En el último mes, ha podido darse una idea de cómo sería esa vida, ya que regresó a vivir con sus padres para evitar la densidad poblacional de Nueva York y trabaja desde su habitación de la infancia. Ahora saborea la lentitud de la vida, come la sopa que prepara su padre y ve películas en un sofá en forma de “L” con su madre.
“Por un lado, pienso: ‘¿Como para qué vivo en Nueva York?’”, comentó Brajovic, de 24 años, quien paga 1860 dólares mensuales de renta por compartir un apartamento con otras dos personas en Manhattan. “¿Para qué sigo pagando toda esa renta?”.
Dado que el contrato de renta está próximo a renovarse, está contemplando hacer esta mudanza más permanente.
“No tengo idea de qué voy a hacer”, dijo Brajovic. “Pero es algo que estoy considerando: la posibilidad de no regresar”.
La pandemia ha sido especialmente devastadora para las ciudades más grandes de Estados Unidos, ya que el virus ha encontrado terreno fértil en la densidad que, de otro modo, resulta valorada. Además de suceder en un momento en el que los principales centros urbanos del país ya estaban perdiendo su atractivo para muchos estadounidenses, debido a las rentas tan elevadas y al hecho de que los cambios en el mercado laboral han obligado a los adultos más jóvenes del país a vivir en suburbios y ciudades más pequeñas que suelen estar lejos de las costas.
Las tres áreas metropolitanas más grandes del país, Nueva York, Los Ángeles y Chicago, perdieron población en conjunto en los últimos años, según un análisis de William Frey, demógrafo de la Institución Brookings. Incluso las zonas metropolitanas ligeramente más pequeñas como Houston, Washington D. C. y Miami crecieron con mayor lentitud que antes. En total, el crecimiento en las principales áreas metropolitanas del país disminuyó casi la mitad a lo largo de la última década, según Frey.
Ahora, a medida que los líderes locales contemplan cómo reabrir las ciudades, el futuro de la vida en las grandes ciudades estadounidenses, que tienen mayor densidad, es incierto. Los alcaldes ya están advirtiendo sobre caídas abruptas en los ingresos fiscales debido al desempleo. Espacios públicos como parques y autobuses, las principales arterias de la vida urbana, se han vuelto zonas de riesgo. Y dada la gran cantidad de profesionistas que ahora trabajan de manera remota, algunos tal vez reconsideren si en verdad necesitan vivir en medio de una gran ciudad.
Antes de la pandemia, los milénials y los miembros de mayor edad de la Generación Z ya estaban optando por vivir en zonas metropolitanas más pequeñas como Tucson, Arizona; Raleigh, Carolina del Norte, y Columbus, Ohio, según Frey. Además, los suburbios más nuevos y sus zonas aledañas fuera de las grandes ciudades también estaban creciendo.
“Hubo una dispersión de las zonas metropolitanas más grandes a otras más pequeñas, de los centros urbanos a los suburbios y más allá de los suburbios”, dijo el investigador.
Las ciudades florecieron en los años noventa tras veinte años de estancamiento, gracias a nuevas olas migratorias y un crecimiento económico vibrante que atrajo a nuevos habitantes.
Pero para 2015, el crecimiento disminuyó. Las grandes ciudades se han vuelto caras, con rentas que están muy por encima de los ingresos del estadounidense de clase media. También se estaba dando un cambio en la economía: los empleos de bajos salarios, tras el ajuste del costo local de la vida, pagaban lo mismo casi en cualquier parte.
Entonces, llegó el virus y agudizó las cuestiones de asequibilidad y estilo de vida. Algunos argumentan que podría acelerar la tendencia que ya estaba en marcha.
“Esta pandemia estiró el tejido que ya se estaba desgarrando”, comentó Aaron Bolzle, director ejecutivo de Tulsa Remote, un programa que ofrece 10.000 dólares a los trabajadores remotos que se trasladen a Tulsa, Oklahoma.
Los altos costos y el estrés exacerbado están alejando a las personas de las grandes ciudades y se sienten atraídas por el fuerte sentido de comunidad de Tulsa, explicó Bolzle. “Si alguna vez hubo un momento en el cual vivir en una gran ciudad se volvió demasiado, es este”.
La artista Brenna Pelletier está inmersa en una travesía para reducir el tamaño y los costos. Dejó Los Ángeles en 2018, año en el cual la ciudad perdió unos 35.000 habitantes, y se dirigió a Las Vegas, pero incluso eso resultó ser caro.
A medida que comenzaron los cierres de emergencia por el coronavirus, se hundió el negocio en línea donde ella vende prendedores de esmalte. En lugar de preocuparse por cómo iba a pagar 1360 dólares de alquiler en Las Vegas, aceleró sus planes de mudarse a Tulsa, ya que había sido aceptada en el programa de reclutamiento de la ciudad.
A principios de abril, estaba al volante de un camión Penske de casi 8 metros de largo, haciendo el viaje de 1921 kilómetros con sus dos gatos en una transportadora que sujetó a su lado con el cinturón de seguridad.
“Es el momento perfecto para mudarse”, dijo Pelletier, de 31 años, quien trabaja desde casa. “Tengo que hacerlo ahora. Si no, me voy a quedar atrapada o me van a desalojar”.
Actualmente, se está instalando en un apartamento en el centro de Tulsa, donde paga 825 dólares al mes.
“Por lo general, no me gusta mucho probar mi suerte”, dijo sobre su cambio de planes de última hora. “Pero, en este caso, me pareció que las circunstancias eran extremas”.
No obstante, la incertidumbre financiera también podría hacer menos probable que alguien se mude.
“Mudarse es estresante, caro, y en estos momentos la gente no está muy dispuesta a asumir grandes riesgos”, comentó Jed Kolko, economista jefe de Indeed, un sitio de búsqueda de empleo.
Además, las recesiones, al menos en la historia reciente, han sido buenas para las ciudades. El más reciente aumento poblacional en algunas de las áreas metropolitanas más grandes se produjo a raíz de la Gran Recesión, cuando las personas perdieron sus hogares en los suburbios con exceso de viviendas después de que el mercado inmobiliario se desplomó. El crecimiento se redujo sustancialmente en las zonas metropolitanas más pequeñas, en particular en los estados ubicados en el Cinturón del Sol, como Georgia, Arizona y Nevada.
Sin embargo, una pandemia hace que la ecuación sea diferente y difícil de predecir.
Ed Glaeser, profesor de Economía de la Universidad de Harvard y autor de “Triumph of the City”, dijo que ver cómo el virus arrasa con las ciudades era como retroceder en el tiempo.
“Se siente como si volviéramos a la viruela; al cólera”, dijo.
“Durante siglos, las ciudades fueron campos de la muerte debido a las enfermedades contagiosas”, dijo, señalando que la esperanza de vida de un bebé nacido en una ciudad en 1900 era siete años menor que la de uno nacido en una zona rural.
Esa brecha desapareció en la década de 1920 con la llegada de los modernos sistemas hidráulicos y de alcantarillado.
Con el tiempo, la densidad se convirtió en una ventaja económica, social e intelectual. Vivir en una ciudad se convirtió en una forma de fomentar la salud. La gente podía caminar a donde necesitaba ir y encontrar apoyo en redes sociales muy unidas.
A medida que la amenaza del coronavirus disminuya, algunos de los que huyeron de las grandes ciudades quizá decidan mantenerse alejados, mientras que otros querrán volver a las ventajas de la vida urbana.
“Los comportamientos de las personas durante una pandemia tal vez no sean la mejor guía de cómo quieren vivir sus vidas en tiempos normales. Estamos en medio de un gran experimento forzado, pero en realidad no sabemos en qué va a terminar“, manifestó Kolko.
Se desconocen muchas cosas. ¿Qué pasará con los precios de vivienda, cuyo meteórico aumento en las ciudades motivó en gran medida que la gente ya no quisiera vivir en ellas? ¿O con la inmigración, que es una de las fuerzas más importantes que contribuyen al crecimiento de las ciudades? Desde antes, en el gobierno de Trump, esas cifras ya estaban disminuyendo. Y es probable que las ciudades luzcan diferentes ahora que empezarán a planificar estrategias en caso de pandemias.
Una de las mayores preguntas para el futuro de las ciudades es qué va a pasar con los trabajadores de bajos salarios, que conforman una gran parte de la población urbana, pero que a menudo desarrollan trabajos imposibles de hacer desde casa. Los restaurantes, por ejemplo, emplean a más de once millones de personas.
“Durante una pandemia estos trabajos son especialmente vulnerables. Son los primeros en desaparecer”, afirmó Glaeser.
Las ciudades de todos los tamaños pronto podrían parecer menos atractivas si las drásticas caídas en los ingresos, las ventas y los ingresos por impuestos del turismo dejan enormes lagunas en los presupuestos.
Cuatro de las cinco ciudades más vulnerables al impacto financiero del coronavirus están en Ohio, donde las ciudades dependen en gran medida del impuesto sobre la renta, según un informe de la Institución Brookings. En California, se espera que el condado de Los Ángeles pierda 1000 millones de dólares en ingresos por impuestos sobre ventas este año fiscal. Y en la ciudad de Nueva York, donde el turismo y los ingresos por impuestos hoteleros están entre las pérdidas, el alcalde Bill de Blasio dijo que la ciudad se enfrenta a un déficit de ingresos de hasta 10.000 millones de dólares.
“No vamos a poder brindar servicios básicos y tener una sociedad normal si no recibimos ayuda del gobierno federal”, dijo en CNN la semana pasada.