Con fuegos artificiales, música y gritos eufóricos, miles de brasileños acudieron el sábado a apoyar al expresidente Luiz Inacio Lula da Silva en el sindicato que vio nacer su carrera política, un día después de que saliera de la cárcel.
“Vine porque hoy es un día histórico para nuestro país con la libertad de nuestro presidente”, dice Thayla Lemos, que llegó al Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, en el cinturón obrero de Sao Paulo, para sumarse a la fiesta por la libertad de Lula.
Gracias a un fallo de la corte suprema, el exmandatario de 74 años recuperó su libertad el viernes tras haber permanecido 19 meses preso en la sede de la Policía Federal en Curitiba (sur), donde cumplía desde abril de 2018 una condena de más de 8 años de reclusión por corrupción y lavado de activos.
A sus 19 años, Lemos admite que recuerda poco del gobierno de Lula (2003-2010), pero asegura que para ella el líder de la izquierda “es el futuro del país”. “Si no fuera por él, yo no habría podido hacer la facultad de enfermería”, observa la joven.
El líder del Partido de los Trabajadores (PT) llegó después del mediodía al lugar, recibiendo a cada paso besos y abrazos de líderes sindicales, de la dirigencia su partido y de simpatizantes que encontraba a su camino.
– Volver al origen –
El Sindicato de los Metalúgicos -donde Lula se entregó a la policía el 7 de abril de 2018 ante una multitud de seguidores entristecidos- es el lugar que eligió para reencontrarse con sus compañeros de lucha política, que llegaron para celebrar a su “Lula libre”.
Ese sindicato fue además el lugar donde se gestó como líder gremial organizando huelgas masivas contra la dictadura militar (1964-1985).
“Ese día [de abril de 2018] fue una tristeza, cuando lo arrestaron y lo llevaron” a la cárcel, recuerda Cleidy Vieira Santos, una habitante de Sao Paulo. “Pero hoy es una alegria tenerlo de vuelta”, dice al borde de las lágrimas esta mujer de 54 años.
Bajo un sol abrasador, las calles aledañas a la sede del sindicato, de cuatro pisos, se fueron abarrotando de los más fieles seguidores del exmandatario, ansiosos por escuchar el discurso que prevé pronunciar desde lo alto de un camión. Al menos un par de personas se desmayaron por el calor y el espacio reducido entre la multitud.
El líder del PT purgaba una pena de 8 años y 10 meses de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero, una condena que siempre denunció como una maniobra para evitar que fuera reelegido en las elecciones de 2018, que ganó el ultraderechista Jair Bolsonaro.
“No tengo cómo describir lo que sentí ayer, fue el mejor viernes del año. Di un grito cuando supe que saldría” de la cárcel, dice con una gran sonrisa Tamara Blanco, de 38 años, una residente de Sao Bernardo.
Pese a su alegría por ver de nuevo a Lula, Cleidy Vieira Santos no deja de preocuparse por el futuro del líder de izquierda, que un día fue el presidente más popular de Brasil.
“Tengo miedo de que sea detenido de nuevo porque ellos (sus enemigos) son muy canallas, tenemos que salir a la calle” para defenderlo, afirma.