El ministro de Turismo hizo una mueca al leer las causas de muerte en las autopsias del creciente número de estadounidenses fallecidos recientemente en la República Dominicana: ataque al corazón; choque séptico; neumonía.
SANTO DOMINGO —Más acostumbrado a inauguraciones y cortes de listones que a encargarse del alboroto en torno a los estadounidenses que aparecen muertos en sus habitaciones de hotel, el ministro, Fernando Javier García, insistió en que las autoridades no tenían nada que esconder.
“No hay ningún misterio de ningún tipo con respecto a ninguna de estas muertes”, dijo García, incluso al reconocer que el FBI estaba investigando lo que le había sucedido a una pareja de Maryland que fue encontrada muerta en su habitación del hotel todo incluido La Romana el 30 de mayo.
El intrigante episodio ayudó a iniciar la crisis que ahora rodea a la industria del turismo en la República Dominicana, un pilar de la economía de ese país caribeño que da trabajo a 300.000 personas. Al menos nueve turistas estadounidenses han muerto en el país en el último año y de manera separada han surgido reportes de estadounidenses que han sido víctimas de ataques en centros turísticos dominicanos. Juntas, estas tendencias arrojan una luz poco favorable sobre los procedimientos de seguridad y respuestas erróneas a algunos incidentes que involucran a turistas, incluso en aquellos casos en los que las víctimas parecen haber muerto de causas naturales.
En respuesta a las alarmas de los parientes de los estadounidenses fallecidos, los funcionarios dominicanos aseguran que el número de muertes en meses recientes no es mayor a lo que se esperaría estadísticamente en un país que dos millones de estadounidenses visitan cada año.
El gobierno de Estados Unidos, que tiene una notable influencia en la República Dominicana a diferencia de otros lugares del Caribe y América Latina, parece apoyar la opinión de que la alarma en torno a las muertes puede ser exagerada.
“No hemos visto un aumento en la cantidad de muertes de ciudadanos estadounidenses reportados al departamento”, dijo un funcionario del Departamento de Estado que no tenía autorización para dar su nombre.
De las nueve personas provenientes de Estados Unidos que han muerto en la República Dominicana en el último año, se ha reportado que cinco perecieron debido a condiciones cardiacas, incluida una cuya familia dijo que no consideraban que se trataba de una muerte sospechosa. (Los problemas cardiovasculares representan casi la mitad de todas las muertes de turistas estadounidenses que fallecen en el extranjero, de acuerdo con los Centros para el Control de Enfermedades).
Se reportó que otras tres personas, incluida la pareja de Maryland, tenían problemas respiratorios y la familia de un hombre dijo que se enfermó y murió después de beber whisky del minibar de la habitación del hotel, a pesar de que las autoridades dominicanas dicen que su muerte fue causada por choque séptico, falla multiorgánica generalizada y neumonía.
Con los últimos reportes, la industria turística de la República Dominicana y su intento de atraer vacacionistas a sus colosales hoteles todo incluido está bajo el escrutinio internacional. Estos complejos palaciegos a menudo combinan la ostentación, el contacto mínimo con las comunidades locales y una abundancia de oportunidades para el exceso.
En uno de los complejos turísticos donde dos estadounidenses murieron, el Hard Rock Hotel y Casino en Punta Cana, una suite para dos personas cuesta unos 500 dólares por noche. Por ese precio, quienes se hospedan ahí comen, beben y apuestan todo lo que quieren, juegan golf, waterpolo o con pistolas láser, e incluso pueden vivir la fantasía de ser una estrella de rock que destruye guitarras, todo sin abandonar los confines del complejo turístico.
A pesar de la preocupación por las muertes recientes, no faltaban huéspedes en el Hard Rock la semana pasada. Familias brasileñas conversaban en portugués mientras comían solomillo en el bufé de un asado. Apostadores que hablaban en ruso probaban suerte en las mesas del casino cerca de una gran limusina adornada con lentejuelas que alguna vez usó Madonna.
Las personas dominicanas que trabajan en el hotel atendían en inglés a los huéspedes mientras personas haitianas se encargaban de los impecables jardines afuera. Había estadounidenses y canadienses que sorbían vasos de cerveza Presidente en el desayuno, en una palapa frente a la playa.
“Si una cosa sé es que no hay que guiarse por el miedo”, dijo Marc Purcell, de 46 años, un socio financiero de Toronto que estaba en el hotel Hard Rock con su esposa para asistir a una boda. Dijeron que era su cuarto viaje a la República Dominicana. “Nos la estamos pasando increíble y planeamos volver”, dijo él.
Paola Rainieri, presidenta de la Asociación de Hoteles Dominicanos, les dijo este mes a los periodistas que las muertes eran “casos aislados” y aseguró que el país es un “destino seguro” para quienes lo visitan.
Aun así persiste una sensación de alarma debido a los estadounidenses que han encontrado muertos quienes trabajan en los hoteles, no solo en el Hard Rock sino en distintos complejos turísticos en distintos puntos de la República Dominicana, a tal punto que el FBI ha enviado un pequeño equipo al país para apoyar a los investigadores locales con las pruebas toxicológicas.
Los investigadores del FBI específicamente examinan el caso de la pareja de Maryland, Nathaniel E. Holmes y Cynthia A. Day, quienes fueron encontrados sin vida en su habitación del Grand Bahia Principe en La Romana el 30 de mayo. Otra estadounidense, Miranda Schaup-Werner, de 41 años, de Allentown, Pensilvania, murió en el mismo complejo turístico el 25 de mayo. Las autopsias mostraron que la muerte de la pareja de Maryland fue resultado de una falla respiratoria causada por edema pulmonar (fluido en los pulmones). Pero los intentos para explicar qué había sucedido pronto resultaron confusos. Se encontraron varios empaques de medicina en su cuarto. El vocero del Ministerio de Salud Pública, Carlos Suero, le dijo a Fox News que Holmes murió primero y que Day murió después “probablemente de la impresión de ver muerta a la persona junto a ella”.
Mientras seguían acumulándose preguntas, García, el ministro de Turismo, dijo en una entrevista que las autoridades seguían investigando cuidadosamente las muertes en La Romana y que tomaría entre treinta y cuarenta días completar informes integrales de toxicología.
Mientras tanto, investigadores que estudian la exposición humana a pesticidas y otros químicos dijeron que la muerte de la pareja de Maryland —en la misma habitación, la misma noche— aumentan las probabilidades de que hayan muerto por envenenamiento u otro factor ambiental.
“Algunos de los primeros casos parecían ser consistentes con envenenamiento por organofosforados”, dijo Dana B. Barr, profesora de la Escuela Rollins de Salud Pública de la Universidad de Emory. Barr mencionó un caso de 2015 en las Islas Vírgenes de Estados Unidos cuando una familia de cuatro integrantes de Delaware fue gravemente afectada después de estar expuesta a un pesticida cuando el apartamento debajo del suyo fue fumigado.
En los casos de envenenamiento, dijo Barr, el problema a menudo proviene de la inadecuada contención del pesticida. Los químicos pueden filtrarse en un ducto que no está bien sellado o un aire acondicionado del hotel puede succionarlos al interior de una habitación.
Antes de que se conociera la muerte de la pareja de Maryland, la industria dominicana del turismo había atraído mayor escrutinio a finales de mayo cuando una mujer de Delaware, Tammy Lawrence-Daley dijo que había sido atacada en enero en el Majestic Elegance de Punta Cana por un hombre que usaba un uniforme del hotel que la golpeó severamente y la dejó creyendo que estaba muerta. Las tensiones por la seguridad en el país aumentaron cuando David Ortiz, el exbateador de los Medias Rojas de Boston, recibió un disparo en la espalda este mes en un bar popular de Santo Domingo.
Los investigadores dominicanos dicen que Ortiz no era el objetivo del ataque y que se le dispararon por error porque estaba vestido de manera similar y sentado junto al hombre que el tirador buscaba.
En medio de la confusión en torno a la seguridad, la gente en Estados Unidos ha empezado a cancelar planes para vacacionar en la República Dominicana. Lauren Duffy, profesora de la Universidad Clemenson que ha estudiado la industria turística del país, dijo que para quienes planean sus vacaciones familiares, tal vez ni siquiera importaba si las muertes recientes estaban relacionadas o no.
“La percepción de seguridad ya ha sido atacada”, dijo Duffy. “Puedes ver cuán vulnerables son los países que dependen del turismo a una crisis como esta. Y la llamo una crisis porque están empezando a desplegar una campaña de medios y una respuesta de control de crisis”.
Los líderes dominicanos también se han puesto cada vez más a la defensiva, al declarar en repetidas ocasiones que el país es seguro al mismo tiempo que insinúan que hay posibles conspiraciones dirigidas a la lucrativa industria hotelera de la República Dominicana, incluidos intentos de socavar al partido en el poder. García, el ministro de turismo, no descartó dichas teorías: “No sé quién está detrás de esta campaña, pero si hay alguien detrás, se sabrá”, afirmó.
Hay parientes de estadounidenses que murieron en la República Dominicana han compartido relatos angustiantes de solicitudes de ambulancias a quienes trabajan en los hoteles, largas esperas para recuperar los cadáveres de sus seres queridos y respuestas insensibles del funcionariado dominicano.
Dawn McCoy, cuyo esposo, David Harrison, murió en julio de 2018 durante unas vacaciones en el Hard Rock Hotel, dijo que no tenía sospechas de su muerte hasta que se enteró de la reciente avalancha de muertes. El viaje de la pareja el año pasado fue la decimonovena visita que hacían a la República Dominicana.
“Me gusta decir que tuvimos suerte dieciocho veces”, dijo ella.
Al sentirse enfermo con lo que inicialmente creyó que se trataba de una intoxicación, Harrison dejó a su esposa e hijo en la piscina y volvió a su habitación, donde durmió por más de seis horas, dijo ella. Después la pareja fue al casino hasta las dos de la mañana y volvieron al cuarto después de que Harrison otra vez se sintió enfermo.
“Si estuviéramos en casa, te diría que me lleves al hospital”, recuerda McCoy que le dijo su esposo.
Poco después de las cinco de la mañana, McCoy despertó y encontró a su esposo gruñendo y bañado en sudor. Su hijo, entonces de 12 años, presionó el pecho de Harrison, intentando reanimarlo. “Solo haciendo lo que había visto en la televisión”, relató McCoy.
Tomó el teléfono y llamó a la recepción. Le pidió a un empleado que llamara a una ambulancia, pero cortésmente le dijeron que la política era enviar primero a un médico del hotel.
“Son muy amables pero también dicen: ‘Lo siento, esa es la política’”, recordó McCoy. Dijo que llamó a recepción dos veces más, suplicando por una ambulancia hasta que el médico del hotel llegó, exactamente veintidós minutos después de su primera llamada. La ambulancia llegó una media hora después de eso. Harrison murió más tarde ese día, el 14 de julio de 2018.
Cuando salió del hotel con su hijo, el 15 de julio, un empleado del hotel se dirigió a ella, entonces, dijo, le entregó una cuenta por más de 2000 dólares por los servicios del médico del hotel, que ella no había solicitado. Además de eso le dieron los cargos por la ambulancia y el hospital.
Una autopsia y un reporte toxicológico de Harrison, que McCoy compartió, dice que la muerte fue el resultado de arterias tapadas. Los análisis de drogas recreativas dieron negativo. McCoy dijo que su esposo tomaba medicamento para la hipertensión.
Gregory G. Davis, profesor de patología forense y jefe de instrucción y médico forense en Jefferson County, Alabama, revisó la autopsia para The New York Times y dijo que parecía ser un informe minucioso que no levantaba sospechas. “No tengo duda de que su muerte ha sido una gran sorpresa para su familia, pero parece bastante claro”, dijo Davis. Dijo que el informe indicaba que su corazón era pesado y mostraba signos de arterias tapadas.
Pero Bruce Goldberger, profesor de toxicología forense en la Facultad de Medicina de la Universidad de Florida, dijo que pensaba que a Harrison debieron hacérsele análisis adicionales además de solo cocaína, marihuana, opiáceos y anfetaminas, todos los cuales resultaron negativos.
Dada la atención en torno a las muertes de los turistas, dijo Goldberger, las autoridades también deberían realizar análisis exhaustivos para pesticidas, monóxido de carbono y cualquier otra cosa que pudo estar presente en la habitación del hotel.
“No es una investigación completa”, dijo Harrison del reporte toxicológico.
Robert Wallace, otro estadounidense de 67 años, de California, también falleció al hospedarse en el Hard Rock en abril, donde se sabe que bebió whisky del minibar de la habitación del hotel. (A diferencia de los minibares de los hoteles estadounidenses que suelen incluir botellas de licor en miniatura, en el Hard Rock café los minibares tienen dispensadores de bebida de botellas grandes de vodka, ron, tequila y whisky que cuelgan de cabeza en un estante).
El ministro de turismo, García, dijo que Wallace murió de falla orgánica múltiple y neumonía y no parecía haber estado expuesto a ningún tóxico. Aun así, el hotel Hard Rock de Punta Cana anunció cambios en respuesta a las preocupaciones por la muerte de sus huéspedes y anunció que quitaría los dispensadores de licor de sus habitaciones.
Los representantes del hotel no respondieron a preguntas específicas sobre la demora en llamar a una ambulancia para Harrison o la política que involucra a un médico del hotel y los cargos que se hicieron a la cuenta de McCoy.
Sin embargo, el hotel dijo en un comunicado que “como una medida adicional, se contratará un centro de atención médica estadounidense para asegurar que la clínica en el complejo turístico cumpla con todos los estándares de cuidado internacionales y estadounidenses”.
Simon Romero reportó desde Santo Domingo y Punta Cana; Nicholas Bogel-Burroughs desde Nueva York. Hogla Enecia Pérez colaboró desde Santo Domingo y Elisabeth Malkin desde Ciudad de México.