,

Este escultor puertorriqueño combate el desastre con su espíritu

Este escultor puertorriqueño combate el desastre con su espíritu
"María-María” (2019), de Daniel Lind-Ramos, en la Bienal del Museo Whitney de Nueva York, 13 de mayo de 2019. La obra está hecha con un cuenco metálico, un banco de madera, cocos, un tronco de palmera, una hoja de acero, cuerda y cuentas (Vincent Tullo/The New York Times)

Para el artista Daniel Lind-Ramos (un héroe en Puerto Rico cuyos ensambles escultóricos parecen altares hechos con objetos cotidianos y que apenas fue reconocido en Estados Unidos), marzo iba a ser una celebración de su nueva visibilidad, que comenzó con la Bienal del Museo Whitney en 2019.

A principios del mes pasado, inauguró en Nueva York su primera exposición individual en la Galería Marlborough ubicada en Chelsea. Luego, fue a Florida para recibir el Premio Pérez de 50.000 dólares que otorga el Museo de Arte Pérez de Miami. Regresó a Nueva York para estar cerca de su exposición, visitarla con colegas y amigos, y estar disponible para los coleccionistas y los medios.

Poco después, la crisis del coronavirus lo cerró todo (la galería, que se puede visitar con cita, publicó la exposición en línea en marlboroughgallery.com).

Antes de su regreso a Puerto Rico esta semana, Lind-Ramos, de 66 años, pasó marzo igual que muchos de nosotros: solo en un lugar alquilado en East Harlem, haciendo algunas visitas necesarias al supermercado, viendo películas, dando seguimiento a la calamidad a través del sonido de las sirenas y los terribles mensajes en línea.

Y dibujando.

“Tenemos que echar mano de todo lo que está a nuestro alcance para crear imágenes”, dijo Lind-Ramos. “No estoy en mi estudio, pero tengo papel, bolígrafos, lápices. Así que puedo reaccionar a la situación”.

En cierto sentido, el desastre no le es desconocido.

Pensemos en la historia de marginación que enfrentaron los puertorriqueños negros —los afrodescendientes, como se les conoce— que conforman comunidades como la suya, Loíza, donde nació y trabaja hasta la fecha. Pensemos en la década pasada de crisis financiera y austeridad de Puerto Rico, supervisada por un consejo que impuso Washington y que ha echado por tierra los ingresos y destrozado la economía.

Y pensemos en el huracán María, un desastre natural agravado por el fracaso gubernamental, que devastó la isla en septiembre de 2017, dejó una cifra oficial de casi 3000 muertos y colapsó la infraestructura al grado de que se necesitó casi un año para restablecer la electricidad por completo.

“Estuvo feo”, dijo Lind-Ramos. “María, ni hablar. Lo destruyó todo”.

Pero la crisis también sacude el lenguaje visual, el sistema de los signos, a medida que los objetos familiares o incluso los colores adoptan significados enriquecidos, mientras otros brotan de la nada para volverse protagonistas.

La energía que prevalece en los ensambles de Lind-Ramos es vibrante, incluso gozosa. Sus esculturas combinan cocos y hojas de palma con pelotas de baloncesto y manos enguantadas que se asoman para golpear tambores y tamborines. Sus yuxtaposiciones de una vieja televisión, sartenes que son reliquias de familia o una vitrina para alimentos con tela de yute y residuos de plantas tropicales en su interior tienen un humor proletario.

Cuando los toldos de color azul intenso de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por su sigla en inglés) cubrieron los techos perforados en toda la isla, Lind-Ramos también trabajó con estos. Una lona de FEMA conforma las vestiduras vívidas de su “María, María”, una representación objetual de la Virgen María que también es un juego de palabras con el nombre del huracán y que apareció en la bienal (después, el Museo Whitney adquirió la obra).

“Donde encuentras objetos relacionados con una catástrofe, puedes crear imágenes. Porque tienen una historia, no solo en términos de la procedencia del objeto, sino una historia relacionada con las consecuencias de la catástrofe”, dijo Lind-Ramos.

“Así que puedes crear imágenes cuya factura no es complicada, pero eso no significa que no serán fuertes o que no llegarán a muchas personas. Ahí yace un gran poder”.

Lind-Ramos creció en una familia de artesanos; él hace sus propias máscaras para las Fiestas de Santiago Apóstol cada año e incorpora estos íconos en su arte.

Sus materiales provienen de la cocina, la construcción, la jardinería, las celebraciones. Sus zapatos viejos a veces se vuelven parte de su obra. El protagonista de una de sus esculturas nuevas es un rallador enorme, que se usa para el coco o la yuca, que le dio una vecina ya mayor, herencia de su abuela.

La mezcla de lo orgánico y lo industrial, lo antiguo y lo anodino, deriva del diseño artístico: “Me gusta ese contraste y la tensión que genera”, explicó Lind-Ramos. Pero refleja una especie de autenticidad práctica, son los objetos que tiene a la mano.

Franklin Sirmans, director del Museo de Arte Pérez en Miami, describió a Lind-Ramos como “alguien que viene de un lugar muy específico y logra hacer magia de esa especificidad que se vuelve universal”. Y agregó: “Eso es lo que ocurre cuando tienes la capacidad de encontrarle sentido a las extrañas yuxtaposiciones de la vida que puedes ver en los materiales”.

Mientras dibujaba en Nueva York, viendo cómo la crisis del coronavirus se iba desarrollando, el cuaderno de dibujo de Lind-Ramos se llenó de personajes carnavalescos y sus accesorios, potenciados con referencias médicas y sanitarias. Microscopios, botellas de desinfectante, pero también instrumentos musicales y hojas de palma, que invocaban la sanación, tanto médica como espiritual. Los dibujos son bocetos para nuevas esculturas.

Dibujó a Osayín, un orisha que tiene una pierna, un ojo y un oído, y está asociado con la sanación, y a La Loca, un personaje enmascarado que aparece en los desfiles de las fiestas, limpiando el espacio con una escoba. En su dibujo, La Loca barre partículas diminutas del virus, con su forma de rueda.

Así como el sistema de conocimiento forjado en calamidades anteriores absorbió nueva información, un lenguaje visual se fue creando para este momento.

“En nuestras comunidades encontramos sanación en la solidaridad. Después de María no esperamos a que el gobierno nos ayudara; decidimos ayudarnos con lo que teníamos”, afirmó el artista.

Las lecciones de la pandemia vendrán con el tiempo, en comunidad, dijo. “Seguimos en este mundo porque todavía nos tenemos los unos a los otros”, concluyó.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *