La primera vez que Simon Mignolet celebró un título estaba en un podio en Madrid, con una medalla alrededor de su cuello y abrazando a sus compañeros de Liverpool mientras celebraban que habían ganado la Liga de Campeones.
Al fondo, los cañones disparaban brillantina; a su izquierda, una pared de fanáticos con camisetas rojas vitoreaba a los jugadores como héroes. La fiesta duró hasta el día siguiente.
Sin embargo, esta vez las cosas fueron diferentes. Mignolet estaba sentado en su casa cuando la pantalla de su teléfono se encendió. Era un mensaje de WhatsApp del oficial de enlace del Club Brujas, el equipo de su Bélgica natal, al que Mignolet se había unido el verano anterior. Toda la escuadra recibió la misma notificación que decía: “La temporada fue cancelada. Hemos sido coronados campeones”.
Pronto, su pantalla se llenó de emoticones de celebración cuando sus compañeros de equipo comenzaron a felicitarse. Mignolet estaba orgulloso de lo que él y su equipo habían logrado: era la primera vez que ganaba su campeonato nacional. No pensaba que no lo merecieran. Pero sabía que faltaba algo.
“Esa sensación de ganar algo”, dijo mientras meditaba en lo que le hacía falta. “Más bien fue como si hubieras aprobado un examen. O como conseguir tu licencia de conducir”.
En las últimas semanas, docenas de jugadores en toda Europa se han encontrado en la misma posición que Mignolet y sus compañeros de equipo: han sido ungidos como campeones por fórmula, en vez de confirmar su victoria en el campo de juego, luego de que las ligas decidieron terminar sus temporadas temprano en vez de intentar jugarlas.
El Club Brujas fue el primer equipo en recibir esa noticia pero, desde entonces, lo mismo le ha pasado a varios equipos. El Paris St.-Germain ganó su séptimo título francés en ocho años después de que el gobierno decretara el final de la temporada de la Ligue 1 masculina. El Celtic ganó su noveno campeonato consecutivo después de que los clubes masculinos de Escocia votaron por no continuar los partidos. Los equipos femeninos del Lyon, el Chelsea y el Barcelona se adjudicaron títulos nacionales sin completar sus temporadas.
Muchos de los jugadores en esos equipos han experimentado la misma mezcla de emociones que sintió Mignolet. Orgullo por su trabajo, satisfacción por sus logros, alegría por obtener un premio que sienten que se merecían, pero todo eso viene mezclado con un vago sentido de anticlímax y un aire de irrealidad. Quizá esa es la diferencia entre conseguir una victoria y ganar un triunfo.
“En el pasado también hemos ganado títulos, aunque no estábamos jugando”, dijo Lucy Bronze, quien forma parte del equipo femenino de Lyon que reclamó su decimocuarto título francés consecutivo cuando se convocó la liga en abril. “Nuestros retadores más cercanos han perdido, y eso ha sido todo. No lo sientes cuando termina el juego, pero lo sientes a la mañana siguiente cuando ves a todas tus compañeras de equipo”. Según Bronze, en esta ocasión la diferencia es que la interrupción de las actividades ha impedido que la escuadra se una.
“No se sentirá real hasta que podamos celebrar todas juntas”, dijo.
La jugadora afirma que, en parte, eso se debe a lo extenso que ha sido el proceso para que la victoria del equipo sea ratificada. La temporada francesa se pospuso en marzo, pero no fue sino hasta finales de abril que el primer ministro del país, Édouard Philippe, confirmó que no se reanudaría (Bronze se enteró de la noticia por un mensaje de texto de su madre, luego el club reunió a sus jugadoras en Zoom para hacer el anuncio oficial).
Incluso en ese momento tuvieron que esperar. Al PSG se le otorgó el título masculino casi de inmediato, pero tuvo que pasar casi una semana para que las mujeres del Lyon tuvieran su confirmación y coronación. “Cuando estaba en el Liverpool comenzamos la jornada final de la temporada en la tercera posición y solo tuvimos que esperar a que llegaran los otros puntajes para confirmar que habíamos ganado la liga”, dijo Bronze. “En comparación, todavía no he sentido ese momento”.
En Escocia, donde el acortamiento de la temporada provocó una hostilidad considerable, el Celtic no solo le entregó a su capitán, Scott Brown, el trofeo, sino que lo envió a la casa de cada jugador, para que todos pudieran compartir el momento con sus familias.
Fue el décimo campeonato que Brown ha ganado con el Celtic y el noveno consecutivo como capitán. Dice que todos han sido diferentes. Su primera copa, en 2008, fue una celebración tan eufórica como había esperado. “Ese día el Celtic estaba jugando en Dundee y tomamos la ciudad”, dijo. Recordó haber arrojado sus botas por la ventana del vestuario a los fanáticos que esperaban afuera.
Sin embargo, Brown, como Mignolet y Bronze, rechaza la idea de que estas victorias son poco significativas. Quizá las celebraciones fueron mucho más silenciosas de lo que deseaban, y las circunstancias no son especialmente adecuadas para las manifestaciones de alegría, pero a nadie le preocupa que sus logros no sean válidos.
Sin embargo, para ninguno de estos futbolistas la situación actual es el final de un camino; es la culminación de algo, pero de ninguna manera es la conclusión. Mignolet lo ha pensado mucho, durante los días y las semanas que han pasado desde que llegó ese mensaje de texto que lo coronó como campeón. Es algo que siempre quiso, pero la forma en que sucedió le ha hecho sentir que quiere más.
“Ya quiero que comience la próxima temporada”, dijo. “Tengo hambre por volver al campo y hacerlo de nuevo, ganar y poder celebrar con mis compañeros de equipo y con los fanáticos, quiero celebrarlo de la manera correcta”. Al igual que todos los campeones recientes de Europa, Mignolet tiene, o tendrá, su medalla. Pero, ahora, lo que realmente quiere es tener su momento.