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Opinión: ¿Qué pasará ahora con los europeos que aman el Reino Unido?

Opinión: ¿Qué pasará ahora con los europeos que aman el Reino Unido?
Foto/ AFP

Un italiano que alguna vez vivió feliz ahí se pregunta cómo reconfigurará el brexit los sentimientos del resto de la gente de la unión europea hacia el reino unido.

MILÁN, Italia — La primera vez que estuve en el Reino Unido tenía 15 años; fue a mediados de 1972. El país no era parte de la Comunidad Económica Europea, que antecedió a la actual Unión Europea, pero se uniría seis meses después, el 1.° de enero de 1973.

Muchas familias italianas enviaban a sus hijos al norte a estudiar inglés en centros turísticos venidos a menos como Eastbourne, en la costa sur del país, junto con adolescentes de toda Europa. Lo agradecíamos, pero aprender el idioma no era prioridad en nuestra agenda; nos interesaba más conocer a las chicas escandinavas. Y nos encantaba la nueva música emocionante: en Italia, una estrella de rock como Alice Cooper habría sido arrestado o confundido con un extraterrestre… probablemente ambas.

Más que nada, nos maravillaba ese pintoresco país, donde los ciudadanos tenían libras y no kilogramos, los restaurantes servían estofado de carne y puré de papa, las familias disfrutaban paseos en burro por la playa bajo la lluvia y los cabezas rapadas —los bandoleros locales— se portaban mal en el malecón todos los fines de semana, algo admirable tan solo por su regularidad.

Han pasado casi 48 años desde que llegué al Reino Unido. Ahora el país abandonará la Unión Europea el 31 de enero, después del referendo de 2016 sobre el brexit y la triunfante victoria electoral del primer ministro Boris Johnson en diciembre. Cuando viaje al Reino Unido en febrero de 2020, el país ya no formará parte de la UE, así como en 1972. Todavía no puedo hacerme a la idea. Soy uno de los europeos continentales que se han marchado al Reino Unido para luego volver al lugar de origen.

Después de ese verano en Eastbourne, pasé cinco años viviendo en el Reino Unido, en tres direcciones de Londres (sin contar un periodo de okupa en el barrio suburbano de Leytonstone en 1979). Durante diez años escribí para The Economist y he sido miembro del Reform Club en Londres por 34 años. Hubo muchos viajes (desde Cornualles hasta las islas Hébridas Exteriores), unos cuantos libros y programas de radio, una decena de grandiosos amigos ingleses —todos ellos votaron por quedarse en la UE, claro está— y una OBE (Orden del Imperio Británico) que la reina Isabel tuvo la gentileza de conferirme en 2001 por explicarles a los italianos cómo son los británicos y viceversa (no fue difícil, su Majestad: solíamos caernos bien).

En poco más de un año, cuando el periodo de transición termine y el Reino Unido haya dejado la UE para siempre, probablemente será necesario que obtenga una visa para regresar al país que tuvo un lugar tan importante en mi vida, dado que soy de nacionalidad italiana. Si vuelo de Milán a Hong Kong, no necesito una; para volar de Milán a Heathrow, en Londres, supongo que sí la necesitaré.

¿Estoy molesto? No. Sorprendido, sí. Y decepcionado, en cierta forma. Al igual que millones de compatriotas europeos, todavía no logro digerirlo. ¿Por qué pasó de esta manera? Tres millones y medio de europeos continentales viven en el Reino Unido (y medio millón de ellos son italianos). Muchos más han vivido ahí y desde entonces vuelven con frecuencia por negocios, por placer, para ver a sus amistades. Porque nos gusta el lugar, la cerveza o la gente, o tal vez por todas esas cosas. Porque sentimos la diferencia, física y moral, en la atmósfera. “La curiosa, húmeda, franca, animada, despreocupada y lenta falta de forma de todo” fue la manera en la que el autor John Galsworthy describió el país en 1917.

Nada nos impide regresar al Reino Unido, por supuesto, pero las cosas serán distintas. Tememos no sentirnos tan bienvenidos.

Italia, Alemania, Suecia, Polonia, España —incluso Francia— consideraban a Londres la capital no oficial de Europa. Roma es más vieja, puede que París sea más majestuosa, Berlín tal vez sea más poderosa y Bruselas, claro está, es donde las reglas comunes se establecen y se asignan los recursos compartidos. Pero la casa de las ideas siempre fue Londres: ahí estaban la mejor escritura, las mejores películas, la mejor música, el mejor futbol, el mejor diseño, se podría decir que el mejor arte y algunos de los jóvenes más inteligentes. Hasta la mejor comida, en fechas recientes, dado que gente de toda Europa —y otras latitudes— han llevado sus habilidades y tradiciones.

Durante años, Londres ha sido la proa de Europa, con el mascarón surcando hacia nuevas aguas. Pero ¿una proa sin barco? ¿Flotará o se hundirá?

El primer ministro Johnson afirmó durante la campaña de reelección que los ciudadanos de la UE que residen en el Reino Unido lo han considerado “su país” desde hace ya demasiado tiempo. ¿Por qué dijo eso? Como un británico inteligente, de mundo y exalcalde de Londres, entiende las contribuciones que los europeos han hecho al éxito del Reino Unido: desde la excelencia de sus escuelas hasta la del ámbito académico, desde la alta tecnología hasta el comercio, desde el servicio médico nacional hasta el sector financiero, que ayuda a pagar todo eso. Los ciudadanos de la UE han considerado al Reino Unido su propio país porque eso es lo que ha sido. Un nuevo hogar dentro de una casa más grande: la unión.

Eso no es todo. El Reino Unido de Johnson puede verse tentado a atraer talento y capital ofreciendo una especie de paraíso libre de impuestos desregulado. Claro, el mandatario espera que Donald Trump resulte reelecto en noviembre y le ofrezca al Reino Unido una nueva “relación especial” más equilibrada que la actual. ¿Cómo reaccionaremos a eso?

La Unión Europea es poderosa y no permitirá la creación de un Shenzhen en el Támesis (o de un Panamá del otro lado del canal, si lo prefieren). No obstante, es probable que los europeos, como individuos —la gente como yo—, seamos más generosos.

Amaremos al Reino Unido sin importar lo que pase, pero ¿lo admiraremos y respetaremos en el futuro como lo hicimos en el pasado?

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