En China las autoridades anunciaron el viernes, por segundo día consecutivo, que no se registraron nuevos casos.
Mientras la pandemia del nuevo coronavirus pone en jaque a Europa, cada vez más chinos intentan convencer a sus hijos en el exterior para que regresen al país, y algunos incluso les pagan vuelos en aviones privados.
Cuando en Italia, Francia, España y Alemania el número de casos no cesa de crecer exponencialmente, en China las autoridades anunciaron el viernes, por segundo día consecutivo, que no se registraron nuevos casos de contaminación local con el COVID-19.
Como resultado, decenas de miles de estudiantes o profesionales chinos regresan a casa, así como la mayoría de los equipos de fútbol de primera división, que realizaron entrenamientos de pretemporada en el extranjero.
Pero el regreso está lleno de dificultades: los vuelos a China ahora son pocos y muy caros, el contagio es posible en el avión y, a su llegada, se les impone una cuarentena de 14 días, generalmente en un hotel que tiene que pagar el repatriado.
Es un dispositivo al que Zhao Yidong, un consultor informático de 29 años que ha regresado de una misión en Francia, no ha escapado.
“Mis padres estaban muy preocupados, me llamaban todos los días”, dijo a la AFP desde un hotel de dos estrellas en Yangzhou, su ciudad natal, donde está confinado.
“Me quedaban tres semanas en Francia. Pero como (Donald) Trump cerró las fronteras estadounidenses a personas de Europa, tenía miedo que China hiciera lo mismo. Así que preferí regresar antes”, relató.
Cuando llegó a Shanghái se sometió a controles médicos y luego las autoridades lo llevaron al hotel.
“¡Los ánimos están bien! No tengo nada de qué quejarme: todos los días, un médico nos examina y los empleados nos dejan tres comidas completas en la puerta”, relató.
– “Irresponsables” –
Las autoridades pagan la mitad de su estadía y el resto corre a su cuenta: 1.680 yuanes (220 euros, 236 dólares) por 14 noches. “Aplaudo esta cuarentena. Prefiero eso que arriesgarme a infectar a mi familia”, comentó.
Pero después de haber sido a veces víctimas de ataques racistas en Europa, como posibles portadores del virus, los chinos en el extranjero ahora se enfrentan a la desconfianza de una parte de sus compatriotas cuando regresan a casa.
En las redes sociales, varios denuncian a estos retornados “irresponsables” que reintroducen el coronavirus a China, donde ya se han identificado más de 200 casos importados.
Esta semana, el Centro de para el Control y Prevención de Enfermedades en Pekín aconsejó a los estudiantes que eviten los retornos que no sean “absolutamente necesarios”.
Esta hostilidad, sin embargo, no disuadió a Yang Qingyun, de 28 años, estudiante en Múnich, Alemania.
“Tenía la sensación de que la epidemia explotaría en Alemania. La mayoría de los alemanes no se tomaba la enfermedad en serio y temía que mi hija se infectara”, dijo a la AFP.
Ahora está en cuarentena en su casa en Shanxi, en el norte del país.
Su compatriota Effy Zhang, una investigadora de 27 años, prefiere quedarse en Düsseldorf en lugar de ceder ante sus padres y regresar a su pequeña ciudad china, donde los hospitales “le inspiran menos confianza que en Alemania”.
“Tengo mi propio departamento aquí, así que puedo aislarme fácilmente. Estoy tratando de correr más y tomar vitamina C, con la esperanza de que mejore mi sistema inmunológico”, apuntó.
– Pitufos –
Sin embargo su padre, Zhang Bing, no está tan tranquilo.
“Lo que me temo es que el sistema médico alemán esté saturado, sin los recursos necesarios en personal, material o suministros”, explicó a AFP.
Se trata de una preocupación alimentada por las imágenes que circulan en las que parece que en Europa no se teme al nuevo coronavirus, como un video en el que se ve una concentración de 3.500 personas disfrazadas de pitufos en Francia, o los parques de París abarrotados de gente. La actitud del primer ministro británico, Boris Johnson, criticado por reaccionar demasiado lentamnte, tampoco ayuda.
“La epidemia es grave en el Reino Unido y la política de Boris no está adaptada”, dijo un estudiante llamado Zhou, poco después de desembarcar en el aeropuerto de Shanghái.
Un padre aterrorizado –con muchos recursos– envió un avión a Londres para repatriar a su hija, según la compañía china IFlyPlus. La factura no es para cualquiera: 1 millón de yuanes (unos 130.000 euros, 140.000 dólares).
Esa empresa afirmó a AFP que en la primera quincena de marzo había registrado un aumento del 227% en el número de conexiones a China.
Pero muchos otros chinos no tienen la posibilidad de regresar.
Sun Qiujie, de 27 años, empleado en una empresa de publicidad en París, debe “seguir trabajando”.
“Mis padres se están volviendo locos, quieren que vuelva a casa. Cada vez que hablamos por teléfono, discutimos”, dice.
Li Song, un humorista de 37 años en Francia para participar en varios espectáculos, tampoco podrá regresar. Quería adelantar su vuelo, inicialmente previsto para primeros de abril, pero le ha sido imposible.
“No puedo contactar con Air France. Y escuché que 100.000 personas iban a regresar esta semana a Shanghái, donde yo voy. Hay un riesgo de infectarse en el viaje. Entonces tal vez sea mejor quedarse aquí por ahora”, comentó.