Los últimos días de Jeffrey Epstein, el prisionero 76318-054

Los últimos días de Jeffrey Epstein, el prisionero 76318-054
El Cuerpo de Epstein fue llevado al hospital New York-Presbyterian la mañana del 10 de agosto. Jefferson Siegel para The New York Times

NUEVA YORK — Jeffrey Epstein, el prisionero número 76318-054, odiaba la celda que le habían asignado en el Centro Correccional Metropolitano de Manhattan: era húmeda, apretada y estaba infestada de roedores. Acostumbrado a usar su riqueza para poder establecer sus propias reglas, Epstein empezó a buscar una solución.

Les pagó a varios abogados para que visitaran la prisión por hasta casi doce horas diarias, lo que le otorgaba el derecho a verlos durante ese tiempo en una sala privada de reuniones. Epstein pasaba tanto tiempo allí que en ocasiones lucía hasta aburrido, en silencio al lado de sus abogados, de acuerdo con personas que presenciaron esas reuniones. En esas jornadas en las que veía a los abogados, Epstein y sus allegados usualmente dejaban vacías las máquinas expendedoras de bebidas y dulces.

“Les tocaba hacerlo como trabajo por turnos, de una manera pensada por alguien con un sinfín de recursos que quería procurarse tanta comodidad como fuera posible”, dijo otro abogado que frecuentaba la prisión para visitar a sus clientes.

Epstein ideó otra estrategia para cuando estaba fuera de la sala de reuniones, con el fin de evitar ser atacado por los demás reos: les depositaba fondos en sus cuentas del comisariato, de acuerdo con un consultor que acude con frecuencia a la cárcel y regularmente habla con las personas detenidas allí.

La prisión significaba para Epstein estar a un mundo de distancia de su vida de lujos, que incluía una isla privada en el Caribe, una mansión de 56 millones de dólares en Manhattan y una red de amistades con personas ricas y poderosas. Sin embargo, en sus últimos días, los esfuerzos de Epstein para aliviar su miseria por el encarcelamiento parecían haberse detenido.

Apenas si se bañaba; su barba y su cabello lucían descuidados, y dormía en el piso de la celda en vez de hacerlo en el catre, según fuentes de la prisión.

A pesar de ello, convenció a los encargados del centro correccional de que no era un riesgo para sí mismo, aun cuando ya había una investigación especial sobre su posible intento de suicidio el 23 de julio. La gestión del centro correccional era tan deficiente y la escasez de personal tan aguda que cualquier trabajador, tuviera experiencia penal o no, era conminado a hacer tareas de guardia.

El 9 de agosto, los abogados de Epstein estaban reunidos en las sillas plásticas de la sala de reuniones cuando se corrió la voz: el tribunal del caso en contra de Epstein había liberado el acceso a un archivo de documentos con detalles perturbadores sobre las acusaciones contra el financiero por tráfico sexual.

Unas horas después, en el turno nocturno, solo había dieciocho personas trabajando como guardias en el centro, donde están detenidos 750 reos según los registros del Buró de Prisiones. Diez de esos empleados ya estaban trabajando horas extra. Y, según los registros, había un puesto sin cubrir.

En la unidad 9 South, donde estaba Epstein, había dos guardias; uno de ellos era un exfuncionario correccional que se había ofrecido a hacer el turno de modo voluntario.

[El narcotraficante mexicano Joaquín “el Chapo” Guzmán estuvo en la misma cárcel de Manhattan por un tiempo; el sitio ha sido calificado como 
“peor que Guantánamo”
.]

Los dos guardias tendrían que haber revisado la celda de Epstein cada media hora, pero no lo hicieron durante tres horas. En algún momento, ambos se quedaron dormidos, según dos oficiales del Buró de Prisiones.

A la mañana siguiente, Epstein, de 66 años, estaba muerto. A las 6:30 fue encontrado por al menos uno de los guardias en la celda, inconsciente y con la piel azulada por falta de oxígeno, después de haberse colgado con una de las sábanas, de acuerdo con un oficial de la prisión y con un funcionario policial.

Uno de los empleados activó la alarma para alertar de una emergencia, según un oficial.

Empezaron a sonar las radios: “Alerta por cuerpo en South”.

Los miembros del personal cortaron la sábana con la cual estaba colgado Epstein e intentaron resucitarlo, según dos funcionarios. Una hora más tarde, fue declarado muerto.

No hay forma de saber con certeza por qué una persona decide quitarse la vida. Sin embargo, una revisión de los últimos días de Epstein hecha por The New York Times —a partir de decenas de entrevistas con policías, empleados del Buró de Prisiones, abogados y más— sugiere que la muerte de Epstein sucedió cuando le quedó claro que no iba a poder aprovechar su riqueza ni sus privilegios para sortear el sistema legal.

Las personas que describieron sus interacciones con Epstein y las condiciones del centro penal hablaron casi exclusivamente con la condición de mantener su anonimato, en parte porque la muerte de Epstein ahora es parte de al menos dos investigaciones federales sobre por qué no fue monitoreado como corresponde a un prisionero de tan alto perfil.

En busca de una salida

Jeffrey Epstein le tenía pavor a la vida detrás de las rejas, dijeron personas que lo conocían.

Hace unos años mandó pintar un mural fotorrealista en el segundo piso de su mansión en el Upper East Side: era una escena en una prisión con alambre de púas, oficiales y una estación para guardias. Epstein aparece al centro del mural. A principios de este año le dijo a una visitante que quería que ese mural fuera un recordatorio de dónde podía terminar si no era cuidadoso.

Hasta entonces, Epstein había utilizado su riqueza para evitar la prisión en condiciones verdaderamente punitivas por un caso de 2008 en Florida; su equipo de abogados de élite negoció un acuerdo muy criticado con fiscales federales que le permitió a Epstein declararse culpable de cargos estatales de solicitar sexo pagado a una menor de edad. A cambio, Epstein evitó cargos federales por tráfico sexual.

Estuvo trece meses en un ala privada de la prisión del condado de Palm Beach, con permiso para salir durante la jornada laboral por seis días a la semana.

Esta vez no sucedió lo mismo.

Cuando Epstein fue arrestado el 6 de julio por un nuevo caso, con acusaciones a nivel federal, terminó en la celda de la unidad especial del Centro Correccional de Manhattan, que parece una fortaleza, donde la mayoría de los detenidos están a la espera de juicio.

En esa prisión ha habido varios reos de alto perfil. Joaquín “el Chapo” Guzmán Loera, el narcotraficante mexicano, estuvo detenido allí durante su juicio el año pasado y tras haberse escapado en dos ocasiones de cárceles de máxima seguridad en México. En la lista de exprisioneros célebres de este centro figura también el financiero Bernard Madoff, que ideó el megaesquema de estafa piramidal Ponzi.

Los problemas de falta de personal en esa penitenciaría son emblemáticos de la escasez general de oficiales penales en las prisiones federales de todo Estados Unidos. Han estado lidiando con mayores niveles de violencia interna y problemas de seguridad mientras el gobierno de Donald Trump redujo las contrataciones en un esfuerzo por reducir los gastos públicos, según demostró el año pasado una investigación de The New York Times.

El ala del Centro Correccional de Manhattan donde estaba Epstein, 9 South, es el menos restrictivo de las dos unidades de alta seguridad; allí hay decenas de reos que usualmente comparten celda de a dos.

Epstein tenía permitida una hora de tiempo recreativo por día y podía bañarse cada dos o tres días, según los guardiacárceles. Además de sus reuniones con los abogados, tenía un contacto muy limitado con el mundo exterior.

El ala 9 South, más allá de ser un lugar de aislamiento, está infestada de roedores y cucarachas; los reos usualmente tienen que sortear chorros de agua —además de orina y material fecal— que caen por filtraciones de la tubería, según exprisioneros y abogados.

Un letrado incluso dijo que los ratones se han comido los documentos que le da a sus clientes.

Epstein estaba intentando desesperadamente congraciarse con los otros prisioneros, según el consultor que suele hablar con las personas en el centro. Dijo que dos reos le comentaron que Epstein había transferido dinero a por lo menos tres cuentas de comisariato de detenidos, una manera común de conseguir protección.

Y a Epstein claramente le urgía salirse de 9 South.

Después de su arresto le pidió a un juez que lo liberara con una fianza cuantiosa, con la promesa de dejar como garantía del pago su mansión de Manhattan y hasta un jet privado. Epstein afirmó que iba a contratar guardias de seguridad que lo vigilaran las veinticuatro horas del día para “garantizar” que él no huyera.

El juez rechazó su solicitud el 18 de julio; Epstein tuvo que quedarse en 9 South.

Un aparente primer intento de suicidio

Cinco días después de la decisión del juez, Epstein fue encontrado inconsciente dentro de su celda y con lesiones en el cuello. Su compañero de celda, Nicholas Tartaglione (exoficial de policía que estaba acusado de cinco homicidios), les avisó a los guardias y estos revivieron a Epstein, según el abogado de Tartaglione, Bruce Barket.

Los funcionarios carcelarios estaban investigando lo sucedido con la hipótesis de que fue un intento de suicidio. Epstein fue sacado de 9 South y puesto bajo el programa de prevención del suicidio de la prisión.

Según algunos empleados de la prisión y otros reos, había escepticismo sobre si fue realmente un intento de suicidio; de acuerdo con oficiales y personas que hablaron con los prisioneros, estos se preguntaban si Epstein no había aparentado estar lesionado para que el juez del caso, Richard M. Berman, se apiadara de él.

Ese escepticismo aumentó después de que Epstein acusara a Tartaglione haberlo golpeado, lo que Tartaglione negó y que despertó dudas entre varios guardias.

Según un oficial de la prisión, la historia de Epstein fue considerada un intento de evitar quedar bajo supervisión por intento de suicidio.

Pero Epstein sí quedó inicialmente en ese programa. Y las pocas comodidades que había tenido en 9 South desaparecieron.

En el programa de monitoreo para prevención de suicidio los prisioneros son puestos en celdas solitarias y solo les dan para vestir un blusón pesado, debajo del cual tienen que estar desnudos. El nivel de iluminación en la celda puede disminuir, pero las luces nunca se apagan del todo. No hay sábanas ni material alguno que pueda ser usado para autolesionarse.

De acuerdo con las políticas establecidas por el Buró de Prisiones, Epstein tendría que haberse reunido diariamente con psicólogos.

Seis días después de su aparente primer intento de quitarse la vida, el 29 de julio, fue sacado del programa de monitoreo y lo regresaron a 9 South.

Esa decisión ha generado críticas por parte de funcionarios y de algunos profesionistas de salud mental ahora que Epstein está muerto.

“En cualquier caso en el cual se sospecha o está comprobado que alguien intentó suicidarse, sería muy inusual que la persona sea retirada del monitoreo dos o tres semanas después”, dijo Ziv Cohen, psiquiatra forense que evalúa seguido a prisioneros del Centro Correccional de Manhattan.

No obstante, seis oficiales que trabajan o han trabajado en la prisión dijeron que no es algo fuera de lo común que un reo sea retirado del monitoreo después de tan solo unos días.

Hasta los abogados de Epstein parecían pensar que estaba bien: intentaron que fuera sacado del programa de monitoreo, de acuerdo con una fuente que conoce las negociaciones.

El suicidio y sus consecuencias

Tres días después de que Epstein fuera retirado formalmente del monitoreo permanente, fue visitado por David Schoen, un abogado al que había consultado cada tanto durante una década.

Schoen dijo que Epstein solicitó la reunión por medio de otro abogado y que le dijo a Schoen que lo quería en su equipo legal.

Estuvieron cinco horas en la sala de reuniones, tiempo en el que discutieron el caso y otros asuntos legales.

En algún momento llegó una terapeuta que le dijo a Schoen que dejara la sala por un rato porque tenía que reunirse en privado con Epstein. La terapeuta le dijo a Schoen que era parte del protocolo por tentativa de suicidio.

Epstein “dijo que estaba bien”, contó Schoen. “Y ella se quedó, como mucho, cinco minutos”.

Cuando la sesión terminó, Schoen dijo que incluso bromeó con Epstein y con la terapeuta sobre lo corta que había sido la reunión.

El abogado indicó que cuando estaba por irse notó a Epstein emocionado de que él se hubiera unido al caso.

“Algo que puedo decir con certeza es que cuando me fui estaba de muy muy buen humor”, dijo Schoen. Al final, no hubo tiempo para que se sumara al equipo legal.

Los resultados oficiales de la autopsia, anunciados el viernes 16 de agosto por la oficina forense, indican que la muerte sí fue un suicidio. Aunque esta conclusión no puso fin al misterio de por qué Epstein se quedó sin supervisión por tanto tiempo la noche que se colgó.

De hecho, los abogados dijeron que estaban insatisfechos con los resultados de la autopsia.

“La defensa pretende realizar su propia investigación independiente y completa respecto de las circunstancias y causas de la muerte de Epstein”, indicaron en un comunicado. “No estamos satisfechos con las conclusiones del médico forense”.

En los días posteriores al 9 de agosto, cuando fue encontrado el cuerpo de Epstein, dentro de la prisión no había muchas señales de los estragos que su vida —y su muerte— habían causado. Su celda en 9 South seguía desocupada, pero un raudal de abogados que representaban a otros pirsioneros entraban y salían de la sala de conferencias que Epstein acababa de dejar de usar.

Para finales de esa semana, solamente había una pequeña diferencia: las máquinas expendedoras otra vez estaban llenas.

Susan C. Beachy, Katie Benner, William K. Rashbaum, Ashley Southall y Benjamin Weiser colaboraron con el reportaje.

Ali Watkins es reportera de la sección Metropolitana de The New York Times; cubre los tribunales locales y servicios sociales. Antes fue reportera de seguridad nacional en el buró de Washington y trabajó en BuzzFeed y en McClatchy, donde fue finalista en 2015 para el Premio Pulitzer de Periodismo Nacional estadounidense. @AliWatkins

Danielle Ivory es periodista de investigación de The New York Times. Previo a trabajar en el Times, en 2013, era reportera especializada en contratos públicos para Bloomberg News. @danielle_ivory

Christina Goldbaum llegó al Times en 2018 como reportera metropolitana para temas migratorios. Antes fue corresponsal autónoma en África oriental, donde hacía reportajes sobre temas de terrorismo y la presencia militar estadounidense. @cegoldbaum

 

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