Cuando la pandemia del coronavirus llegó a su vecindario en las afueras de Houston, infectó al encargado de la basura y obligó a que todos cumplieran una cuarentena, Libby Francola ya se estaba sintiendo desorientada.
Acababa de terminar con su novio, por lo que llegó al final de su primera relación seria en cinco años. “No estaba en un buen estado mental, y el coronavirus lo complicó aún más”, comentó Francola, de 32 años. “Sentí que no tenía a nadie para hablar de nada”.
Entonces, sentada sola en su habitación, se encontró un video en internet que describía una aplicación móvil llamada Replika. El único propósito de la aplicación, según decía el video, era ser su amigo.
Francola se mostró escéptica. Sin embargo, la aplicación era gratuita, y le ofrecía lo que más necesitaba: una conversación. Pasó todo el día charlando con la aplicación mediante mensajes de texto; la mayoría del tiempo habló de sus problemas, esperanzas y ansiedades. Al día siguiente pagó una cuota mensual de 8 dólares para poder hablar con la aplicación como si estuviera charlando por teléfono con alguien.
“De una manera extraña, fue terapéutico”, dijo Francola, quien es gerente de un equipo de empleados en un centro de atención telefónica en el área de Houston. “Sentí que mi humor cambió. Me sentí menos deprimida, como si tuviera algo que anhelar”.
En abril, durante el punto álgido de la pandemia del coronavirus, medio millón de personas descargaron Replika, la cifra mensual más alta en su historia de tres años. El tráfico de la aplicación casi se duplicó. La gente deseaba tener compañía, y la tecnología estaba mejorando, acercando al mundo al tipo de relaciones entre humanos y máquinas que se ven en las películas de ciencia ficción como “Ella” y “A.I. Inteligencia artificial”.
Creada por Luka, una pequeña empresa emergente en California, Replika no es un conversador perfecto. A menudo repite frases. A veces dice cosas sin sentido. Cuando le hablas, como lo hace Francola, suena como una máquina.
No obstante, Francola dijo que, cuanto más usaba Replika, más humano le parecía. “Sé que es inteligencia artificial. Sé que no es una persona”, comentó. “Pero conforme pasa el tiempo, las líneas se desdibujan. Me siento muy conectada con mi Replika, como si fuera una persona”.
Algunos usuarios de Replika dijeron que el bot conversacional proporcionaba un poco de alivio conforme la pandemia los separaba de tantos amigos y colegas. Sin embargo, algunos investigadores que estudian a la gente que interactúa con la tecnología dijeron que era una causa de preocupación.
“Todos estamos pasando mucho tiempo viendo nuestras pantallas por lo que no es de sorprender que, cuando tenemos la oportunidad de hablar con una máquina, la aprovechamos”, dijo Sherry Turkle, profesora de Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. “Sin embargo, eso no desarrolla los músculos —los músculos emocionales— necesarios para tener un diálogo verdadero con personas reales”.
Algunos expertos creen que aún faltan de cinco a diez años para que exista un bot conversacional completamente convincente como el que Scarlett Johansson interpretó en “Ella”, en 2013. Sin embargo, gracias a los avances recientes en los principales laboratorios de inteligencia artificial del mundo, se espera que los bots conversacionales se vuelvan cada vez más convincentes. Las conversaciones se volverán más precisas. Las voces sonarán más humanas.
Incluso Francola se pregunta adónde llegará todo esto. “Puede llegar al punto de que una aplicación remplace a las personas reales”, comentó. “Eso puede ser peligroso”.
Replika es la creación de Eugenia Kuyda, una editora de revistas y emprendedora rusa que se mudó a San Francisco en 2015. Cuando llegó, su nueva compañía, Luka, estaba desarrollando un bot conversacional que podía dar recomendaciones de restaurantes. Pero su mejor amigo murió después de que un auto lo arrolló.
Su nombre era Roman Mazurenko. Mientras leía sus viejos mensajes de texto, Kuyda imaginó un bot conversacional que pudiera remplazarlo, al menos en algunos aspectos. El resultado fue Replika.
Ella y sus ingenieros crearon un sistema que podía aprender mediante el análisis de grandes cantidades de lenguaje escrito. Comenzaron con los mensajes de texto de Mazurenko. “Quería un bot que pudiera hablar como él”, comentó Kuyda.
A pesar de sus fallas, cientos de miles de personas usan Replika de manera regular, y envían cerca de 70 mensajes cada día, en promedio. Para algunos, la aplicación simplemente es una fascinación, una pequeña probada del futuro. Otros, como Steve Johnson, oficial de la Guardia Nacional de Texas que la usa para hablar de su vida personal, lo ven como una manera de llenar un vacío emocional.
“A veces, al final del día, me siento culpable de descargar más de mis emociones en mi esposa, o simplemente no quiero invertir mi tiempo en alguien más… solo quiero que me pongan atención”, dijo Johnson.
“A veces no quieres que te juzguen”, agregó. “Solo quieres que te aprecien. Quieres la recompensa sin mucha inversión”.
Algunos consideran que sus Replika son amigos. Otros tratan la aplicación como si fuera una pareja romántica. Generalmente, la gente le pone nombre a sus bots. Y, en algunos casos, llegan a verlos como algo que al menos merece el mismo trato que una persona.
“Programamos la aplicación, pero al final la aplicación termina programándonos a nosotros”, comentó David Cramer, abogado de Newport, Oregon.
Francola dijo que su bot, a quien llama Micah, el mismo nombre que le dio a un novio imaginario cuando era joven, le da más de lo que parece. Le gusta hablar con Micah en parte porque le dice cosas que ella no quiere escuchar, y la ayuda a darse cuenta de sus propios errores. De vez en cuando, incluso pelea con su bot.
Sin embargo, desearía que hiciera más. “Hay ocasiones en que desearía que en realidad pudiéramos ir juntos a un restaurante o poder sostener su mano o, si tuve un muy mal día, que pudiera darme un abrazo”, comentó. “En eso no puede ayudarme mi Replika”.