Los dueños de perros tienen cuatro veces más probabilidades de cumplir con las recomendaciones actuales sobre actividad física que otras personas, de acuerdo con una nueva investigación a gran escala sobre perros y ejercicio.
El estudio, que incluyó a cientos de hogares británicos, indica que poseer un perro puede influir de manera notable en cuánto ejercicio hace la gente. Sin embargo, a la vez plantea preguntas sobre por qué algunas personas nunca sacan a pasear a sus mascotas ni hacen ningún otro tipo de ejercicio o si cualquiera de nosotros deberíamos tener un can solo para motivarnos a salir a caminar.
La mayoría de las personas que vivimos con perros, incluyéndome, sabemos que ellos son felices cuando salen a deambular por caminos, veredas y aceras. También sabemos lo que es lidiar con su evidente desánimo cuando nuestras fechas límite de entrega y otros problemas interfieren con sus paseos.
A pocos de nosotros nos sorprendería el hecho de que estudios anteriores han mostrado que existe una relación entre tener un perro e ir a caminar con frecuencia. Sin embargo, muchos de esos estudios han sido pequeños y han dependido exclusivamente de los recuerdos a veces poco confiables de las rutinas de ejercicio de las personas. Tampoco han analizado si sacar a caminar a una mascota podría desplazar otro tipo de actividad física, lo cual significaría que los amos no estaban haciendo más ejercicio, en total, que otras personas, sino que solo se ejercitaban más en compañía de su can.
Esas cuestiones motivaron hace poco la decisión de científicos del ejercicio de la Universidad de Liverpool y otras instituciones de llevar a cabo una de las comparaciones más integrales que ha habido a la fecha entre personas con y sin mascotas respecto a la frecuencia y la manera de ejercitarse, si es que lo hacen.
Así que, para el nuevo estudio, que se publicó en abril en Scientific Reports, primero se dirigieron a un vecindario cerca de Liverpool y comenzaron a hacer preguntas a las familias de la zona sobre sus vidas y mascotas. Los investigadores se concentraron en una sola comunidad, para que todos los involucrados compartieran más o menos el mismo entorno local con un acceso parecido a aceras, parques u otras facilidades que podrían incidir en sus rutinas de ejercicio.
Al final contaron con casi 700 participantes de 385 hogares de la zona, de los cuales la mitad estaba conformada por mujeres y casi todas las personas eran de mediana edad, aunque también participaron unos 70 niños. Alrededor de un tercio del total poseía un can.
Los científicos les pidieron a todos en estos hogares, incluyendo a los niños, que respondieran un extenso cuestionario sobre qué tanto y cómo se ejercitaban cada semana. Además, a algunas familias les dieron monitores para rastrear su actividad y les pidieron a todos los integrantes que los usaran durante una semana mientras hacían sus ejercicios como acostumbraban.
Después reunieron y compararon los datos.
Quedó claro inmediatamente que la gente con perros caminaba con más frecuencia que las personas sin ellos, dice Carri Westgarth, catedrática de interacción entre humanos y animales en la Universidad de Liverpool, que estuvo a cargo del estudio.
En general, de acuerdo tanto con los cuestionarios como con los monitores de actividad, la mayoría de los dueños de perros pasaban casi trescientos minutos cada semana sacándolos a pasear, es decir, caminaban unos doscientos minutos más a la semana que la gente que no tiene.
Debido principalmente a estos paseos, la mayoría de los propietarios de perros cumplían o excedían las recomendaciones estándar de ejercicio para mantenerse saludables, las cuales piden al menos 150 minutos de ejercicio moderado a la semana.
Más inesperado es que los dueños también pasaban un poco más de tiempo trotando, andando en bicicleta y yendo al gimnasio sin sus canes, lo cual indica que sacar a pasear a Firulais no había desplazado otras actividades de sus vidas.
La influencia de los animales también se extendió a los pequeños, descubrieron los científicos. Los niños cuyas familias tenían un perro caminaban unos cien minutos cada semana y jugaban y retozaban con sus mascotas otros doscientos minutos más, por lo que eran considerablemente más activos que los niños de hogares sin canes.
Sin embargo, para sorpresa de los investigadores, también había una pequeña porción de personas que jamás sacaba a pasear a sus mascotas, la mayoría eran mujeres, jóvenes y sanas.
En general, los resultados indican que la gente con perros es físicamente más activa que la gente que vive sin ellos, afirma Westgarth.
No obstante, los hallazgos también muestran que los dueños de perros pueden seguir siendo personas sedentarias y que las razones de ello deberían estudiarse, sostiene. Las mujeres en este estudio quizá estén preocupadas de poder controlar a sus animales o de su propia seguridad al andar en la calle, o quizá simplemente no les guste caminar.
Si se va a promover tener un perro como una manera de aumentar el ejercicio, esas preocupaciones deben ser reconocidas, comprendidas y tratadas, explicó.
Desde luego, este tipo de estudio observacional no puede decirnos si poseer dicho animal en realidad hace que la gente se mueva más, o si es que las personas activas suelen tener perros. El estudio tampoco consideró las diferencias en el tamaño de las mascotas, las razas, el temperamento o el entrenamiento y si estas inciden en las ganas de los dueños de sacarlos a pasear, aunque los investigadores planean analizar estas cuestiones en estudios futuros.
Por ahora, dice Westgarth, no le aconsejaría a nadie comprar un can solo con la esperanza de que, como si de un Fitbit peludo se tratase, nos incite a movernos.
“Un perro no es una herramienta para hacernos más activos físicamente”, dice. “Pero si sientes que tienes el tiempo, el interés y las finanzas para asumir la responsabilidad de ser dueño de un perro, entonces son el perfecto aliciente para salir a caminar cuando quizá te habrías inventado excusas para no hacerlo”.