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Catar enfrenta una fuerte presión por su Mundial compacto

Catar enfrenta una fuerte presión por su Mundial compacto
Un estadio en construcción para la Copa Mundial 2022 en Doha, Qatar, el 6 de octubre de 2019. Con poco más de tres años hasta el partido inaugural, Qatar está lidiando con una realidad incómoda: la lucha por albergar a más de un millón de fanáticos extranjeros espera asistir. (Olya Morvan / The New York Times)

DOHA, Catar — Desde el día en que Catar fue nombrado como el país anfitrión de la Copa del Mundo de 2022 quedó claro que el torneo sería distinto a los anteriores.

Para empezar, Catar es un país diminuto y Doha, su capital, nunca ha organizado un evento de la escala de un Mundial. Catar ha dicho que eso es un aspecto positivo porque sería una oportunidad para montar el torneo más compacto de la historia, una celebración del fútbol que no tendrá las molestias y los gastos cuatrienales que conllevan los frecuentes viajes aéreos y los traslados de hotel en hotel.

Sin embargo, cuando ya solo faltan tres años para el partido inaugural, y ante las expectativas de la llegada de más de un millón de fanáticos extranjeros durante el torneo que dura un mes, los organizadores a cargo del alojamiento y el boletaje de la Copa del Mundo siguen luchando con una realidad incómoda e inescapable: Catar, el país más pequeño que haya albergado un Mundial, podría tener problemas con el número de habitaciones necesarias para hospedar a todos los visitantes.

En público, los organizadores aseguran que eso no será un problema. Se espera que un frenético programa de construcción y arrendamiento produzca las 100.000 habitaciones que exige la FIFA mediante una mezcla de hoteles, apartamentos, campamentos en el desierto e incluso barcos que actuarán como hoteles flotantes. Con ocho estadios y varias zonas destinadas a los fanáticos —ninguna de ellas a más de una hora de distancia— “los aficionados podrán ver más de un partido en vivo y al mismo tiempo disfrutar las zonas para aficionados, las playas, los restaurantes y las atracciones culturales del país, todo en un solo día”, comentó Nasser al-Khater, director ejecutivo del comité organizador local.

Sin embargo, aun con todas esas opciones, los organizadores siguen esperando una gran aglomeración de personas, en particular durante la fase de grupos, cuando los 32 equipos —y sus simpatizantes— se presenten al mismo tiempo.

En el día más ajetreado, los funcionarios de la Copa del Mundo predicen que habrá 160.000 visitantes en el país. Las preocupaciones han aumentado tanto que, a diferencia de otros Mundiales, donde las naciones sede esperaban que los aficionados visitantes se quedaran unos pocos días más como turistas, Catar en cambio espera persuadir a los visitantes para que asistan a varios juegos en un solo día y partan en cuanto se hayan acabado los boletos.

Según los funcionarios, su plan ayudará a mejorar dos aspectos preocupantes: la preventa de la mayor cantidad de boletos que sea posible lo que ayudará a minimizar la posibilidad de estadios vacíos, un aspecto que se convirtió en un telón de fondo nocturno que avergonzó a los organizadores de recientes campeonatos mundiales de pista y campo celebrados en Doha, y al mismo tiempo la reducción de la cantidad de aficionados viajeros… y la necesidad de miles de camas adicionales.

En esencia, los organizadores han vinculado su estrategia de vivienda con la del boletaje: quieren que cada almohada corresponda a un asiento en un juego.

No obstante, la política en el golfo está dificultando aún más un problema que ya es complicado. Albergar un exceso de visitantes en la Copa del Mundo —y desarrollar actividades para mantenerlos ocupados en los días entre los partidos que involucren a sus países— más bien se ha vuelto una inquietud apremiante a causa del bloqueo contra Catar que organizó un bloque de países vecinos de la región.

Estos vecinos, encabezados por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, alguna vez fueron considerados aliados para organizar una Copa Mundial del Golfo. En cambio, el bloqueo implica que ciudades como Dubái, que se encuentra a 30 minutos en avión de Doha, ya no son una opción para el excedente de alojamiento y entretenimiento. Los vuelos entre Catar y los EAU están suspendidos desde hace más de dos años y la disputa no ha mostrado señales de estar cerca de terminar (esas condiciones siguen estando sujetas a cambios de último momento; esta semana, por ejemplo, las selecciones nacionales de los países que participan en el bloqueo anunciaron que este mes iban a jugar un torneo de selecciones nacionales del Golfo a celebrarse en Catar, una extraña tregua en las tensas relaciones entre esas naciones).

La venta de boletos es otro problema. En torneos anteriores, la población local había representado el 40 por ciento de la compra de boletos, y grandes bloques de asientos —muchos ubicados en la categoría de los precios más bajos— estaban reservados para los aficionados nacionales.

Se espera que en Catar se siga dando la división de la venta de boletos para el extranjero y el país. Sin embargo, la riqueza extrema de la población local podría requerir un cambio de estrategia; en eventos anteriores celebrados en el país, los cataríes, como los ciudadanos de otros Estados ricos del Golfo, han demostrado una preferencia por las secciones vip en vez de por los boletos baratos entre las masas. Por ejemplo, en una reciente semifinal de la Liga de Campeones de Asia que se llevó a cabo en Doha, varios aficionados intentaron ingresar a la sección más exclusiva del estadio, aunque tuvieran asientos en otros lugares de un inmueble que prácticamente estaba vacío.

Un plan para el Mundial es darle la vuelta al reparto usual y hacer que varios asientos vip y de Categoría 1 —los boletos más caros que se encuentran disponibles para la venta general— sean exclusivos para los cataríes, de acuerdo con un funcionario informado sobre la estrategia de la venta de boletos.

La FIFA, el organismo responsable de la venta de boletos, señaló que el programa final para el boletaje seguía en negociaciones.

Catar también quiere encontrar la manera de lograr un equilibrio entre las sensibilidades locales de tendencia conservadora y la experiencia más festiva, a menudo llena de alcohol, que esperan tener los fanáticos extranjeros. Para lograr ese objetivo, es probable que se reserve otra categoría de boletos para una llamada sección familiar, donde serán vendidos a grupos de familias. La clasificación es común en Catar, incluso en algunos restaurantes, donde los grupos de hombres se sientan en zonas separadas de las mujeres y los niños.

Y en cuanto a los campeonatos mundiales de atletismo, donde hubo fuertes críticas a los estadios vacíos, los organizadores planean llenar los inmuebles ofreciendo boletos a algunos de los trabajadores importados que han trabajado duro bajo el calor abrasador para construir los estadios, los caminos, los hoteles y toda la infraestructura que requiere la Copa del Mundo.

En diciembre, habrá un ensayo de lo que pueden esperar los aficionados en 2022 —desde el alojamiento y la venta de boletos hasta una prueba de las reglas cataríes sobre el consumo de alcohol—, cuando Catar albergue el Mundial de Clubes de la FIFA. El torneo —donde participan campeones regionales de todo el mundo, entre ellos el Liverpool, el campeón reinante de Europa, y el Monterrey de México— se llevará a cabo en algunos de los inmuebles recién terminados para la Copa del Mundo.

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