Hace algunos años, sentado bajo árboles de sombra en Saratoga Springs, Nueva York, tuve un diálogo de dos horas con Bob Dylan que abordó temas como Malcolm X, la Revolución francesa, Franklin Roosevelt y la Segunda Guerra Mundial.
En una coyuntura, me preguntó qué sabía de la masacre de Sand Creek de 1864. Cuando le respondí que no sabía lo suficiente al respecto, se levantó de su silla plegable, subió a su autobús de giras y regresó cinco minutos más tarde con unas fotocopias que describían la manera en que los soldados estadounidenses habían masacrado a cientos de cheyennes y arapahoes pacíficos en el sureste de Colorado.
Dada la naturaleza de nuestra relación, me atreví a comunicarme con él en abril, en medio de la crisis del coronavirus, tras el lanzamiento inesperado de su canción épica de diecisiete minutos “Murder Most Foul”, acerca del asesinato del presidente John F. Kennedy. Aunque no había ofrecido entrevistas fuera de su propio sitio web desde que ganó el Premio Nobel de literatura en 2016, aceptó charlar por teléfono desde su casa en Malibú, California, una conversación que resultó ser su única entrevista antes del lanzamiento el viernes de “Rough and Rowdy Ways”, su primer álbum de canciones originales desde “Tempest” en 2012.
Como la mayoría de las conversaciones con Dylan, “Rough and Rowdy Ways” explora un territorio complejo: trances e himnos, música “blues” desafiante, anhelos románticos, yuxtaposiciones cómicas, los juegos de palabras de un bromista, ardor patriótico, firmeza inconformista, cubismo lírico, reflexiones sobre la vejez y satisfacción espiritual.
En la fabulosa y energética “Goodbye Jimmy Reed”, Dylan honra al músico de “blues” de Misisipi con melodías feroces de armónica y una letra subida de tono. En la canción lenta de “blues”, “Crossing the Rubicon”, siente “los huesos debajo de la piel” y considera sus alternativas antes de la muerte: “A tres millas al norte del purgatorio… a un paso del más allá / Hice una oración a la cruz, besé a las chicas, y crucé el Rubicón”.
“Mother of Muses” es un himno al mundo natural, los coros de gospel y los hombres militares como William Tecumseh Sherman y George Patton, “quienes despejaron el camino para que Presley cantara / quienes le despejaron el camino a Martin Luther King”. Además, “Key West (Philosopher’s Pirate)” es una meditación etérea acerca de la inmortalidad ambientada en un trayecto por la Ruta 1 hacia Florida Keys, con el acordeón de Donnie Herron, cuyo sonido nos recuerda a Garth Hudson, de The Band. En ella, rinde homenaje a “Ginsberg, Corso y Kerouac”.
Quizá algún día escribirá una canción o realizará una pintura para honrar a George Floyd. En las décadas de 1960 y 1970, siguiendo el ejemplo del trabajo de los líderes negros y el movimiento de derechos civiles, Dylan también trabajó para exponer la arrogancia del privilegio blanco y la perversidad del odio racial en Estados Unidos a través de canciones como “George Jackson”, “Only a Pawn in Their Game” y “The Lonesome Death of Hattie Carroll”. Una de sus frases más feroces acerca de la policía y la raza quedó plasmada en “Hurrican”, su balada de 1976: “Así son las cosas en Paterson / Si eres negro, mejor no salgas a la calle / A menos que quieras llamar la atención”.
Pude comunicarme brevemente con Dylan, de 79 años, un día después del asesinato de Floyd, en Minneapolis. Claramente impactado por el horror que había ocurrido en el estado donde vive, sonaba deprimido. “Me sentí horrorizado de ver cómo torturaron a George hasta matarlo de esa manera”, comentó. “Fue espantoso. Esperemos que la familia de Floyd y la nación obtengan justicia de inmediato”.
A continuación los fragmentos editados de las dos conversaciones.
P: ¿Escribiste “Murder Most Foul” como una alabanza nostálgica dedicada a un momento que quedó en el pasado?
R: Para mí no es nostálgica. No creo que “Murder Most Foul” sea una idealización del pasado ni algún tipo de celebración de un momento desvanecido. A mí me habla del presente. Siempre fue así, sobre todo cuando estaba escribiendo la letra.
P: “I Contain Multitudes” tiene una frase poderosa: “Duermo con la vida y la muerte en la misma cama”. Supongo que todos nos sentimos de esa manera cuando llegamos a cierta edad. ¿Piensas a menudo en la mortalidad?
R: Pienso en la muerte de la raza humana, en el largo y extraño trayecto del simio desnudo. No es por ser delicado al respecto, pero la vida de todos es pasajera. Todos los seres humanos, sin importar su fuerza ni su poder, son frágiles cuando se trata de la muerte. Lo pienso en términos generales, no de manera personal.
P: Hay mucho sentimiento apocalíptico en “Murder Most Foul”. ¿Te preocupa que en 2020 lleguemos a un punto sin retorno, que la tecnología y la hiperindustrialización se opongan a la vida humana en la Tierra?
R: Claro, hay muchas razones para mostrarse aprehensivo al respecto. Definitivamente hay mucha más ansiedad y nervios que antes. Pero eso solo aplica a las personas de cierta edad como tú y como yo, Doug. Solemos vivir en el pasado, pero esos solo somos nosotros. Los jóvenes no tienen esa tendencia. No tienen pasado, así que todo lo que saben es lo que ven y escuchan, y se creen cualquier cosa. En veinte o treinta años, todos estarán en la delantera. Cuando veas a alguien que tiene 10 años, sabrás que tendrá el control en veinte o treinta años, y no tendrá idea del mundo que conocimos nosotros. Los jóvenes adolescentes de ahora no tienen pasado que recordar. Así que quizá lo mejor es adoptar esa mentalidad en cuanto podamos porque así será la realidad.
En cuanto a la tecnología, nos vuelve vulnerables a todos. Pero los jóvenes no piensan así. Eso no les importa. Las telecomunicaciones y la tecnología avanzada forman parte del mundo en el que nacieron. Nuestro mundo ya es obsoleto.
P: Una frase en “False Prophet” —“Soy el último de los mejores / pueden sepultar a los demás”— me recordó las muertes recientes de John Prine y Little Richard. ¿Escuchaste su música después de su muerte como una suerte de tributo?
R: Ambos triunfaron con su obra. No necesitan que nadie les haga tributos. Todos saben lo que hicieron y quiénes eran. Y merecen todo el respeto y aclamación que recibieron. No hay duda. Pero yo crecí con Little Richard. Y él fue mi predecesor. Me dio la energía que necesitaba. Me enseñó cosas que no habría sabido sin él. Por eso pienso en él de manera distinta. John llegó después de mí. No es lo mismo. Los reconozco de manera diferente.
P: Honras a muchos artistas grandiosos en tus canciones. Mencionas a Don Henley y Glenn Frey en “Murder Most Foul”, lo cual me pareció sorprendente. ¿Qué canciones de los Eagles disfrutas más?
R: “New Kid in Town”, “Life in the Fast Lane”, “Pretty Maids All in a Row”. Esa podría ser una de las mejores canciones de la historia.
P: También te refieres a Art Pepper, Charlie Parker, Bud Powell, Thelonious Monk, Oscar Peterson y Stan Getz en “Murder Most Foul”. ¿Cómo te ha inspirado el jazz como compositor y poeta en tu larga carrera?
R: Quizá deba mencionar las primeras grabaciones de Miles en Capitol Records. ¿Pero qué es el jazz? ¿Dixieland, bebop, high-speed fusion? ¿Qué es el jazz para nosotros? ¿Es Sonny Rollins? Me gusta el trabajo de Sonny con el calypso, ¿pero es jazz? Jo Stafford, Joni James, Kay Starr… creo que todos eran cantantes de jazz. King Pleasure, esa es mi idea de un cantante de jazz. No sé; puedes poner cualquier cosa en esa categoría. El jazz data de la década loca de 1920. A Paul Whiteman le decían el rey del jazz. Estoy seguro de que, si le hubieras preguntado eso a Lester Young, no habría sabido de qué estás hablando.
¿Eso me ha inspirado? Claro, quizá mucho. Ella Fitzgerald me inspira como cantante. Oscar Peterson me inspira como pianista, desde luego. ¿Me han inspirado como compositor? Sí, como “Ruby, My Dear” de Monk. Esa canción me inspiró a tomar la misma dirección. Recuerdo que la escuchaba una y otra vez.
P: ¿Qué papel desempeña la improvisación en tu música?
A: Ninguno. No hay manera en que puedas cambiar la naturaleza de una canción una vez que la inventaste. Puedes poner distintos patrones de guitarra o piano en las líneas estructurales y partir de ahí, pero esa no es improvisación. La improvisación te expone a actuaciones buenas o malas, y la idea es ser constante. Básicamente tocas lo mismo una y otra vez de la manera más perfecta que puedas.
P: “I Contain Multitudes” tiene partes sorprendentemente autobiográficas. Los últimos dos versos expresan un estoicismo agresivo, mientras que el resto de la canción es una confesión cómica. ¿Te divertiste lidiando con los impulsos contradictorios de ti y de la naturaleza humana en general?
R: No tuve que lidiar mucho con eso. Es el tipo de situación en la que acumulas versos de flujo de conciencia y después lo dejas así para pulirlo todo. En esa canción, los últimos versos se escribieron primero. Así que esa era la dirección de la canción desde el principio. Obviamente, el motor de la canción es la frase que la titula. Es una de esas cosas que escribes por instinto, como un estado de trance. La mayoría de mis canciones recientes son así. La letra es lo verdadero, lo tangible; no son metáforas. Las canciones parecen conocerse, y saben que puedo cantarlas, vocalmente y rítmicamente. Casi se escriben solas y cuentan conmigo para cantarlas.
P: Charlie Sexton comenzó a tocar contigo algunos años en 1999 y regresó en 2009. ¿Qué lo vuelve un músico especial? Es como si ustedes dos pudieran leerse la mente.
R: Charlie puede leer la mente de todos. Sin embargo, crea canciones y las canta también, y puede tocar la guitarra mejor que nadie en la banda. Charlie parece ser parte de todas mis canciones, y siempre ha tocado muy bien conmigo. “False Prophet” es solo una de tres canciones estructurales de doce barras en este álbum. Charlie es bueno en todas las canciones. No es un guitarrista presumido, aunque podría serlo si así lo quisiera. Es muy controlado con su instrumento, pero puede ser explosivo cuando quiere. El suyo es un estilo clásico, muy tradicional. Encarna las canciones en vez de atacarlas. Siempre ha hecho eso conmigo.
P: ¿Cómo has pasado el último par de meses refugiado en Malibú? ¿Has podido soldar o pintar?
R: Sí, un poco.
P: ¿Puedes ser musicalmente creativo mientras estás en casa? ¿Tocas el piano y creas cosas en tu estudio privado?
A: Eso casi siempre lo hago en habitaciones de hotel. Una habitación de hotel es lo más cercano que tengo a un estudio privado.
P: ¿Tener el océano Pacífico en tu patio te ayuda a procesar la pandemia de la COVID-19 de manera espiritual? Hay una teoría llamada “mente azul”, la cual señala que vivir cerca del agua es una cura para la salud.
R: Sí, también lo creo. “Cool Water”, “Many Rivers to Cross”, “How Deep Is the Ocean”. Cuando escucho cualquiera de esas canciones, siento es una cura… no sé de qué, pero una cura para algo que ni siquiera sabía que sufría. Es como una sanación. Es como algo espiritual. El agua es algo espiritual. Jamás había escuchado eso de “mente azul”. Suena a que podría ser algún tipo de canción lenta de “blues”, algo que escribiría Van Morrison. Quizá ya escribió algo así; no lo sé.
P: No fue agradable enterarse de que, justo cuando la obra ”Girl From the North Country”, que cuenta con tu música, obtenía excelentes reseñas, la producción tuvo que suspenderse debido a la COVID-19. ¿Has visto la obra o visto una grabación de la obra?
R: Claro, ya la vi, y me conmovió. La vi como espectador anónimo, no como alguien que tenía algo que ver con la producción. Simplemente dejé que ocurriera. La obra me hizo llorar al final. Ni siquiera sé por qué. Cuando bajó la cortina, quedé impactado de verdad. Qué mal que Broadway haya cerrado, porque quería verla de nuevo.
P: ¿Piensas en esta pandemia en términos bíblicos, como una plaga que ha arrasado con las tierras?
R: Creo que es el precedente de algo que ocurrirá más tarde. Es una invasión, desde luego, y es generalizada, ¿pero bíblica? ¿Quizá te refieres a algún tipo de alerta para que la gente se arrepienta de sus pecados? Eso implicaría que el destino del mundo es algún tipo de castigo divino. La arrogancia extrema puede tener consecuencias desastrosas. Quizá estamos en el principio de la destrucción. Hay muchísimas maneras en que podemos procesar el virus. Creo que solo debemos dejar que siga su curso.
P: De todas tus composiciones, “When I Paint My Masterpiece” me ha parecido cada vez mejor a lo largo de los años. ¿Qué te hizo traerla de regreso a tus conciertos recientes?
R: También a mí me parece mejor ahora. Creo que esa canción tiene algo que ver con el mundo clásico, algo que está fuera del alcance, algún lugar en el que te gustaría estar más allá de tu experiencia, algo que es tan supremo y de primer nivel que jamás podrías volver a tu situación previa, pues has logrado lo impensable. Eso es lo que trata de decir la canción, y tendrías que ponerlo en ese contexto. No obstante, al decirlo, aunque sí pintes una obra maestra, ¿qué harás después? Pues, obviamente, tienes que pintar otra obra maestra. Así puede convertirse en un ciclo interminable, algún tipo de trampa. Pero la canción no dice eso.
P: ¿Cuál es el estado de tu salud? Parece que estás en muy buena condición física. ¿Cómo haces que la mente y el cuerpo funcionen en conjunto?
R: Esa es una gran pregunta, ¿no? ¿Cómo lo hacen las personas? La mente y el cuerpo van de la mano. Debe haber algún tipo de conciliación. Me gusta pensar que la mente es el espíritu y el cuerpo, la sustancia. No tengo idea de cómo se integran esas dos cosas. Simplemente trato de continuar en línea recta y seguir adelante, tener el mismo nivel.