SAN JUAN, PUERTO RICO — Las protestas multitudinarias se han ido por ahora de las calles de Puerto Rico, al igual que el antiguo gobernador que derrocaron en lo que se conoció como “la revolución de verano”.
Lo que queda, además de los murales de banderas y los grafitis de consignas, son reuniones más modestas que plantean una cuestión más complicada: ¿Cómo quieren los puertorriqueños que sea su futuro?
“Queremos otro Puerto Rico”, dijo Jennifer Mota Castillo, de 33 años, una de las aproximadamente 120 personas que participaron en una reciente “asamblea popular” en una plaza pública de San Juan, la capital. “Y no queremos esto para caer nuevamente en las manos del gobierno, que nos ha fallado año con año”.
Sus esperanzas son tan diversas como esta isla de 3,2 millones de habitantes: encontrar vivienda adecuada para decenas de miles de sobrevivientes del huracán Maria que siguen viviendo bajo lonas permeables, proteger los vecindarios de la imposición de una nueva zonificación que permitiría a los grandes desarrolladores comerciales entrar, y apoyar a los agricultores locales para reducir la dependencia en los alimentos importados, que escasearon después de la tormenta.
Las asambleas populares son un fenómeno nuevo que surgió a raíz de las protestas de este verano. Puerto Rico tiene una larga historia de activismo, pero nunca hubo gente además de los sindicatos, los partidos políticos y otros grupos organizados que se reuniera con sillas para acampar y rotafolios para hablar de lo que ellos llaman “autogestión”.
“Una tiene que soñar”, dice Prixda Santos, de 66 años, quien está trabajando para convertir una escuela abandonada en un centro comunitario en el municipio de Cidra. “Si no tenemos sueños, estamos mal”.
Pocos en Puerto Rico, un estado libre asociado de los Estados Unidos, podrían haber imaginado hace dos años que, de las ruinas de la tormenta del 20 de septiembre de 2017, una tormenta que destruyó casi todos los rincones de la isla, se crearía un movimiento desde las bases lo suficientemente poderoso como para desbancar a un gobernador e inspirar una nueva ola de activismo cívico.
El exgobernador Ricardo Rosselló renunció en agosto tras un febril levantamiento popular que duró quince días. Los puertorriqueños todavía están analizando el trascendental cambio de poder señalado por las consecuencias mortales del huracán María y la incapacidad del gobierno para mantener a sus ciudadanos después del desastre como las fuerzas que impulsaron los disturbios del verano, aunado a la constante indignación por la corrupción generalizada.
“Lo que María hizo fue muy importante en términos políticos: demostró que el gobierno de Puerto Rico era equivalente a un Estado fallido”, explicó Emilio Pantojas García, profesor de sociología de la Universidad de Puerto Rico. “Sobrevivimos al huracán María debido a la solidaridad de iglesias, organizaciones comunitarias y vecinos. El gobierno nunca llegó”.
La filtración de cientos de mensajes de texto privados groseros y ofensivos entre Rosselló y miembros de su círculo más cercano se convirtió en el catalizador de disturbios políticos, dado que el pueblo perdió la fe en sus líderes, dijo Pantojas García: “Ahora hay una crisis de legitimidad en la gubernatura y los partidos tradicionales que se han alternado el poder en los últimos decenios”.
La nueva gobernadora, Wanda Vázquez, quien antes era secretaria de Justicia, ha logrado mantenerse en el cargo a pesar de las tempranas señales provenientes de su propio partido de que unos líderes ambiciosos que tienen puestos los ojos en las elecciones del próximo año podrían intentar presionar para hacer que ella deje el puesto.
Vázquez, quien ha dicho que no será candidata en 2020, ha sido cautelosa con su mandato. No ha nombrado a ningún secretario de Estado para que actúe como su teniente gobernador, una decisión que podría desencadenar maquinaciones internas dentro del Partido Nuevo Progresista en el poder, que apoya la independencia de Puerto Rico. La gobernadora dijo a los medios de noticias locales esta semana que tenía la intención de elegir a una persona ajena al partido que pueda centrarse en la gestión de los fondos de ayuda federal.
El martes, cuando Vázquez entregó las llaves de su nuevo hogar a una pareja de ancianos que perdieron su casa a consecuencia del huracán, reconoció que la asistencia posterior al huracán María “no ha sido suficiente”.
Dado que Puerto Rico sigue sumido en una crisis de deuda y padece las consecuencias de una recesión económica que ha durado doce años, no hay dinero disponible para hacer un estudio a fin de identificar a las aproximadamente 2975 personas que murieron a consecuencia del huracán, dijo Vázquez a la prensa local. Todavía se necesita la recepción de fondos federales para un proyecto único y permanente de reconstrucción de carreteras, informó el diario El Nuevo Día, el periódico más grande de Puerto Rico. El municipio de Vieques no dispone aún de un hospital. Hasta 30.000 hogares siguen cubiertos por una lona de techo azul que se suponía que sería temporal, que suman alrededor de la mitad del número de viviendas bajo lonas hasta el primer aniversario hace un año.
Manuel Rivera Rodríguez, abogado de oficio, dijo que sus clientes siguen luchando por obtener títulos de propiedad y apelando a la Agencia Federal de Manejo de Emergencias a fin de obtener ayuda para la reconstrucción.
“Para muchas personas, es como si el huracán hubiera llegado el mes pasado”, dijo.
Algunos centros de ayuda mutua que abrieron en comunidades de toda la isla para organizar las donaciones de alimentos y comidas calientes inmediatamente después de la tormenta siguen abiertos y se han convertido en espacios que ofrecen talleres de arte para niños, sesiones de salud mental y noches de cine documental.
Los jóvenes agrónomos quieren enseñar a más gente cómo cultivar frutas y verduras, en especial vegetales de hojas verdes, debido a la escasez de alimentos frescos en las secuelas del huracán. Una organización de apicultura en Vieques, a casi 13 kilómetros de la isla grande, congregó a la gente dos veces a la semana para plantar un huerto después de la tormenta, recordó Erica Boulogne, de 40 años, una de las voluntarias. Ese acto generó interés en clínicas de salud y otras actividades de bienestar.
“El gobierno ha estado bastante ausente”, afirmó Ian Pagán-Roig, de 30 años, quien dirige una granja en el municipio de Toa Alta. “La primera mano de ayuda provino de la comunidad de ‘autogestión’”.
Nadie puede decir con certeza cuáles serían los resultados a largo plazo de los esfuerzos populistas. ¿Manifestantes molestos listos para deshacerse de más funcionarios públicos? ¿Una mayor participación en las elecciones locales?
“Aquí, básicamente, todo está estancado”, afirmó Félix Córdova Iturregui, profesor jubilado de literatura de la Universidad de Puerto Rico, que ha intentado trazar una línea desde la crisis de la deuda hasta el huracán y los recientes disturbios políticos.
“Estamos viviendo una especie de catástrofe económica estructural relacionada con la pérdida de empleos y la política de austeridad de ambos partidos políticos”, señaló Córdova, refiriéndose al partido que está a favor de la independencia y el partido opositor, que apoya que Puerto Rico siga siendo un estado libre asociado de Estados Unidos. “Se ha combinado con una catástrofe natural y una catástrofe política. Pero nada ha cambiado realmente”.
“No sabemos cuánto tiempo durará esa calma”, añadió. “Porque el malestar subyacente todavía está allí”.