No hay ningún plan para evacuar la embajada en Bagdad”, aseguró un portavoz del departamento de Estado.
Miles de simpatizantes de los paramilitares iraquíes proIrán entraron por la fuerza este martes en la embajada de Estados Unidos en Bagdad, en protesta por los bombardeos estadounidenses en Irak, en una acción “orquestada” por Irán según el presidente Donald Trump.
Desde hace meses, los dirigentes iraquíes piden a sus aliados estadounidense e iraní -enemigos acérrimos entre sí- que no conviertan su país en un campo de batalla.
El presidente estadounidense, Donald Trump, acusó a Irán de ser “plenamente responsable” del ataque inédito contra la embajada estadounidense y dijo que esperaba que el poder iraquí proteja a la delegación.
El secretario de Estado, Mike Pompeo, advirtió a los dirigentes iraquíes que Washington “protegerá” a los estadounidenses, y el Pentágono ya anunció el envío de refuerzos para proteger la cancillería.
Washington descartó, en cambio, este martes evacuar su embajada en Bagdad. “El personal estadounidense está a salvo y no ha habido infracciones. No hay ningún plan para evacuar la embajada en Bagdad”, aseguró un portavoz del departamento de Estado en una declaración comunicada a la prensa.
El embajador estadounidense, Unis Matt Tueller, ausente por un “viaje personal”, se disponía a regresar a la cancillería en la capital iraquí, añadió.
Los manifestantes se rebelan contra los bombardeos que Washington realizó el domingo en el oeste de Irak, y en los que murieron 25 combatientes de las brigadas del Hezbolá, grupo armado chiita iraquí miembro de las Fuerzas de Movilización Popular, coalición de paramilitares dominada por facciones proIrán integradas en el ejército iraquí.
Los miles de manifestantes y partidarios de estas fuerzas, que participaban en el cortejo fúnebre de los combatientes abatidos, lograron atravesar los puestos de control de la Zona Verde de Bagdad, donde se encuentran la embajada estadounidense e instituciones iraquíes.
A continuación, invadieron el vestíbulo donde la seguridad de la embajada controla a los visitantes, quemaron instalaciones de seguridad en el exterior, arrancaron cámaras de vigilancia, tiraron piedras contra las torretas de los guardias y cubrieron los cristales blindados con banderas de las Fuerzas de Movilización Popular y de las brigadas del Hezbolá.
Desde el interior del edificio, las fuerzas estadounidenses primero realizaron algunos disparos de balas reales al aire y después lanzaron granadas lacrimógenas y aturdidoras para dispersar a los manifestantes. Las Fuerzas de Movilización Popular dieron cuenta de 62 heridos.
– “Soleimani es mi líder” –
Dos horas después de que empezara el asalto, el primer ministro iraquí, el dimisionario Adel Abdel Mahdi, instó a retirarse a los manifestantes, quienes anunciaron una sentada ilimitada delante de la embajada.
Las fuerzas especiales iraquíes se desplegaron alrededor del edificio, haciendo retroceder a los manifestantes que se dirigieron hacia otra puerta. Dos helicópteros estadounidenses sobrevolaban la zona, constató un fotógrafo de la AFP.
Cientos de ellos se instalaron bajo tiendas de campaña delante de la embajada. Algunos comenzaban a preparar comida, por lo que aparentemente prevén pasar la noche.
“No a Estados Unidos” o “Cerrado por orden de las brigadas de resistencia” eran algunos de los lemas que escribieron en las paredes de la embajada. “Soleimani es mi líder”, decía otra pintada, en referencia al poderoso general iraní Qasem Soleimani, que preside las negociaciones para formar el futuro gobierno en Irak.
Estados Unidos llevó a cabo los bombardeos en respuesta a la muerte, el viernes, de un contratista estadounidense en el undécimo ataque con cohetes en dos meses contra instalaciones estadounidenses en Irak. Aunque el ataque no fue reivindicado, Washington lo imputó a las brigadas del Hezbolá.
– Crece sentimiento antiestadounidense –
El bombardeo de Washington atizó el sentimiento antiestadounidense entre los simpatizantes proIrán en Irak, un país sacudido desde el 1 de octubre por una revuelta popular contra el gobierno iraquí, acusado de corrupto e incompetente, y contra Irán, cada vez más influyente en el país.
Las facciones armadas y políticas proIrán lideran una campaña para denunciar el acuerdo de cooperación irako-estadounidense, en virtud del cual hay 5.200 soldados norteamericanos en Irak.
Los estadounidenses, que invadieron Irak en 2003 y derrocaron al dictador Sadam Husein, se retiraron del país en 2011. Sin embargo, en 2014 regresaron a Irak en el marco de la coalición internacional contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
En los tres años de guerra contra el grupo EI, los estadounidenses combatieron junto a los milicianos de las Fuerzas de Movilización Popular.
Pero, ahora, fuentes norteamericanas aseguran que las Fuerzas de Movilización Popular -que cuentan con unidades nacidas para luchar contra la ocupación estadounidense- suponen una mayor amenaza para Estados Unidos que el EI.
El primer ministro iraquí admitió que el Pentágono le había advertido de los ataques antes de que se produjeran y que el gobierno “intentó avisar a los comandantes”.
Y estos dos últimos días, más de un centenar de diputados firmaron una petición para que se debata la expulsión de tropas extranjeras de Irak.