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El negocio del fútbol no se ha detenido. Tan solo está esperando los nuevos precios.

El negocio del fútbol no se ha detenido. Tan solo está esperando los nuevos precios.
Imagen ilustrativa.

En lo que respecta a Ramón Rodríguez Verdejo —el hombre que todo el mundo conoce como “Monchi”—, su trabajo sigue siendo el mismo de siempre.

El juego del fútbol está en una pausa, indefinida, lo que lo ubica en el mismo limbo nervioso que cualquier otro deporte, que cualquier otra industria. Sin embargo, en las pantallas de las computadoras portátiles y en los teléfonos celulares, el negocio sigue en pie lo mejor que puede.

Así que para Monchi, el director deportivo del Sevilla —la persona encargada de las operaciones de reclutamiento del club—, todavía hay datos que rastrear y videos que ver. Los representantes siguen llamando, promoviendo jugadores y detallando demandas salariales. Monchi y su equipo ingresan todos los datos, luego deliberan y ajustan sus cálculos como corresponda. Es el mismo escenario que habría en un abril cualquiera, en un mundo cualquiera.

“La única diferencia es que las reuniones se hacen por videollamada”, comentó Monchi. “Así que no hay que ponerse un traje”.

El fútbol europeo acaba de cumplir un mes de su primer hiato desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Salvo un par de excepciones —Turquía continuó sus actividades durante un par de días, Bielorrusia sigue jugando, hasta ahora—, nadie ha pateado un balón desde la extraña noche liminal del 12 de marzo, cuando se jugó un montón de partidos de la Europa League, varios sin aficionados en los estadios: un último acto antes de que por fin se hiciera añicos el delirio de que el deporte sería inmune frente a la pandemia del coronavirus.

En esos primeros días, claro está, hubo ajetreo e inquietud. La suspensión de actividades acarreó sus propios desafíos logísticos, los entrenadores tuvieron que diseñar programas de acondicionamiento para los jugadores confinados en sus casas y los clubes sacaron rápidamente todo el equipo especializado —caminadoras, bicicletas estáticas, unidades de GPS— para las escuadras que, de pronto, estaban encerradas en aislamiento.

“Les enviamos todos los programas”, mencionó Mark Molesley, entrenador del equipo sub-23 del club Bournemouth de la Liga Premier. “Se pueden hacer los ejercicios en casa, sesiones para trabajar la zona media del cuerpo que podrían descargar de internet: simplemente todas las maneras posibles de permanecer en forma”.

Por supuesto que la complicación surgió cuando nadie supo cuánto iba a durar el cese. Nadie sabía para qué estaba trabajando o hasta cuándo tenía que hacerlo. Los calendarios de los futbolistas se revisaban cada semana, y se alteraban cuando se cambiaba la fecha de un regreso potencial a los entrenamientos, y luego a los juegos.

Para Carl Fletcher, un colega de Molesley en el Bournemouth, la principal preocupación era el bienestar de los jugadores. El papel de Fletcher es monitorear a los 26 futbolistas del club que están en préstamo: en esencia son jóvenes, en los últimos años de la adolescencia y sus primeros veintitantos, que son subcontratados en equipos de divisiones inferiores del fútbol inglés o son enviados a Escocia para pulir sus capacidades (aunque uno, el experimentado arquero Asmir Begovic, en este momento se encuentra en el AC Milán).

“Tuvimos que asegurarnos de saber dónde estaban, qué estaban haciendo y, en el caso de los más jóvenes, que entendían totalmente la situación”, comentó Fletcher, quien también consideró crucial que los jugadores supieran que podían hacer preguntas. “En esencia, queríamos saber que estaban sobrellevando bien la realidad, en especial los que están bastante lejos de casa y viven solos”.

Sin embargo, una vez que los programas de preparación física y las líneas de comunicación estuvieron en orden, el frenético mundo del fútbol de élite tuvo que aprender una virtud nueva y muy poco familiar: la paciencia.

Las conversaciones entre los clubes europeos, sus ligas y sus órganos rectores se han mantenido durante semanas, pero cada ronda solo ha servido para enfatizar la realidad que enfrenta el deporte: la pandemia será la única capaz de determinar el calendario.

Mientras esperan —“medio flotando”, en palabras de Sean Dyche, el entrenador del Burnley—, lo único que pueden hacer los directores técnicos, entrenadores, analistas técnicos y la gente de la alta gerencia y los centros de operaciones del fútbol es utilizar su tiempo de la mejor manera posible.

Por ahora, les servirá su experiencia. En primer plano, existe el sentimiento sordo de la ansiedad por el virus, la preocupación por las familias, los amigos y los colegas. “La salud y la seguridad de todos, el bienestar de los jugadores, son lo más importante”, comentó Dyche. El Burnley, como la mayoría de los clubes, ha puesto a disposición de los jugadores todos sus servicios: acondicionamiento físico, nutrición y ayuda psicológica.

Y luego, claro está, tenemos el reclutamiento. En la mayoría de los clubes, es el único departamento que permanece en operaciones de forma efectiva y total ante la ausencia de partidos en vivo, aunque algunos, como el Newcastle United y el Tottenham Hotspur, han suspendido a sus analistas técnicos. Muchas de las personas cuyo sustento proviene del reclutamiento harían eco de las opiniones de Monchi: el fútbol sigue “con una cierta normalidad, y nuestra mirada está puesta en el futuro”.

Por toda Europa, los equipos están trabajando meticulosamente en las listas de talentos, revisando los informes y los análisis, identificando prioridades. Gracias a los servicios de suscripción Wyscout e Instat, los clubes pueden ver partidos emitidos en continuo donde participan posibles fichajes. Hudl, una aplicación específica para el fútbol, les permite sumergirse aún más profundo.

Luego, están las reuniones virtuales. De cierto modo, el giro hacia la comunicación en línea debería producir mejores decisiones, según varios analistas: no solo más gente puede intervenir en las conversaciones estratégicas o colaborar con una decisión, sino que también la ausencia de una gran cantidad de viajes implica que hay más tiempo para llegar a una conclusión.

Lo complicado es que nadie sabe qué están planeando los clubes. Incluso los más ricos están a la espera de una considerable recesión financiera. El alcance de la crisis sigue siendo una incógnita, pero en Italia, España, Inglaterra y Alemania las estimaciones oscilan en cientos de millones de dólares.

Los clubes no saben cuánto dinero van a poder gastar. La mayoría ha reducido sus expectativas y ajustado sus ecuaciones para considerar las nuevas realidades. Cada vez es más común que las consultas de los representantes sean recibidas con una confesión de ignorancia.

En este momento incluso esas zonas del fútbol que siguen en operaciones se topan con un muro. Lo que Dyche llamó reclutamiento de “antecedentes” sigue en marcha. Se ha hecho tal cantidad de investigación, se han reunido tantos datos, que la ausencia de un puñado de partidos al final de la temporada casi no hace la diferencia.

Sin embargo, es imposible saber algo más concreto que eso, cuando tanto de lo que está por venir es hipotético. Nadie sabe cuándo regresará el fútbol, cómo lucirá, cuál podría ser su presupuesto y nadie está preparado para adivinar. El futuro, como el presente, está congelado.

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