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Un banquero filósofo que estremece a un país

Un banquero filósofo que estremece a un país
El Banco Central de Surinam, en Paramaribo, Surinam, el 6 de marzo de 2020. (Adriana Loureiro Fernández/The New York Times)

Una tarde de enero, Steven Coutinho estaba sentado en su oficina ubicada en una imponente mansión colonial con vista a un jardín tropical cubierto de palmeras cuando recibió un mensaje de texto inesperado: el turbio presidente de Surinam quería verlo en su palacio al día siguiente.

En el palacio del presidente (una descuidada construcción neerlandesa de madera con un busto de Hugo Chávez, el fallecido dictador de Venezuela, como decoración), Coutinho, un prominente banquero, encontró al dirigente del país rodeado de su gabinete económico y de los directores de los principales bancos del país.

Luego llegó el impacto: después de intercambiar saludos de cortesía, el presidente les informó a los banqueros que, de forma inexplicable, había “desaparecido” una parte considerable del dinero de sus clientes.

La siguiente semana, el gobierno de Surinam aceptó que había usado más de 200 millones de dólares de reservas bancarias —el siete por ciento de los activos en moneda fuerte de todo el sistema bancario— para importar comestibles básicos. Para Coutinho, este abuso de poder del gobierno cada vez más autoritario del presidente Desi Bouterse fue la gota que derramó el vaso.

Como otros bancos se quedaron callados y la mayoría de los habitantes del país se mostraron indiferentes, Coutinho acusó públicamente al gobierno de robarse el dinero del pueblo.

“Esto es un robo descarado”, dijo Coutinho, director general de De Surinaamsche Bank (DSB), la entidad crediticia más grande del país, en una entrevista telefónica poco después de que se desató este escándalo. “Nuestras reservas de dinero no son para papas ni cebollas, pertenecen a nuestros depositantes”.

De la noche a la mañana, el huraño y solitario Coutinho se convirtió en un héroe para la atribulada y asediada sociedad civil y ayudó a promover la manifestación más grande que había habido en el país en muchos años. Su campaña legal contra los malos manejos financieros del gobierno ha ayudado a destapar el escándalo de corrupción más grande de Surinam en años y a dañar al aparentemente indestructible Bouterse semanas antes de las importantes elecciones generales.

La fama recién ganada de Coutinho en Surinam es una reivindicación de sus quince años de campaña para lograr un cambio en este diminuto país, su tierra natal, mediante su teoría del desarrollo humano, una fusión de economía conductual, psicología y autoayuda administrativa. El mensaje central es la necesidad de que el pueblo de los países en desarrollo supere el temor infundido por el colonialismo a desafiar el orden establecido.

“Nos ha costado trabajo entender que tenemos derechos”, señaló Xaviera Jessurun, una consultora empresarial y activista política de Surinam que apoya a Coutinho. “Por eso a todos nos encantó que levantara la voz”.

El alboroto de Coutinho para que las cosas cambien en Surinam dio origen, incluso, a algo que casi no había ocurrido en el siglo XXI: una manifestación pública para respaldar a un ejecutivo bancario. Cuando se difundieron rumores de que el gobierno quería que los propietarios del DSB despidieran a Coutinho en enero, cerca de 200 empleados y simpatizantes se congregaron afuera de las oficinas centrales del banco para exigir que se quedara.

Para Coutinho, de 43 años, la confrontación con el gobierno fue la culminación de una larga cruzada quijotesca para sacudir a una sociedad conservadora y conformista, una tarea que ha asumido con tenacidad a lo largo de su trayectoria.

“Aquí siempre dicen: ‘Así son las cosas, no las cuestiones’”, comentó Coutinho. “Hay un constante temor al cambio, así que todo se queda congelado en el tiempo y el espacio”.

La sensación de estancamiento es omnipresente en Surinam, una antigua colonia cafetalera y azucarera neerlandesa de 600.000 habitantes en el norte de Sudamérica. La mayoría de los edificios en el centro de la capital, Paramaribo —una mezcolanza de casas campestres de madera con techos de dos aguas y edificios de oficinas de arquitectura brutalista— datan de la época colonial.

La extensión pequeña y el aislamiento del país también han contribuido a la existencia de un sistema complejo de control social indirecto que le sirve a Bouterse, un dictador y militar retirado acusado de homicidio y narcotráfico que sigue impune hasta la fecha, para reprimir a la disidencia, señaló la activista Jessurun.

Coutinho, de padres surinameses, nació en los Países Bajos en 1976. Su padre fue un prominente intelectual y funcionario de educación surinamés, mientras que los ancestros de su madre, una ama de casa, fueron judíos portugueses que, para escapar de la Inquisición, llegaron a esta colonia tolerante en el siglo XVII.

Heredero de las aspiraciones intelectuales de su padre, Coutinho obtuvo una maestría en Física en los Países Bajos y una maestría en Administración de Empresas en la Escuela de Negocios de Wharton en 2009. Para mediados de la década de 2010, había llegado a ser el primer surinamés en dirigir las operaciones del banco más grande de la región, el Royal Bank of Canada, en el Caribe neerlandés.

En sus viajes por todas las islas, Coutinho se percató de la misma resistencia al cambio que recordaba de su tierra natal. Eso lo motivó a realizar un recorrido intelectual que culminó en 2008 con el libro “Breaking Rank”, en el que sostenía que el colonialismo había reprimido a las sociedades caribeñas al instaurar divisiones raciales y de clase que hicieron que la gente le tuviera miedo al cambio.

“Cada ‘Homo sapiens’ desea una sola cosa: predictibilidad. Esto nos hace sentir seguros”, señaló. Por eso, si vivimos en un país muy jerárquico, las posibilidades de que cambie son prácticamente nulas debido a que la gente quiere aferrarse a lo que conoce”.

Cuando el año pasado el De Surinaamsche Bank le ofreció a Coutinho el puesto más alto en esta entidad crediticia que pasaba por dificultades, aprovechó la oportunidad para aplicar sus ideas en beneficio de su patria.

Coutinho reconoce que sus elaboradas teorías pueden percibirse como fuera de lugar en un banco local que otorga préstamos hipotecarios y surte cajeros automáticos en un país con una población del tamaño de la de Louisville, Kentucky.

No obstante, afirma que su lucha incesante contra el conformismo está rindiendo frutos en el acartonado banco de 150 años de antigüedad, donde la gente está sintiendo que tiene la capacidad de tomar decisiones independientes. Con el fin de acabar con la jerarquía del banco, Coutinho llega a trabajar vestido con pantalones de mezclilla y suéter, un rompimiento en este país conservador, e insiste en que todos le digan Steven.

Parece que el desempeño del banco justifica sus políticas. En los nueve meses que lleva en el DSB, Courinho ha logrado el lanzamiento de bonos corporativos más grande en la historia de Surinam y ha alcanzado los mejores resultados trimestrales del banco en muchos años.

No todo ha resultado como Coutinho imaginaba. Su denuncia del escándalo bancario no ha provocado la indignación masiva que esperaba. Una manifestación de la oposición para protestar por el saqueo de las reservas bancarias por parte del gobierno atrajo una gran multitud, para el tamaño de Surinam, de 2000 personas, pero esta desistió después de un día.

En marzo, también perdió fuerza con rapidez una huelga a nivel nacional respaldada por Coutinho como protesta contra las nuevas restricciones a las transacciones en dólares.

Pese a estos fracasos, ha ayudado a deshacer el aura de invencibilidad que rodea a Bouterse y ha evitado que este último acalle el escándalo. La investigación de corrupción que ayudó a promover ha llevado al encarcelamiento del gobernador del banco central y a presentar acusaciones penales contra el ministro de Finanzas, un lugarteniente cercano a Bouterse.

“Bouterse no tiene poder. Nosotros se lo hemos dado, y ahora creemos que estamos indefensos”, señaló Courtinho. “Estoy luchando por cambiar la mentalidad de la gente. O al menos lo intento”.

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