregó: “Simple y llanamente, estoy atrapado en esta pesadilla”.

El estrés financiero y psicológico ha cobrado una factura importante. Una encuesta que llevó a cabo una coalición de inquilinos afectados reveló que una gran cantidad de gente afirma que siente ansiedad a diario. Sus hogares, antes refugios, comenzaron a sentirse como jaulas.

Después de que no lograron convencer a los propietarios de los inmuebles de pagar por la reparación del revestimiento, este mes, el gobierno destinó 254 millones de dólares para esos trabajos.

El rascacielos de Guy está cubierto de un entramado de materiales inflamables, no solo del material de Grenfell.

Entre los materiales encontrados, hay uno especialmente peligroso, una variedad muy conocida llamada laminado de alta presión (HPL). Este material emite más humo y se incendia todavía más rápido que el revestimiento de aluminio.

“Nadie se dio cuenta”, explicó Richard Hull, profesor de ciencia de incendios en la Universidad del Centro de Lancashire. “Es más probable que la próxima tragedia tipo Grenfell ocurra en un edificio revestido con HPL porque hay muchos más edificios revestidos con este material y no se han tomado medidas para hacer algo al respecto”.

Está prohibido usar HPL en los edificios nuevos, pero el gobierno lo dejó en los existentes.

Además, el HPL no es el único revestimiento que causa preocupación. Un fabricante de aislante, Rockwool, ha calculado que 340 complejos de edificios construidos recientemente tienen algún tipo de recubrimiento inflamable diferente al de Grenfell.

El gobierno afirma que el mes pasado comenzaron pruebas a los distintos tipos de revestimiento peligrosos como el HPL, pero los expertos han manifestado su preocupación sobre la confiabilidad de las pruebas.

Katie Peate vive en un edificio en Mánchester cubierto de revestimiento de madera y un sistema aislante que se les dijo a los residentes que era más combustible que el de Grenfell. La propietaria del edificio quiere que los residentes paguen las reparaciones, a un costo de hasta 80.000 libras (más de 100.000 dólares) por apartamento. El fondo del gobierno no cubre nada de esto.

Además de las torres de apartamentos, más de 1300 edificios vulnerables como hospitales, centros de asistencia para personas de la tercera edad, escuelas y hoteles tienen exteriores inflamables, según cálculos de Rockwool, pero están exentos de tener que retirarlos debido que no tienen muchas plantas.

“La gran preocupación ahora es que el gobierno vaya a pensar que el trabajo ya está hecho”, afirmó Peate. “No se dieron cuenta de que abrirían una caja de Pandora”.

Grenfell dejó al descubierto un sistema inoperante de seguridad inmobiliaria, en el que las normas de construcción laxas dejan a los desarrolladores “en una carrera hacia el abismo”, según una revisión ordenada por el gobierno que se llevó a cabo después del desastre.

May sostuvo en su discurso de renuncia del 24 de mayo que la respuesta del gobierno a Grenfell fue uno de los más grandes logros de su mandato.

No obstante, otros opinan distinto, como el sindicato de bomberos, que afirma que es una “desgracia” que May haya celebrado esfuerzos que no han hecho nada por modificar las normas de construcción laxas y que han dejado a decenas de miles de personas en riesgo.

Las recomendaciones de la revisión regulatoria, presentadas al parlamento hace un año, decepcionaron a muchos expertos en seguridad que habían visto esta como una oportunidad de oro para una reforma radical.

No se recomendó instalar rociadores en los edificios altos existentes ni en los edificios nuevos de menos de diez pisos. Tampoco se pidió que haya nuevas reglas en lo que respecta a las escaleras de seguridad alternas para escapar de las llamas, que, en muchos casos, siguen siendo opcionales. Además, la prohibición gubernamental del uso de recubrimientos similares al de Grenfell solo es aplicable en edificios por encima de los 18 metros, o unos seis pisos.

Para muchos expertos en seguridad contra incendios, estas fueron decisiones desconcertantes, ya que señalan una incapacidad —o falta de disposición— para reformular el paisaje regulatorio de manera que la seguridad esté por encima de los costos.

“El objetivo principal del gobierno siempre ha sido evadir la culpa por lo ocurrido en Grenfell”, declaró Jonathan Evans, director ejecutivo de Ash and Lacy, un fabricante de sistemas de revestimiento. Escribir normas estrictas nuevas, dijo, habría sido admitir la culpa por las anteriores que permitieron la proliferación de recubrimientos como el de Grenfell.

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