Orleans, Massachussets – La tortuga lora marina, que se encuentra entre los ejemplares más raros y amenazados de las siete especies de tortugas marinas, fue encontrada inmóvil poco después de una marea alta en la playa Skaket de Cabo Cod. Estaba en serias dificultades.
Bob Prescott, exdirector del Santuario de Vida Silvestre de la Bahía de Wellfleet de la Sociedad Mass Audubon, recogió a la criatura con cuidado y pronto le asignaron el número 112 para intentar salvarle la vida.
“Tratamos a todos los ejemplares como si estuvieran vivos”, comentó Prescott, que es conocido por crear conciencia acerca de la sorpresiva presencia de las tortugas marinas en el cabo. Desde que Prescott encontró a la primera tortuga varada en una playa de esa zona en 1974, la cantidad de ejemplares no ha hecho más que aumentar.
Se trata de un fenómeno que los investigadores relacionan cada vez más con el cambio climático, al igual que el aumento de 27 centímetros en el nivel del mar que se presenta en la región desde 1922.
En el ámbito mundial, los océanos han absorbido más del 90 por ciento del calor atrapado por las emisiones de gas de efecto invernadero producidas por el ser humano. El golfo de Maine, en donde el cabo traza una espiral, se ha calentado “bastante rápido”, comentó Lucas Griffin, investigador posdoctoral del departamento de Conservación Medioambiental de la Universidad de Massachussets Amherst. “Algunos hablan de un 99 por ciento más rápido que el resto del océano”.
Las tortugas loras marinas viajan desde sus lugares de desove por toda la costa del golfo de México siguiendo las corrientes del océano. Como el agua que se encuentra más al norte se calentó, ellas continuaron esa ruta. La mayoría de las tortugas que siguen apareciendo en cabo Cod suelen tener entre 2 y 4 años.
“Al parecer, las tortugas loras, y también las tortugas caguamas, están migrando hacia el norte en el verano a medida que aumenta la temperatura del agua”, afirmó David Steen, director de investigación en herpetología en la Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de Florida. “Pero luego, cuando entra el invierno, no están preparadas para esa baja en la temperatura y sufren una parálisis por frío”.
De acuerdo con información del santuario, en 2014 se registró un récord de 1241 ejemplares que llegaron a las costas paralizados por el frío.
“Actualmente en el cabo la gente se refiere a esta época como la temporada de tortugas marinas varadas”, narró Tony LaCasse, que en ese momento era director de relaciones con la prensa en el Acuario de Nueva Inglaterra (LaCasse dejó de trabajar en el acuario poco después de este artículo). El acuario es un eslabón clave en la cadena humana dedicada al rescate y la rehabilitación de tortugas afectadas por la parálisis por frío.
La cadena comienza en las playas de cabo Cod donde los voluntarios, incluyendo familias, jubilados y una clase de Literatura de la Universidad Estatal de Pensilvania, caminan por la costa en busca de tortugas.
Los grupos salen cuando la temperatura del agua baja a 10 grados Celsius y después de un día o dos en que los vientos sostenidos han contribuido a arrojar a las tortugas a la costa, condiciones que un estudio reciente confirmó que en gran medida están vinculadas con el encallamiento de las tortugas. El Santuario para Vida Silvestre de la Bahía Wellfleet de la Sociedad Mass Audubon ayuda a coordinar los esfuerzos.
Después de recoger al ejemplar 112 de la playa, Prescott lo condujo hasta el santuario que está aproximadamente a quince minutos de distancia. Por lo general, las tortugas que son llevadas al santuario son colocadas en una habitación a casi 13 grados Celsius. La temperatura es fundamental: calentar con demasiada rapidez a una tortuga paralizada por el frío puede estresar al animal, y podría provocar su muerte. Evitar el estrés también es la razón por la que todo el mundo susurra en la habitación de las tortugas.
“Sus niveles de cortisol, la hormona del estrés, son muy elevados, así que tratamos de evitar estimularlas más”, afirmó Karen Dourdeville, que coordina el programa del santuario para tortugas rescatadas.
Después de pesar a las tortugas, medirlas y escanearlas buscando tarjetas de identificación similares a los implantes de microchips que se usan para rastrear mascotas, se les coloca en una caja de plátanos. (Hasta ahora, tres de las tortugas rescatadas este año ya habían padecido de la parálisis por frío y habían sido rescatadas, una en 2017 y dos en 2018).
“Las cajas de plátano son perfectas”, comentó Jenette Kerr, coordinadora de mercadotecnia y comunicación en el santuario. Además de ser fáciles de transportar, “puedes ver el interior pero las tortugas no pueden ver mucho”. Tener una visión limitada ayuda a mantenerlas calmadas.
Las tortugas son animales de sangre fría y dependen de las temperaturas circundantes para regular su temperatura corporal, lo que las hace sumamente susceptibles a las temperaturas ambientales.
La forma del cabo Cod, una península en forma de gancho, es especialmente confusa para las tortugas que migran. Conforme avanzan al sur entran en la parte abierta del gancho, la única entrada y salida. Para marcharse, las tortugas deben nadar de regreso por donde vinieron, por el norte, rodeando el gancho. Es desconcertante que las tortugas no sean los únicos animales que se quedan atascados. En enero, resulta frecuente que los delfines también deban ser rescatados.
El ejemplar número 112 del Santuario de Vida Silvestre de la Bahía de Wellfleet de la Sociedad Mass Audubon fue llevado a un hospital veterinario administrado por el Acuario de Nueva Inglaterra a las afueras de Boston. Aquí fue donde se le dio ese número a la tortuga: escrito con un marcador en el caparazón. Las tortugas que reaccionan son colocadas en una piscina con agua calentada a casi 13 grados Celsius y se les ayuda a nadar para hacer que la sangre circule por todo su cuerpo.
A lo largo de cuatro días, las tortugas son expuestas de manera gradual a temperaturas más cálidas, las cuales son elevadas de forma gradual de 13 a 24 grados Celsius.
“En ese momento se considera que está a una temperatura estable”, comentó Melissa Joblon, veterinaria auxiliar del Acuario de Nueva Inglaterra.
Todos los animales reciben sueros y antibiótico, “pero si sus pulmones lucen en buen estado y están progresando, quizá sea lo único que necesiten”, aseguró Joblon.
No obstante, el ejemplar 112, como casi la mitad de las tortugas que terminan cerca del cabo Cod, no llegó en buenas condiciones. Joblon tuvo que intubar a la tortuga y ponerla en un respirador artificial.
Las tortugas estables son enviadas a acuarios en todo el litoral Atlántico porque el hospital no fue diseñado para atender a esa cantidad de tortugas. A menudo, las tortugas viajan en avión privado, cortesía de una red de pilotos voluntarios organizados por una asociación sin fines de lucro denominada Turtles Fly Too (las tortugas también vuelan). “Reducir el tiempo de transición aminora el estrés en las tortugas y mejora los resultados”, declaró LaCasse.
Es demasiado pronto para dar un pronóstico para el ejemplar 112. Al cabo de once días de su rescate, la tortuga fue transferida al Acuario Nacional de Baltimore, lo que significa que estaba lo suficiente estable para viajar, un síntoma positivo. A partir de ese momento se le cambió el nombre a Stilton (este año el tema elegido por los voluntarios para nombrar a las tortugas rescatadas fue el queso). Si se rehabilita, la trasladarán hasta una playa con temperaturas oceánicas apropiadas y será liberada en la naturaleza.
Un estudiante de la Universidad Estatal de Pensilvania lleva a la tortuga marina lora número 112 de regreso al estacionamiento en la playa Skaket para que sea pesada, medida y numerada en el cercano Santuario de Vida Silvestre de la Bahía de Wellfleet de la Sociedad Mass Audubon en Orleans, Massachussets, el 23 de noviembre de 2019. (Kayana Szymczak/The New York Times).