Mitch Cassel, un oftalmólogo de 64 años que trabaja en el Rockefeller Center, se puso por primera vez su máscara este viernes para ir al banco y comprar comida.
Con bandanas camufladas, máscaras quirúrgicas u otras hechas en casa con viejas sábanas, los neoyorquinos, en el ojo de la tormenta de coronavirus en Estados Unidos, intentan adaptarse a las nuevas recomendaciones. Todo sirve, y algunos hasta sugieren… un sujetador cortado al medio.
Mitch Cassel, un oftalmólogo de 64 años que trabaja en el Rockefeller Center, se puso por primera vez su máscara este viernes para ir al banco y comprar comida.
“La salud es riqueza ahora”, dijo a la AFP en la fila de un almacén.
Cassel sigue las últimas recomendaciones del alcalde de la ciudad, que registra ya más de 5.000 casos y 1.560 muertos por el virus, pero dijo que no comprende por qué el porte de máscaras y el confinamiento no son aún medidas nacionales.
“El presidente ha hecho un muy mal trabajo a la hora de comunicar”, lamentó. “Los protocolos son inconsistentes”.
Al inicio de la pandemia, las autoridades dijeron que no era necesario usar una mascarilla si uno no está infectado con el covid-19 ni está en contacto con personas infectadas. A raíz de la escasez de máscaras, existía el temor de que no alcanzaran para el personal médico.
Pero el presidente Donald Trump anunció el jueves que estaba considerando declarar obligatorio el uso de mascarillas para impedir que personas infectadas pero sin síntomas contagien a los demás.
Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, gubernamental) difundirán recomendaciones en los días venideros, indicó el vicepresidente Mike Pence.
– Chic y cómoda –
La fotógrafa Jade Albert, de 60 años, paseaba el viernes su perro en el Upper West Side mientras portaba una máscara gris con una válvula para respirar, similar a la que usa la actriz y empresaria Gwyneth Paltrow.
La compró a fines de febrero, antes de que se confirmara el primer caso de coronavirus en la ciudad.
“Vi a Gwyneth Paltrow usándola cuando publicó una foto suya en Instagram y quise la misma”, dijo a la AFP.
“Es muy cómoda, mucho más que las otras máscaras”.
Concuerda con el alcalde Bill de Blasio en que todo el mundo debe cubrirse el rostro al salir de casa.
“Tenemos que hacer todo lo que podamos”, sostuvo.
“Si la gente quiere usar bufandas, puede. En muchos casos, las bufandas son mejores (que las máscaras). Son más gruesas”, dijo Trump a periodistas.
“Agarren una bufanda o una bandana, cualquier cosa que tengan en casa, y cúbranse la cara si van a estar en contacto cercano con personas que no son de su propia familia”, insistió el viernes el alcalde De Blasio, en declaraciones al canal CNN.
“Eso ayuda a proteger a otras personas. No es una manera de impedir la posible infección que usted puede experimentar”, explicó, siguiendo los pasos del gobernador de California, Gavin Newsom, que hizo recomendaciones similares el jueves.
– Entregado a Dios –
Pero no todos usan máscaras, entre ellos un repartidor de comida mexicano que solo quiso identificarse como Vicente.
“No uso máscara porque confío en Dios que todo va a estar bien. Me ahogo con la máscara, no puedo respirar”, dijo a la AFP este empleado de la empresa de repartos Relay, de 39 años.
“Estoy tomando una pastilla para prevenir el virus, no te puedo decir cuál es, es personal”, contó.
Muchos estadounidenses están fabricando sus propias máscaras de tela, como en otras partes del mundo. El New York Times publicó el martes un tutorial explicando cómo hacerla sin una máquina de coser. Algunos lectores incluso recomendaron fabricarla cortando un sujetador a la mitad.
Stacey Lewis, otra neoyorquina, contó que una amiga que acaba de perder su empleo en la industria de la moda está fabricando máscaras para todo su edificio.
“Hay una enfermera en mi edificio así que estamos dando las máscaras que ya compramos a ella, y usamos las que hace mi amiga”, relató.
Pero el farmacéutico neoyorquino Fazal Rehman, del Upper East Side, aseguró que “las personas están almacenando máscaras” para luego venderlas más caras.
El lunes espera recibir 300 nuevas máscaras, que cuestan dos dólares cada una, y entregarlas gratuitamente.
“Somos la primera potencia mundial. ¿Cómo es que no estamos preparados para esto”, se preguntó.