Con la actual lideresa del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, lista para ser la próxima presidenta del Banco Central Europeo, las grandes preguntas que surgieron fueron quién la sucedería y si Estados Unidos rompería la tradición e intentaría instalar a un estadounidense en el puesto.
WASHINGTON — El 2 de julio, funcionarios europeos nominaron a Lagarde para que sucediera a Mario Draghi en el cargo de presidente del Banco Central Europeo. Lagarde, una fuerza estabilizadora que ha dado un poder estelar al FMI desde que asumió el cargo de directora gerenta en 2011, planea dejar sus responsabilidades a medida que el proceso de nominación avance.
La esperada transición del poder en el FMI llega en un momento en que la economía mundial se desacelera y aumenta el proteccionismo en medio de la guerra comercial que libra el presidente estadounidense, Donald Trump, en múltiples frentes. Quien dirija el FMI tendrá que enfrentar calamidades económicas en Argentina, Venezuela y Turquía, así como hacerse cargo del tipo de institución multilateral que Trump ha criticado durante mucho tiempo, pues considera que sobrepasa la autoridad del propio organismo.
“El desafío clave para la próxima dirección del FMI es encontrar la manera de mantener la relevancia, la influencia y la legitimidad de la institución en un mundo en el que el multilateralismo se está desmoronando en medio de tensiones comerciales y alianzas geopolíticas cambiantes”, opinó Eswar Prasad, quien fue director de la división de China del fondo. “El FMI es el epítome del multilateralismo en las finanzas internacionales, pero lo marginan economías avanzadas clave, su reserva de recursos se ve empequeñecida por los flujos globales de capital y no cuenta con la confianza de las economías de mercado emergentes”.
Por tradición, el líder del Banco Mundial es estadounidense y un europeo encabeza el Fondo Monetario Internacional. Cuando se abrió el puesto de presidente del Banco Mundial, Trump nombró a David Malpass para dirigir la institución. No obstante, ha habido especulaciones de que Trump podría intentar poner fin a esa práctica de toda la vida para designar a la dirección del FMI.
Su directorio ejecutivo de veinticuatro integrantes elige al director gerente; los nombramientos siempre se han decidido por consenso. Lagarde fue elegida después de un proceso de selección de seis semanas.
“Sospecho que en estos momentos los europeos están haciendo todo lo posible por garantizar que Europa retenga ese puesto”, comentó Tim Adams, presidente del Instituto de Finanzas Internacionales y subsecretario para asuntos internacionales del Departamento del Tesoro durante el gobierno de George W. Bush.
La mayoría espera que el fondo monetario permanezca bajo liderazgo europeo porque hubo poca resistencia extranjera ante la decisión de Trump de nombrar a Malpass, un exfuncionario del Departamento del Tesoro que tuvo una larga carrera en Wall Street.
Entre los nombres que han surgido en las primeras listas de finalistas se encuentran Tharman Shanmugaratnam, quien fue presidente del Comité Monetario y Financiero Internacional; Agustín Carstens, exsubdirector gerente del fondo monetario, y Mohamed El-Erian, el exdirector ejecutivo de Pimco.
Mark Carney, el gobernador saliente del Banco de Inglaterra, también es uno de los que se rumora que podría obtener el puesto. Carney es un ciudadano británico que nació en Canadá. Con el Reino Unido en proceso de separación de la Unión Europea, no queda claro si Carney satisfaría los deseos de que el director gerente sea europeo. Otro país podría nominar a Carney, pues también tiene pasaporte irlandés, pero su camino hacia el cargo aún dependería de algunas disputas políticas.
“Entonces todo se reduce a si el Reino Unido puede crear una coalición internacional de apoyo”, comentó Vasuki Shastry, miembro asociado del programa Asia-Pacífico de Chatham House que trabajó en el FMI durante dieciséis años hasta 2017. “El voto europeo es completamente crucial. Los europeos tienen una participación con derecho a voto más alta que Estados Unidos”.
El Fondo Monetario Internacional monitorea la economía y el sistema financiero del mundo y ofrece préstamos a países que tienen problemas para cubrir sus obligaciones de deuda. Debido a que trabaja muy de cerca con economías emergentes, en algunas ocasiones se ha sugerido que el director del fondo no debería provenir de Estados Unidos ni de Europa. Sin embargo, como esos países tienden a depender más del fondo, a menudo son reacios a presionar sobre el tema.
“Aunque consideran que no tiene ningún sentido que todos los directores sean europeos, bien que mal reconocen que hacer un escándalo al respecto podría atraer represalias, así que mejor no lo hacen”, señaló Peter Doyle, un economista que trabajó en el fondo.
A pesar de que en años recientes ha menguado la reputación de las instituciones financieras internacionales, el periodo de Lagarde a la cabeza del fondo se ha percibido como un éxito en términos generales. Lagarde remplazó a Dominique Strauss-Kahn —quien renunció tras un escándalo sexual—, mejoró la transparencia del fondo y ayudó a Europa a sortear una crisis de deuda.
“En esta ocasión, en verdad están tomando como base la reputación de Christine Lagarde”, opinó Shastry. “Alguien de talla internacional, reconocida en la comunidad economista”.
Alan Rappeport reportó desde Washington y Amie Tsang desde Londres.