La demencia puede ocasionar que los pacientes deambulen. ¿Qué pasa si cruzan la frontera?

La demencia puede ocasionar que los pacientes deambulen. ¿Qué pasa si cruzan la frontera?
Una fotografía de doble exposición del tráfico en el Puente de las Américas, que conecta El Paso, Texas, con Ciudad Juárez, México, desde El Paso, 5 de octubre de 2019. Los miembros de la familia en todas partes se preocupan por los seres queridos con demencia o Alzheimer repentinamente despegando. en su propia. Tener una frontera internacional cerca aumenta las apuestas. (Kendrick Brinson / The New York Times)

SAN DIEGO — La última vez que Evelyne Delorme sufrió un episodio de deambulación todo empezó por una serie de circunstancias especiales

Su esposo estaba dormido. Su hijo se estaba bañando. Las llaves del carro, que generalmente están escondidas, estaban olvidadas en la sala.

Delorme, de 71 años, quien es bióloga celular y molecular con un doctorado de la Universidad de Cornell y padece alzhéimer de aparición temprana, tomó las llaves y se subió a su Toyota Camry plateado que no había conducido en al menos un año. Con cuatro vueltas a la derecha y una a la izquierda llegó a la carretera interestatal 5, con dirección al sur. Siguió conduciendo 24 kilómetros y finalmente se detuvo cuando chocó con otro automóvil, en Tijuana.

“Nos sorprendió mucho”, dijo su hijo, Brian Fish. “Yo pensé que se dirigiría al norte. En absoluto se nos ocurrió pensar en México”.

Vagar es un efecto común en la conducta de los pacientes con demencia: aproximadamente 60 por ciento de la gente con la enfermedad va a deambular tarde o temprano, de acuerdo con la Asociación de Alzheimer. Los pacientes pueden confundirse y sentirse desorientados, se les olvida a dónde van o de dónde viven y pueden encontrar peligros a su paso.

Y si bien deambular es una de las mayores preocupaciones a las que se enfrentan sus cuidadores, lo es aún más en un lugar tan cercano a una frontera internacional donde les esperan potenciales peligros.

Para los pacientes con alzhéimer y demencia, así como para las personas que los asisten, vivir en la frontera tiene sus propios retos, según Mónica Moreno, directora sénior de atención y apoyo de la Asociación de Alzheimer. “Ciertamente lo hace más complicado”, comentó Moreno. “Se corren más riesgos de que algo suceda”.

Para que Delorme llegara a Tijuana, ese día de enero, confluyeron varias circunstancias: su impulso motivado por la demencia a vagar debió coincidir con el descuido de un cuidador, y después tomó un camino hacia el sur, y no al este, oeste o norte.

¿Con qué frecuencia llegan a la frontera pacientes con trastornos de memoria? Una vocera de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, Jacqueline Wasiluk, dijo que la agencia no lleva un recuento oficial, “pero, sin datos duros, yo diría que es muy raro”. De cualquier manera, los medios noticiosos locales han reportado al menos cuatro incidentes en el área de San Diego desde 2016.

Cuando personas con alzhéimer o trastornos de memoria sí llegan a cruzar la frontera, pueden pasar varios días antes de que los encuentren e identifiquen. En 1986, ubicaron a un hombre de San Diego “sin zapatos y sufriendo”, bajo un puente en Tijuana dos semanas después de que había salido de su casa, reportó Los Ángeles Times.

Cuando la familia de Delorme descubrió que se había llevado el auto, su esposo, Leonard Fish, contactó a la policía mientras sus tres hijos mayores comenzaron a dar vueltas en sus vehículos para encontrarla. Intentaron localizarla rastreando el iPhone que tenía, pero el teléfono no aparecía en línea; después supieron que se había quedado sin batería.

Fish dijo que fue una eventualidad que su esposa fuese a México. “De casualidad se metió a la carretera y si entras a la (interestatal) 5 con dirección al sur, ahí llegas. Tendrías que tomar la decisión de salirte de la carretera para no terminar en la frontera”, explicó Fish.

La fortuna la auxilió al llegar ahí, opinó su esposo, gracias al hombre con el que chocó. La trató con amabilidad y la llevó a la garita para que los funcionarios la ayudaran. “Según yo, esa fue una coincidencia increíble. Se encontró con alguien que tenía principios y él la ayudó. Pudo haber sido mucho peor”, dijo Fish. Esa noche ya estaba de vuelta con su familia.

La enfermedad de Alzheimer se puede manifestar de diferentes maneras dependiendo del paciente y no se puede saber de antemano si alguien tendrá la tendencia a deambular. Moreno dijo que había cosas que los cuidadores y las familias podían hacer para minimizar los riesgos, como tener rutinas constantes, mantener bien iluminado el entorno del paciente y que sea fácil de transitar, asegurarse de que siempre porte consigo información que lo identifique, que use un dispositivo de rastreo, y tomar medidas adicionales de cuidado cuando esté en ambientes estimulantes o desgastantes, como aeropuertos o centros comerciales.

Lisa Tyburski de Glenner Care Memory Centers, una organización sin fines de lucro en San Diego que dirige sitios de cuidado diurno y programas para gente con trastornos de memoria, aconseja a las familias que ingresen a los pacientes en un registro especial del Departamento del Sheriff del Condado de San Diego que ayuda a identificar a las personas que no son capaces de decirles a los oficiales quiénes son o dónde viven. El registro de San Diego se llama Take Me Home (Llévame a casa), y las agencias del orden público de todo Estados Unidos tienen algo parecido.

Es fácil subestimar cuánto se puede alejar un paciente del camino hacia su casa. “Van a seguir vagando hasta que alguien los detenga”, sostuvo Moreno. Tyburski mencionó que incluso un paciente débil o que usa un bastón puede recorrer kilómetros.

La mayoría de los autos de Estados Unidos puede ingresar a México sin que los revisen demasiado o nada. Pero una vez que una persona errante haya cruzado la frontera, el entorno desconocido quizá le asuste o la desoriente o, en algunos casos, le podría resultar familiar y reconfortante.

En una ocasión en noviembre del año pasado, Imelda Calderón, quien entonces tenía 57 años, estaba parada junto a su esposo, Juan, en una tienda Target de El Paso. Juan Calderón bajó la mirada unos segundos, pues trataba de hacer funcionar su tarjeta de crédito en la caja registradora. “Y, de repente, me doy la vuelta y ella ya no estaba allí”, dijo.

Comenta que, en medio del pánico, lo primero que pensó es que nunca la volvería a ver. Después rezó para que no acabara del otro lado del río Bravo en Ciudad Juárez, una zona con serios problemas de criminalidad.

Los hijos adultos de los Calderón se apresuraron a tomar vuelos a El Paso, y amigos y familiares de ambos lados de la frontera se movilizaron para localizarla, incluso dos bandas de motociclistas se unieron a la búsqueda. Al mismo tiempo, según Juan Calderón, Imelda caminó unos 3 kilómetros hasta un supermercado Food King ubicado a kilómetro y medio de la frontera. Calderón cree que un buen samaritano que iba a cruzar hacia México le dio un aventón a su esposa.

La historia de Juan está plagada de palabras como “probablemente” y “yo creo” al intentar llenar las lagunas de la travesía de su esposa que lo sigue desconcertando.

Él comentó que su esposa creció en Ciudad Juárez, así que quizá se marchó a esa ciudad pensando que aún era su hogar. Una vez en México, se encontró con cuatro hermanas, que probablemente le recordaron a las suyas. Las mujeres se la llevaron, contactaron a sus parientes luego de ver las noticias en redes sociales sobre su búsqueda y la cuidaron hasta que llegaron a recogerla.

Juan Calderón dijo que sus hijos lo culpaban por lo que había pasado. “Estaban enojados conmigo porque pensaban que no le estaba poniendo atención. Es cierto que me volteé, pero no esperaba perderla”, afirmó. Calderón dijo que a su esposa nunca le había dado por deambular. Afirma que ahora, al salir, nunca le suelta la mano.

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