SUNNYVALE, California — El ingeniero industrial Eddie Oh perdió su empleo durante la crisis financiera que azotó a Corea del Sur en 1998. Como no veía oportunidades a su alcance, juntó sus ahorros para comprar boletos de avión para su familia y viajar a California. Iban de vacaciones, le dijo a la embajada de Estados Unidos, la cual le otorgó a la familia visas de visitantes para una estancia de seis meses.
Se dirigieron a Sunnyvale, una comunidad de clase media en Silicon Valley, California, donde un familiar ya había rentado un pequeño apartamento. Los Oh se mudaron ahí; había nueve personas amontonadas en dos habitaciones. Oh se puso a trabajar pintando casas. Su esposa encontró empleo como mesera. Y sus hijos, Eli, de 11 años, y Sue, de 9, comenzaron a ir a la escuela.
“Siempre teníamos deudas. Nos costaba trabajo pagar la renta”, comentó Eli Oh, quien se formó como enfermero de terapia intensiva en la Universidad de Stanford. “Nunca nadie pensó que éramos ilegales aquí porque no concordábamos con el estereotipo”.
Difícilmente son los únicos. Pese a que el presidente Donald Trump ha apostado gran parte de su mandato a poner freno al movimiento de inmigrantes ilegales que atraviesan por la frontera sur, la ruta indirecta de la familia Oh para residir en Estados Unidos forma parte de una de las historias de inmigración a ese país menos conocida.
Aproximadamente 350.000 viajeros llegan todos los días por aire a Estados Unidos. Casi todos aterrizan procedentes de Asia, Sudamérica y África con visas que les permiten viajar, estudiar, hacer negocios o asistir a alguna convención durante un periodo autorizado. Pero si se quedan cuando ya ha expirado su visa, algunos caen en la misma situación de ilegalidad que a menudo se asocia con los migrantes que llegan por la frontera.
Casi la mitad de los 11 millones de inmigrantes que se calcula que están de manera ilegal en Estados Unidos no caminaron por el desierto ni vadearon el río Bravo para ingresar al país, sino que volaron y entraron con visa, pasaron la inspección en el aeropuerto… y se quedaron.
Según cifras nuevas recabadas por el Centro de Estudios de Migración, un centro de investigación apartidista, de los 3,5 millones de inmigrantes ilegales que entraron al país entre 2010 y 2017, el 65 por ciento llegó con un sello de permiso en el pasaporte. Durante ese periodo, se quedaron más personas procedentes de India que de cualquier otro país.
“Una noticia importante sobre la inmigración que se pasa por alto es que, en los últimos años, han llegado con visa el doble de personas de las que han cruzado la frontera de manera ilegal”, señaló Robert Warren, el demógrafo que hizo el cálculo de las personas que permanecieron en el país con base en la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense de la Oficina del Censo de Estados Unidos y que compartió esas cifras con The New York Times.
Debido a que Trump ha querido contratar a miles de agentes nuevos para la Patrulla Fronteriza y ha construido kilómetros de vallas nuevas, las autoridades federales de inmigración han dedicado relativamente pocos recursos a la cantidad mucho mayor de inmigrantes que se han quedado más tiempo del permitido por su visa.
El Departamento de Seguridad Nacional señaló que, en los últimos dos años, ha logrado reducir un poco el número de personas que se quedan más tiempo del que se indica en la visa, pero es difícil la aplicación de la ley porque las autoridades apenas están comenzando a tener acceso a una mejor información sobre quién ha vuelto a salir del país en avión y quién no.
“Ya que están en Estados Unidos, se encuentran totalmente libres porque hay muy pocas redadas en el interior del país”, comentó Jessica Vaughan, exfuncionaria federal de otorgamiento de visas que ahora es directora de políticas en el Centro de Estudios de Migración, el cual presiona para restringir la inmigración.
Casi la mitad rebasó el tiempo de permanencia autorizado por la visa
Según las cifras del centro de migración, las personas que se quedan más tiempo del que autoriza la visa representan cerca del 46 por ciento de los 10,7 millones de inmigrantes ilegales en Estados Unidos. Esto no se debe necesariamente a un incremento gigantesco de la cantidad de gente que se queda más tiempo, sino a que su proporción dentro del grupo de las personas indocumentadas ha aumentado por la gran disminución de las personas que cruzan la frontera desde el año 2000.
La cantidad más grande de personas que permanecen más tiempo del permitido —cerca de un millón— procede de México, un país vecino que tiene una larga historia de vínculos comerciales y familiares y una afluencia importante de gente que cruza la frontera. Pero el panorama está cambiando. Entre 2010 y 2017, 330.000 indios rebasaron el periodo de estancia de su visa, más que las personas de cualquier otra nacionalidad. También se quedaron muchas personas de China, Venezuela, Filipinas, Brasil y Colombia.
De acuerdo con el análisis del Centro de Estudios de Migración, muchos asiáticos ilegales en el país —incluyendo un gran número de indios— se han establecido como los Oh en Sunnyvale y sus alrededores, aproximadamente 80 kilómetros al sureste de San Francisco.
Apple, LinkedIn y otros titanes de la tecnología de la zona emplean a muchas personas a quienes les han dado su apoyo a fin de que obtengan una visa para trabajar de manera legal o su residencia permanente en Estados Unidos.
Algunos se quedan como proveedores de servicios de programación independientes después de que su visa ha expirado o tras dejar una empresa que los respaldó para conseguir la visa.
Pero ellos solo son una parte de la trama. Muchos indios que están en Sunnyvale de manera ilegal tienen empleos no calificados en el área de servicios y atienden a sus compatriotas adinerados que frecuentan los supermercados, las tiendas de ropa y los restaurantes indios a lo largo de El Camino Real, el principal corredor comercial.
Son personas como S. Singh, de 24 años, quien labora en un restaurante donde hace poco un grupo de indios reunidos para comer cenó espinacas y lentejas condimentadas y tomó masala chai. Singh, quien al igual que la mayoría de las otras personas que entrevistamos para este reportaje no quiso dar su nombre completo, dijo que había llegado como turista hacía dos años.
En las tiendas de abarrotes indias de las cercanías, los empleados indios colocaban té Taj Mahal, arroz basmati y mangos kesar enlatados en los anaqueles. Dudaron en responder a las preguntas más allá de decir que habían entrado como turistas. Uno de ellos dijo que había llegado con una visa de estudiante que ya había vencido.
En una tarde reciente, dentro de un restaurante cerrado, antes del servicio de la cena, dos trabajadores y dos trabajadoras de India estaban dormidos y arropados sobre una banca larga donde más tarde se sentarían sus clientes. Ankit, un ingeniero indio con visa de trabajo que entró con la esperanza de poder comer algo solo para darse cuenta de que era demasiado temprano, supuso que están de manera ilegal en el país, así como el conductor indio de Uber que lo había llevado hasta ahí.
“No hay caminos legales para la gente que trabaja en los restaurantes y las tiendas de abarrotes”, comentó. “Estos trabajadores vienen para tener una vida mejor”.
Muchos no quieren perder su situación legal
Muchas de las personas que se quedan más tiempo de lo que permite su visa no tienen la intención de permanecer ilegalmente, señaló Kalpana Peddibhotla, abogada especialista en migración en la bahía de San Francisco.
“Llegaron con un objetivo específico y cayeron en la ilegalidad por diferentes razones para luego darse cuenta de que no existe un mecanismo fácil que corrija su situación legal irregular”, afirmó.
Los egresados de universidades estadounidenses, a quienes se les permite quedarse a trabajar en Estados Unidos durante cierto tiempo, no respetan los plazos o cometen errores en las formas de inmigración, lo cual automáticamente los hace candidatos a la deportación. Algunas veces, los empleadores transfieren a los trabajadores extranjeros a instalaciones nuevas y no realizan los trámites de la manera en que se requiere, lo cual también invalida su situación legal.
“Se quedan porque aquí hicieron su vida, compraron casa y tuvieron hijos”, comentó Peddibhotla, quien se familiarizó con los casos de los indios que se quedaban cuando estuvo en el consejo directivo de la Asociación de Abogados de Asia del Sur en América del Norte.
En especial entre los asiáticos, el hecho de ser ilegales avergüenza a la familia. Al igual que muchos otros, Oh, su esposa y su hija no quisieron ser entrevistados para este artículo pese a que la hija pudo ayudarles a sus padres a obtener su permiso de residencia después de que se casó con un estadounidense.
“A mis padres no les enorgullece haber infringido la ley”, comentó Eli Oh, quien también cuenta ya con su permiso de residencia. “Hasta la fecha, la mayoría de sus amigos de la iglesia no saben que fueron indocumentados”.