Algunos médicos musulmanes están salvando vidas mientras ayunan. para el resto de nosotros, este mes santo no será heróico, pero será suficiente.
El profeta Mahoma dijo una vez a sus seguidores que nunca entraran ni salieran de un pueblo que tuviera la plaga para evitar la propagación de la enfermedad.
Ese consejo parece oportuno para el Ramadán de este año. Se acerca el mes santo anual del islam, durante el cual los musulmanes practican el ayuno, en el que no comen ni beben (¿Ni siquiera agua? No, ni siquiera agua) ni mantienen relaciones sexuales desde el amanecer hasta el atardecer. Gracias a las medidas de distanciamiento social para prevenir la propagación del coronavirus, la mayoría de nosotros no saldremos de nuestros hogares, ni mucho menos de nuestras ciudades, este mes. El calendario de Google de mi familia está completamente vacío. En nuestra comunidad no habrá iftars, como se conoce a la comida nocturna que se comparte para romper el ayuno. Las mezquitas locales están todas cerradas.
En los años anteriores a esta pandemia, a pesar de los hambrientos y agotadores momentos que suelen acompañar al ayuno, el Ramadán siempre me dejó con una leve sonrisa. Disfruté de los recuerdos de los rituales diarios del mes y del bello caos de una comunidad en constante movimiento.
Esta vez, la vida cotidiana se ha visto trastocada y enfrentaremos un tipo de caos diferente. ¿Cómo puede haber compromiso y culto comunitario, tan central en el Ramadán como el ayuno, durante un cierre de emergencia y una cuarentena?
Durante un Ramadán normal, cada noche nos damos un delicioso festín en casa de alguien o en la mezquita. Esta reunión es especialmente importante para la gente sin familia y los que no tienen ingresos, lo cual, por desgracia, es bastante común en estos momentos. Nadie quiere que los miembros más vulnerables de nuestra comunidad rompan su ayuno solos en su casa.
Este año, tendremos que improvisar.
Hace poco, un amigo propuso esto: las familias cocinan una comida, se reúnen en el estacionamiento y dejamos nuestros platos en nuestras cajuelas abiertas para que todos puedan disfrutar de un bufet de autoservicio. Mi mujer, que es doctora, de inmediato dijo que eso sonaba como la receta perfecta para infectarse.
Otra amiga, Brenda Abdelall, trató de mejorar la propuesta. Quiere intentar unos “iftars de distanciamiento social”, en los que cada uno de nosotros prepare un platillo y deje porciones en las puertas de los vecinos y en las de aquellos que puedan necesitar ayuda para dar de comer a su familia. Mi esposa dice que esto suena razonable (siempre y cuando yo sea el que cocine, una habilidad que finalmente aprendí mientras estaba atrapado en la casa).
Mohamed Magid, el imán del Centro de la Sociedad Musulmana de la zona de All Dulles, una gran mezquita de Virginia, me dijo que normalmente esperaría que 600 personas se presentaran a las oraciones comunales cada noche durante el Ramadán. Este año, en cambio, ofrecerá sesiones nocturnas de Zoom con un grupo rotativo de recitadores del Corán para que todos puedan escuchar desde casa. Un trabajador social organizará y coordinará las entregas de alimentos para los miembros vulnerables.
Adaptarse es todo un reto. Pero me dijo que cada vez que tiene ganas de quejarse, piensa en los musulmanes rohinyás que visitó en los campos de refugiados de Bangladés. Dijo que, incluso en las condiciones más extremas, ellos ayunaban sin quejarse.
“Dios puso a prueba al Profeta, la paz sea con él, durante el Ramadán muchas veces”, dijo el imán. “Es un mes en el que aprendemos a ser perseverantes y pacientes. Haremos lo mejor que podamos”.
Siempre me inspiran esas historias, pero confieso que también soy propenso a los momentos de duda y miedo. ¿Cómo me concentro en la devoción cuando estoy tratando de evitar el virus para proteger a mi hija inmunocomprometida que acaba de sobrevivir al cáncer?
Sé que no estoy solo en mi ansiedad, pero también sé que hay gente en situaciones mucho más difíciles este Ramadán. Pienso especialmente en los trabajadores sanitarios de primera línea, que trabajan durante largas horas y sin los suministros adecuados y ayunarán solos mientras intentan salvar vidas.
Saquib Rahim, un médico internista que trabaja en Flushing, Queens, que ha estado tratando a pacientes de COVID-19 desde los primeros días de la pandemia, planea ayunar este año. “No se me ocurre una mejor forma de mostrar el compromiso de uno con la fe y con Dios que cuidar de los pacientes durante este tiempo”, me dijo. Está viviendo temporalmente separado de su familia para evitar la posibilidad de propagar el virus si lo contrae, y admite que la falta de comunidad será muy difícil. “Será un desafío único sumergirme en la fe mientras paso a solas un tiempo tan importante”, comentó.
Escuchar las historias de la gente me recuerda que Dios quiere facilidad para sus creyentes, no dificultad. A los que están enfermos o viajando se les ordena no ayunar. Se nos pide que hagamos el mayor bien y el menor daño, valorando la vida por encima de todo.
Así que este año emularé el comportamiento profético siendo responsable, quedándome en casa, rezando con mi familia, siendo agradecido y simplemente intentando hacer lo mejor. No será heroico ni extraordinario, pero durante estos tiempos difíciles, será suficiente.
Si somos bendecidos, puede que incluso se acerque a la santidad.