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Trump y sus secuaces en apuros

Trump y sus secuaces en apuros
Presidente Donld Trump Foto/AFP

Todos sabemos que el presidente Donald Trump no pudo ubicar a Ucrania en un mapa, ni mucho menos encontrar a Finlandia, ese país feliz (el más feliz del mundo, según un organismo de la ONU), cuya felicidad Trump atribuyó esta semana a lo siguiente: “Ustedes se libraron de Pelosi y del sospechoso Schiff”.

El presidente finlandés, Sauli Niinistö, no supo qué decir. No es el único. Nos encontramos en territorio político desconocido. Un presidente inestable, que anda dando tumbos bajo la presión de una investigación de impugnación, se avecina a una forma de locura entendida ya sea como un suicidio muy público o alguna extraña genialidad para sobrevivir. Trump es como Robert De Niro en “Taxi Driver”, quien, armado con una pistola, repite frente al espejo: “¿Me estás hablando a mí?”.

Sí, así es. Nixon quería que sus blasfemias se eliminaran de las transcripciones. Trump no tiene ese reparo. Pregona su opinión de la investigación de impugnación presidencial de los demócratas en Twitter: “SANDECES”. ¡Él no será un presidente de un solo periodo! Eso es débil, ¡como Carter, como Bush padre! ¡Él no puede ser DÉBIL como ellos! ¡Él no puede perder! ¡Esto es un intento de “golpe de Estado”!

La Casa Blanca, según he oído, ahora funciona como el piso 26 de la Torre Trump durante la campaña. Sin una estructura ni plan. No hay sala de guerra ni departamento de comunicaciones. La gente entra y sale sin ton ni son, con la excepción de que ahora es evidente que se han quedado sin argumentos. Ya ni siquiera están en estado de crisis. Trump solo sale y abre la boca, como lo ha hecho desde el primer día. Como si fuera un buen capo de la mafia, ahora todos son sus cómplices. Todos están juntos en esto: el vicepresidente Mike Pence, el secretario de Estado Mike Pompeo, el jefe de Gabinete interino Mick Mulvaney, y el resto.

Desde que John Kelly renunció a ese cargo en enero, solo quedan los secuaces de Trump.

Gracias a un informante, ahora se sabe de los intentos de Trump para hacer que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski (un cómico convertido en político), investigara a su rival, el ex vicepresidente Joe Biden. Estados Unidos entiende eso. Siempre lo ha hecho. Aquí no estamos ante las negaciones dobles ni los múltiples vericuetos verbales del informe de Mueller. Estamos ante un presidente que presionó a un gobernante extranjero para que encontrara los trapos sucios de su adversario político.

¡Houston, tenemos un problema! Las encuestas muestran que muchos estadounidenses están a favor del juicio político y la tasa de aprobación de Trump se ha desplomado hasta llegar al bajísimo nivel de 41 por ciento. Trump es vulnerable en varios estados en los que ganó en 2016, entre ellos Ohio. Si disminuye su apoyo inquebrantable y fundamental, es probable que no logre más de una tercera parte de los votos.

Entonces ¿qué hace? ¡Redobla la apuesta! Si hay algún principio rector, parece ser este: si Trump repite a plena luz del día suficientes veces que intentó que potencias extranjeras interfirieran en nuestras elecciones en beneficio propio, ¿cómo puede estar mal? “China debería comenzar a investigar a los Biden”, dijo Trump, al salir de la Casa Blanca rumbo a Florida.

El comentario fue recibido con justificada indignación. Eso es abuso de poder; es abuso de autoridad en las relaciones exteriores. Estos son actos impugnables. No obstante, adivinen qué, todo el mundo está empenzando a escribir reportajes sobre lo que Biden y su hijo Hunter hicieron o dejaron de hacer en China. Trump es un mago de los medios de comunicación. Hizo que McLuhan hablara de él (“el medio es el mensaje”), sin siquiera leer a McLuhan.

Ahora el término auto-juicio político circula en el aire. Como sucede con la auto-inmolación, puede ser difícil identificar el actual tono enloquecido de las palabrerías de Trump. ¿Qué otra cosa puede ser esto sino la largamente esperada y muy pública autodestrucción de un hombre que no está capacitado para ese cargo? Es muy posible que lo sea, pero no estoy convencido del todo.

Como siempre sucede con Trump, lo racional y lo cartesiano chocan contra sus antenas malvadas para la hipnosis masiva de nuestra época. Sabe medir muy bien el pulso del carácter tecnológico de la evolución, aún cuando no sabe nada al respecto. Repitan un mensaje con suficiente frecuencia, descaro y determinación para aturdir a las personas con la cacofonía circundante y harán que pierdan sus puntos de referencia lo suficiente para creer cualquier cosa, incluso que su conversación con Zelenski fue “perfecta”.

Este presidente no conoce la sutileza. Es demasiado desorganizado. Para él, solo existe la inmediatez. Hablemos de Trump y el golf por un minuto. Le gusta decir: “Soy un jugador instintivo”. No cree en ir al campo de prácticas. Pisa y corre. Dispara y olvídalo. ¡Solo golpea la maldita cosa! Bueno, eso de disparar y olvidarse del asunto fue lo que lo llevó a la Casa Blanca, así que ¿por qué iba a dejar de creer en esa estrategia, incluso ahora?

Porque, si Trump pudiera echar un vistazo más allá de las imponentes alturas de su ego, podría ver que Nancy Pelosi lo tiene en la mira. Ella sabe que él va enfurecerse más y más por la presión de la investigación para impugnarlo. Mientras eso sucede, esas mujeres blancas de la clase trabajadora y amas de casa suburbanas que votaron por Trump de manera masiva en el año 2016 podrían abandonarlo: los desvaríos no son lo suyo.

¿Es posible que los 53 republicanos del Senado estén tan lejos de la realidad?

Son tercos, esos senadores republicanos. Pero vean cómo una de ellos, Joni Ernst, fue linchada políticamente en la reunión del ayuntamiento de Iowa recientemente y empezarán a creer que es posible que suficientes republicanos puedan desertar para condenar a Trump en el Senado. “¿Dónde está el límite?”, preguntó Amy Haskins de Manning, Iowa. “Usted se queda ahí parada, en silencio, y su silencio respalda a Trump”.

A lo cual Ernst solo respondió con evasivas. Puede ser que el límite, en medio de toda esa locura, esté justo frente a nosotros.

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