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¿Placeres ‘culposos’? Eso no existe

¿Placeres ‘culposos’? Eso no existe
Imagen ilustrativa

Los reconocemos cuando los vemos: las series de televisión y las películas que nos encantan, aunque sepamos que son malas. Los libros mediocres que simplemente no podemos dejar de leer. Las canciones pegajosas y malas que odiamos amar.

Sí, son nuestros placeres culposos, lo que algunas personas consideran la comida chatarra de nuestra dieta de entretenimiento. Pero si los disfrutamos, ¿por qué deberíamos sentirnos culpables? ¡Deberíamos ser libres de disfrutar lo que nos guste! Resulta que estos placeres “culposos” en realidad pueden ser buenos para nosotros, siempre y cuando los disfrutemos con moderación.

“Cuando descansamos, creemos que debemos usar ese tiempo de manera productiva resolviendo problemas”, dijo Kristin Neff, profesora adjunta del Departamento de Psicología Educativa en la Universidad de Texas en Austin. Aunque “eso quizá sea bueno para la supervivencia”, comentó Neff, resolver constantemente problemas hipotéticos “no es muy bueno para la felicidad”.

Tomarse una pausa mental y disfrutar algo que no requiere una concentración intelectual intensa nos saca de nuestro modo de resolución de problemas, agregó Robin Nabi, profesora de Comunicación en la Universidad de California, campus Santa Bárbara, quien se especializa en los efectos de los medios de comunicación y las emociones. También puede mejorar nuestra capacidad para lidiar de manera productiva con factores de estrés e involucrarnos de manera más positiva con otras personas.

Si eso es cierto, ¿entonces por qué los placeres culposos tienen tan mala reputación? Bueno, no son los placeres en sí, sino las actitudes que adoptamos cuando hablamos de ellos. De acuerdo con expertos como Nabi, sentirse culpable o hablar mal de actividades que disfrutamos puede disminuir los beneficios que nos ofrecen. Sin embargo, deshacerse de la vergüenza autoimpuesta respecto de nuestros intereses puede empoderarnos y enriquecer nuestras vidas sociales, por lo que es hora de eliminar la frase “placeres culposos” de nuestro vocabulario colectivo.

Debido a que a menudo se usa de manera burlona, el término “placer culposo” parece inocente, como un chiste en el que fingimos participar. Pero si ese chiste es sobre algo que nos da verdadera felicidad y no está dañando a nadie, ¿entonces de qué nos burlamos?

“Un placer culposo es algo que disfrutamos, pero sabemos que se supone que no nos debe gustar o que, si nos gusta, dice algo negativo sobre nosotros”, dijo Sami Schalk, profesora adjunta de Género y Estudios de la Mujer en la Universidad de Wisconsin-Madison.

“Ese elemento negativo a menudo termina asociándose con categorías de identidad que menospreciamos y marginamos en la sociedad”, de acuerdo con Schalk. Considera lo que separa a los deportes de la telerrealidad. La idea de que alguien se disculpe por ver las finales de la NBA suena tonta, pero la disculpa implícita cuando alguien dice “Ay, ya sé que The Bachelor es horrible pero no puedo dejar de verlo” está normalizada. El tipo de audiencia a la que se dirige, de acuerdo con expertos, puede ser una de las razones por las que ciertos tipos de entretenimiento eluden la etiqueta de placer culposo.

Eliminar la frase “placer culposo” de nuestro vocabulario y desmentir el mito de que las cosas frívolas que nos gustan nos hacen ver mal, es útil para resistirse a ideas falsas sobre para quién es el placer y quién tiene derecho de disfrutarlo, dijo Adrienne Maree Brown, autora de Pleasure Activism: The Politics of Feeling Good.

Aunque los términos “culpa” y “vergüenza” a menudo se usan de manera intercambiable, significan cosas distintas, y ninguno se ajusta a nuestra concepción de lo que es un placer culposo.

La culpa puede ser un motor saludable para impulsarnos a cambiar los comportamientos que no nos gustan, mientras que la vergüenza —el sentimiento doloroso de que nuestro comportamiento nos convierte en personas horribles— jamás es productiva. Sin embargo, cuando menospreciamos nuestras costumbres como espectadores de la telerrealidad, por ejemplo, generalmente no estamos describiendo un comportamiento que esperamos cambiar ni estamos diciendo que somos personas terribles.

“Cuando te sientes culpable, pero no has dañado a nadie, entonces simplemente estás en el mundo del perfeccionismo o la crítica”, dijo Neff, la profesora de la Universidad de Texas en Austin.

Más allá del temor de cómo nos percibirán los demás, Schalk dijo que este perfeccionismo nace de las “raíces profundamente puritanas” de la cultura estadounidense, una en la que el placer se considera “pecaminoso, malo y autocomplaciente”.

A pesar del mensaje societario de que el placer es algo que debe ganarse, “hay un motivo por el que nuestros cuerpos, literalmente al nivel de los nervios, están programados para sentir placer”, explicó Brown. Para ella, el activismo del placer se trata de combatir la idea opresora de que este no es parte natural de la vida cotidiana.

Sugirió preguntar: “¿Por qué siento tanta vergüenza de esto si no le está causando daño a mí ni a nadie más?”.

¿Acaso ver de corrido siete episodios de The Real Housewives atrofia nuestros cerebros? Por supuesto que no, y los estudios indican que “jugar un videojuego o ver una película o la televisión puede restaurar algunos recursos psicológicos”, comentó Nabi.

Aunque estos beneficios aún deben estudiarse a largo plazo, y nuestros problemas no desaparecen mágicamente en cuanto apagamos la televisión, el descanso puede reducir los niveles de estrés. Quizá lo más importante es que “mejora la percepción de tu capacidad para lidiar con el estrés”, señaló Nabi.

Darnos permiso de disfrutar el tiempo de relajación también es parte importante de la autocompasión, lo cual es una manera efectiva de combatir la ansiedad y la depresión.

“Tener algo más que hacer además de resolver problemas es muy saludable para nosotros”, dijo Neff. Describió la manera en que “los estados de flujo”, como la meditación, practicar deportes y, efectivamente, consumir contenido mediático, pueden ayudar a que nuestros cerebros descansen y se recuperen al proporcionar un descanso del modo mental que nos permite resolver problemas.

“Creemos en el valor cultural de que el consumo de medios debe ser edificante y que lo que hacemos debe tratarse de crecer y alcanzar objetivos”, dijo Nabi. “No nos enfocamos tanto en relajarnos, jugar, disfrutar y divertirnos, y esos son aspectos muy importantes del ser humano”.

Aun así, es mejor seguir el consejo ancestral que nuestros padres nos enseñaron: todo con moderación.

Aunque la culpa puede aumentar el placer en algunos casos, también puede impulsarnos a practicar actividades de las que nos sentimos culpables. En un estudio, era menos probable que sujetos a dieta que habían sido entrenados para practicar la autocompasión comieran en exceso después de ingerir alimentos poco saludables, mientras que quienes seguían dietas restrictivas eran más duros consigo mismos. Si estigmatizamos un comportamiento y después lo practicamos, es fácil exagerar, lo cual puede hacer que nos sintamos culpables y menos satisfechos.

Brown dijo que “aceptar nuestra necesidad humana común de placer no se trata del hedonismo”. Agregó que demasiado de algo bueno, desde luego, nunca es bueno, por lo que el entendimiento y la aceptación de lo que nos causa placer es esencial para encontrar este equilibrio.

Quizá el valor más importante de un placer culposo es el vínculo que puede crear entre las personas.

“Estos programas existen por una razón: la gente los ve”, dijo Nabi. Neff agregó que las conexiones que hacemos con otros que comparten nuestros intereses en ese tipo de cosas “no debe subestimarse”.

Además de ayudarnos a conectar con los demás, hablar de lo que disfrutamos puede aliviar cualquier culpa residual y hacer que sea más fácil descubrir más cosas que nos causan placer.

“La mayor parte de las veces, los placeres culposos se discuten en términos de géneros, pero quizá no te gustan todas las bandas de chicos, ¿entonces qué es lo que te gusta de ese grupo y su música en específico?”, propuso Schalk. “Sin importar de qué se trate, encuentra tu pequeño nicho y adóptalo. No te avergüences de lo que es, porque evidentemente te está aportando algo”.

Poder hablar abiertamente de lo que nos encanta es más que solo una manera de pasar el tiempo. Después de todo, dijo Brown: “Si no sientes que puedes ser honesto respecto de lo que disfrutas ver en la televisión, ¿entonces qué más estás ocultándote a ti y a los demás?”.

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