Los hospitales sudafricanos esperan preparados e inquietos la ola de COVID-19

Los hospitales sudafricanos esperan preparados e inquietos la ola de COVID-19
El hospital Charlotte Maxeke de Johannesburgo erige tiendas de color verde en su patio. Foto: AFP

El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa anunció una salida muy progresiva a partir del viernes del confinamiento impuesto desde el 27 de marzo a sus 57 millones de compatriotas.

 

El hospital Charlotte Maxeke de Johannesburgo erige tiendas de color verde en su patio, preparándose para recibir a pacientes. Pero la doctora Feroza Motara está preocupada y se pregunta si su personal resistirá a la esperada ola de casos de coronavirus.

“El confinamiento nos dio la oportunidad de abastecernos de material de protección, de reorganizar nuestras habitaciones y entrenar al personal”, resume la jefa del servicio de urgencias del establecimiento.

“Pero el desafío es lo que va a pasar cuando se levante el confinamiento”, añade la doctora Motara.

El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa anunció una salida muy progresiva a partir del viernes del confinamiento impuesto desde el 27 de marzo a sus 57 millones de compatriotas.

Con 4.800 casos de contagio, incluido 90 muertes, según el último balance oficial, el país es el más afectado por la pandemia de COVID-19 en África. Autoridades y epidemiólogos celebran que lograron frenar su propagación gracias al confinamiento.

Pero ninguno duda que la reactivación, aunque muy controlada, de la economía y de las actividades de la gente hará subir la curva símbolo de la dinámica de la enfermedad.

El principal asesor del gobierno para la crisis sanitaria, el doctor Salim Abdool Karim, predice un aumento del número de casos en Sudáfrica para julio.

“Necesitábamos un poco de tiempo para preparar” el sistema de salud, estima, “nunca tenemos bastante […] pero creo que hicimos lo máximo”.

– “¿Cómo vamos a reaccionar?” –

Designado como uno de los tres centros de acogida de enfermos de COVID-19 en la provincia de Gauteng, la más poblada del país, el hospital Charlotte Maxeke aprendió de las primeras horas de la epidemia.

En ese momento, se vio desbordado por una ola de pacientes que llegaron preocupados para realizarse pruebas de detección.

“Agrandamos las capacidades de las urgencias instalando tiendas en el exterior”, detalla la responsable del personal de enfermería del servicio, Nosipho Dlamini. “También nos instalamos en las urgencias de pediatría y recuperamos camas en ginecología”.

Esta remodelación permitió dar cabida a 400 camas, de las cuales 150 están equipadas para la reanimación de los pacientes más graves.

El objetivo es evitar, lo máximo posible, un nuevo colapso del centro.

“Cuando se ve lo que pasa en Reino Unido o Estados Unidos, de los que uno puede pensar que tienen bastantes recursos”, apunta la doctora Motara, “[…] da miedo preguntarse cómo vamos a reaccionar”.

Más del 80% de la población sudafricana no tiene seguro médico, según las estadísticas oficiales, y cuenta únicamente con los hospitales públicos y gratuitos.

Pero como muchos otros servicios del Estado, el sector de la salud sufre una gran falta de medios -tanto de personal como de equipos modernos-, una mala gestión y corrupción.

Su ministro, Zweli Mkhize, aseguró en cambio que al menos 87.000 camas estaban disponibles en los centros públicos para enfermos de COVID-19. También anunció la apertura de más de 23.000 camas en 288 lugares de cuarentena de todo el territorio.

– “¿Tendremos bastante?” –

“Muchos pacientes hospitalizados aquí lo están porque no pueden aislarse por razones sociales, no porque estén enfermos”, señala la enfermera Nosipho Dlamini.

Para millones de sudafricanos pobres, el confinamiento y el distanciamiento social son una ilusión, en sus townships (barrios pobres) superpoblados y a menudo privados de agua, electricidad y alcantarillado.

En la otra cara de la moneda, el sistema de salud privado del país, muy eficaz, también se prepara para una llegada masiva de enfermos.

Jefe de la red Netcare, número uno de la salud privada en Sudáfrica, Anchen Laubscher indica que invirtió el equivalente a 8 millones de dólares para “reforzar la preparación” de sus 1.200 camas de reanimación y otros 16 millones para mascarillas, guantes, gafas y batas de protección.

“Todos los trabajadores de los establecimientos de Netcare estarán equipados con material de protección”, garantiza.

Sus colegas del Charlotte Maxeke hicieron lo propio. Pero temen que no sea suficiente.”¿Tendremos bastante material de protección? ¿Medicamentos, respiradores?”, enumera preocupada la doctora Motara.

“Si los casos aumentan muy rápido a pesar de los esfuerzos, creo que nuestro sistema de salud no aguantará”, confiesa el doctor Karim.

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