Desde hace décadas, las compañías farmacéuticas han dependido de un componente que se encuentra en la sangre del cangrejo bayoneta para someter los medicamentos inyectables, como las vacunas, a pruebas que permiten detectar contaminantes bacterianos peligrosos llamados endotoxinas.
Varios ecologistas y algunas empresas interesadas en proteger a los cangrejos bayoneta y a las aves que se alimentan de sus huevos han realizado campañas para que haya una mayor aceptación de otra prueba. Este mismo año, parecían estar a punto de lograrlo, pues el grupo no gubernamental que emite normas de calidad para este tipo de pruebas, llamado Farmacopea de Estados Unidos (USP, por su sigla en inglés), dio señales de estar a punto de clasificar en el mismo nivel a la prueba alternativa.
Sin embargo, esa organización anunció el viernes que la otra prueba, conocida como rFC (factor C recombinante), requiere mucho más estudio.
Representantes de USP indicaron que cuentan con treinta años de datos sobre la prueba actual y solo dos sobre la nueva, por lo que necesitan más información.
En el ámbito internacional, la Farmacopea Europea ya autorizó el uso generalizado de la prueba alternativa.
Este debate se ha seguido con gran interés conforme ha aumentado la demanda de pruebas para vacunas nuevas contra el coronavirus. Miles de millones de dosis de esas vacunas requerirán en algún momento una prueba de endotoxinas.
Las endotoxinas son moléculas que se encuentran en la pared celular de muchas bacterias comunes, como “Escherichia coli” y salmonela. Las toxinas pueden provocar fiebre e incluso la muerte en los seres humanos, aunque se mate a la bacteria que las produjo. También causan el síndrome de choque tóxico.
Las empresas farmacéuticas deben verificar que no haya ningún tipo de toxina presente en los medicamentos inyectables que preparan. Sus ingredientes, desde el agua, deben someterse a pruebas en cada fase del proceso de fabricación, así como el producto final.
“Es una locura que debamos depender de una sustancia extraída de un animal silvestre durante una pandemia global”, dijo Ryan Phelan, directora del organismo sin fines de lucro Revive and Restore antes de la reciente decisión. Su grupo apoya el desarrollo de soluciones tecnológicas para problemas de conservación, como el proyecto para remplazar la prueba que utiliza un componente de la sangre del cangrejo bayoneta, llamado LAL. Proponen utilizar en su lugar una prueba que emplee rFC, el equivalente sintético de la sustancia química obtenida del suero sanguíneo del cangrejo, producido en el laboratorio insertando genes en microorganismos cultivados para crearlo.
Los miles de millones de dosis de las posibles vacunas y muchos de los ingredientes empleados en distintas etapas de su proceso de producción tendrán que someterse a una prueba para detectar endotoxinas. No obstante, las empresas que producen LAL a partir de sangre de cangrejos bayoneta afirman que cuentan con suficientes suministros.
La empresa multinacional de biotecnología Lonza AG vende ambas pruebas. Además, hace poco Lonza llegó a un acuerdo con Moderna para producir una posible vacuna para la COVID-19 a la que se le ha dado mucha publicidad. Lonza declaró en un comunicado que 5000 millones de dosis de la vacuna requerirían “menos de la producción combinada de un día para los tres fabricantes de LAL en Estados Unidos”. Los tres fabricantes son Lonza, Charles River y Associates of Cape Cod. Todos dicen que hay cangrejos más que suficientes y la producción actual podría lidiar con el aumento en la producción de vacunas sin problemas.
Phelan opinó que este cálculo “es sorprendente” porque, “por cada dosis que pongan a la venta, cada fabricante utilizará diez veces la cantidad de LAL para hacer pruebas en cada etapa del proceso”. Hablamos de ampollas, tapones y otros ingredientes de las vacunas. Por si fuera poco, Phelan subrayó que lo más probable es que muchas empresas produzcan vacunas durante la etapa de pruebas y más adelante.
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés), dependencia gubernamental encargada de verificar la seguridad de los medicamentos, permite la prueba rFC. La complicación adicional es que las empresas que optan por la prueba rFC deben trabajar más para presentar sus solicitudes ante la FDA que si utilizaran la prueba estándar.
La FDA toma en cuenta tanto el trabajo de los fabricantes como las normas establecidas por USP. Si una empresa utiliza la prueba rFC, debe demostrarle a la FDA que, por cada nuevo medicamento, rFC es igual de efectiva que la prueba estándar LAL.
USP también anunció que proporcionaría información adicional a los fabricantes de vacunas como apoyo para quienes quieran realizar las pruebas de validación de rFC. Revive and Restore había solicitado algún tipo de autorización de emergencia para poder utilizar rFC en vista de la carga que podría generar la producción de vacunas.
Una empresa que ha adoptado la nueva prueba con gran decisión es Eli Lilly, la cual también insistió en que se concediera una aprobación más amplia a la nueva prueba.
Jay Bolden, biólogo de Eli Lilly, explicó que la empresa ha estudiado la prueba rFC desde 2015 por distintos motivos, como la consistencia en la calidad de un producto de laboratorio, contar con suministros que no dependan de una población animal, el compromiso de la empresa de remplazar en lo posible el uso de animales y el recorte de los costos.
“En 2016”, aseveró, “decidimos iniciar una nueva etapa”. La empresa decidió emplear rFC para sus productos inyectables nuevos a pesar del trabajo adicional que eso implica. Desde entonces, ha logrado que la FDA apruebe un nuevo producto, un medicamento para tratar migrañas, en Estados Unidos.
El lunes, Bolden expresó cierta decepción con la decisión de USP. “Quizá sea un retraso de unos tres o cuatro años y sin garantía alguna”, dijo, para que la prueba rFC se considere equivalente a la prueba LAL.
Rob Anderson, vicepresidente de comunicaciones globales en USP, explicó que es necesario contar con más evidencia que demuestre la equivalencia entre ambas pruebas debido a que existen varios años de datos de LAL y faltan datos sobre rFC.
Fouad Atouf, vicepresidente de biología global para la prueba rFC, comentó que se actúa con cautela porque “se trata de una prueba de seguridad” y se necesita más evidencia para la prueba rFC.
“Estamos trabajando para aumentar nuestra base de evidencia y recopilar más datos”, dijo Anderson, “pero no es posible saber en cuánto tiempo podremos conseguirlo”.