La Cueva, sigue a una médica que dirigió un improvisado hospital subterráneo en medio de un asedio de cinco años en el este de Guta.
El cineasta sirio Feras Fayyad, nominado al Oscar, ha arriesgado su vida para contar las atrocidades del régimen de Bashar al Asad y ha sido torturado en la cárcel por sus películas.
A pesar de que se le han arrancado las uñas y ha sido electrocutado en partes íntimas de su cuerpo, Fayyad sigue documentando la guerra en Siria que lleva ocho años y que volvió a estar en el foco mundial con la invasión de Turquía la semana pasada.
Su nuevo documental “The Cave” (La cueva) sigue a una médica que dirigió un improvisado hospital subterráneo en medio de un asedio de cinco años en el este de Guta.
“Ha visto demasiado, no sé si alguien vivo, además de un superviviente del Holocausto, ha visto tanto como ella”, dijo el cineasta a la AFP. “El asedio bárbaro, el asedio más largo de la historia moderna de Siria… Nadie puede imaginárselo”.
Amani Ballour, la joven pediatra protagonista del documental, dirigía una red subterránea de túneles, pabellones provisionales y quirófanos bajo el último bastión rebelde a las puertas de Damasco.
Su equipo era el primero en responder y la última esperanza para muchos civiles -incluidos niños- afectados por las implacables olas de bombardeos de Rusia y Siria, hasta que un ataque químico en 2018 los obligó finalmente a evacuar.
A pesar de su heroísmo, Fayyad recordó cómo Amani necesitó convencerse de que el mundo estaría interesado en una película sobre su historia.
“¿Por qué crees que les interesaría si hay problemas mayores a nuestro alrededor?”, recuerda Fayyad que le preguntó Amani. “Quiero intentarlo”, le dijo él, “quiero confiar en que la gente responderá a esto. No creo que no quieran saber sobre lo que haces”.
El resultado es un espeluznante documental de 102 minutos, filmado por un equipo local que aún vive en Guta, que muestra la vida bajo y sobre el suelo mientras las bombas llueven y las víctimas se precipitan en camillas y carretillas.
– “Me siento culpable” –
La cinta, de National Geographic y Danish Documentary Films, y que se estrena el viernes en Estados Unidos, fue dirigida por Fayyad en contacto diario con el equipo desde un bastión rebelde al norte de Siria.
Fayyad, el primer director sirio nominado al Óscar -por “Los últimos hombres en Alepo” (2017)-, les instruyó para que retrataran la vida cotidiana con un estilo claustrofóbico y cinematográfico, sin voces en off ni entrevistas directas a cámara.
Entre las lágrimas y la tragedia general, muestra también los creativos intentos de una joven enfermera para cocinar para 150 personas con pocas provisiones, y hasta una fiesta secreta de cumpleaños con guantes quirúrgicos como globos.
Las imágenes retratan también los duros momentos de los médicos luchando con los letales efectos del gas cloro después del ataque con armas químicas.
Además de su valentía, Fayyad eligió a Amani por otra razón. Era una mujer dirigiendo un hospital, algo muy raro, tal vez era la primera que lo hacía en Siria, una sociedad profundamente patriarcal.
Al principio de la película por ejemplo se ve cómo es reprendida por el desesperado marido de una paciente, que la culpa por la falta de medicamentos.
Amani logró escapar al norte de Siria y eventualmente llegó a Europa a través de Turquía, uniéndose al numeroso grupo de refugiados que han despertado un intenso y polarizado debate en Occidente.
Fayyad fue también sacado de contrabando por la frontera con Jordania y hoy se mueve entre su hogar en Copenhague y su trabajo en el norte de Siria.
Como muchos, muestra alarma por los recientes eventos tras el retiro de las fuerzas estadounidenses de la región tomada por los kurdos, que llevó a la ofensiva turca.
“Lo que está sucediendo es muy aterrador porque está extendiendo la guerra en Siria, y hay más víctimas”, dijo, prediciendo otra ola de refugiados.
“Como no estoy allí, me siento culpable”, admitió el director, que habló con la AFP en Los Ángeles. “Pienso todos los días en mi familia, en mis amigos y colegas que están sufriendo”.
“Siento que tengo que hacer algo y mostrar esas voces”, siguió. “Trato de traer esperanza a la gente”.