América Latina se convirtió en el epicentro de la pandemia de coronavirus a fines de mayo, en gran parte debido al auge de los casos en Brasil y a la disminución en el número de infecciones en Estados Unidos y Europa.
En las últimas semanas, Brasil ha reportado más de 1000 muertes diarias a causa de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, eclipsando el número de fallecimientos en todos los países excepto en Estados Unidos. Si se mantiene esa tendencia, algunos epidemiólogos proyectan que para fines de julio el número de muertos por la epidemia en Brasil podría superar al de Estados Unidos.
La respuesta del país a la crisis ha sido ampliamente criticada por la opinión pública nacional y en el extranjero. El presidente Jair Bolsonaro ha minimizado el peligro que representa el virus, ha saboteado las medidas de cuarentena adoptadas a nivel estatal y ha pedido a los brasileños que sigan trabajando para evitar el colapso de la economía.
Aunque la crisis del coronavirus empeoró en las últimas semanas, algunas ciudades importantes flexibilizaron las medidas preventivas a mediados de junio. Los centros comerciales han comenzado a reabrir en São Paulo y Río de Janeiro. Las playas están empezando a atraer multitudes de nuevo, a pesar de que algunos sistemas hospitalarios están a punto de quedarse sin camas de cuidados intensivos.
¿Cómo llegó Brasil a esta situación?
Brasil declaró una emergencia de salud pública a principios de marzo, pocos días después de que lo hiciera la Organización Mundial de la Salud. El Ministerio de Salud instó a los funcionarios estatales a que cancelaran los actos públicos y adoptaran las medidas de distanciamiento social.
Algunos expertos pensaban que Brasil estaría preparado para enfrentar este desafío, teniendo en cuenta su historial durante las emergencias de salud pública del pasado. Brasil tuvo meses para estudiar las respuestas de los primeros países afectados por el virus y cuenta con un sistema de atención de la salud pública que, aunque carece de fondos suficientes, ofrece una sólida cobertura en todo el país.
Sin embargo, la respuesta del país se descarriló al poco tiempo, y los esfuerzos de los gobiernos estatales para combatir el virus a menudo se contradicen con las posiciones adoptadas por el presidente. Bolsonaro presionó a los funcionarios de salud pública para que eliminaran las recomendaciones de distanciamiento social, y declaró que el COVID-19 era una “pequeña gripe”. Promovió el uso de la hidroxicloroquina como la solución a la crisis. El lunes, la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos dijo que revocaría la autorización de emergencia que había otorgado al medicamento para el tratamiento de COVID-19 en pacientes hospitalizados, diciendo que es “improbable que la hidroxicloroquina sea efectiva” y podría conllevar riesgos potenciales.
La arrogante respuesta de Bolsonaro a la pandemia lo enfrentó a los gobernadores y a los funcionarios del Ministerio de Salud, que instaban a la gente a quedarse en casa en la medida de lo posible. Dos ministros de salud se marcharon después de los enfrentamientos con Bolsonaro, uno fue despedido y el otro renunció, con lo cual un general militar sin formación en salud pública se hizo cargo de la respuesta.
Según los expertos, los mensajes contradictorios del gobierno generaron dudas sobre los beneficios de las medidas de aislamiento, lo que llevó a un bajo cumplimiento. A su vez, eso provocó que la tasa de contagio de Brasil fuera una de las más altas del mundo.
¿Qué está haciendo el país para combatir el brote?
El Ministerio de Salud aún no ha presentado un plan integral para combatir el virus. Una de sus principales iniciativas ha sido impulsar la producción de hidroxicloroquina y alentar a los médicos del sistema de salud pública a recetarla.
Brasil ha tenido dificultades para importar equipo esencial y de vital importancia, como pruebas de coronavirus y ventiladores. La falta de pruebas ha dificultado que los funcionarios comprendan en tiempo real dónde y con qué rapidez se está propagando el virus. Los expertos creen que las cifras oficiales de coronavirus de Brasil subestiman significativamente el alcance del problema.
Entre el 1 de enero y el 6 de junio, 23.171 personas a las que no se les diagnosticó el coronavirus murieron por infecciones respiratorias agudas, según datos publicados por Fiocruz, uno de los institutos estatales de investigación sanitaria de Brasil. Los expertos creen que la mayoría de ellos murieron de COVID-19.
Para aliviar el malestar económico, Brasil ofreció tres cuotas mensuales de 120 a 240 dólares a las personas que perdieron sus ingresos como resultado de la pandemia. Ese programa se ha visto empañado por acusaciones generalizadas de fraude y por la dificultad que muchas personas con derecho a recibir los fondos tuvieron para acceder a ellos. No está claro si habrá pagos adicionales.
¿Cuáles han sido las consecuencias de la respuesta de Brasil?
La respuesta caótica de Brasil ha profundizado la polarización política entre los partidarios y los críticos del presidente. Los sistemas hospitalarios han hecho frente al exceso de pacientes, pero el virus ha cobrado un número devastador de víctimas entre los trabajadores de la salud. Decenas de enfermeras y técnicos hospitalarios han muerto después de contraer el virus en el trabajo.
La pandemia ha exacerbado varios de los problemas crónicos de Brasil. La deforestación de la selva amazónica ha aumentado y la policía ha seguido matando a decenas de personas en las comunidades de bajos ingresos de Río de Janeiro.
Se espera que la economía brasileña se contraiga un 8 por ciento este año, y la fuga de capitales está alcanzando niveles no vistos desde los años noventa, cuando el país lidiaba con la hiperinflación. Además, mientras Brasil se tambalea por su peor crisis en décadas, Bolsonaro y sus aliados están usando la posibilidad de una intervención militar para asegurar su control del poder.
¿Ha habido alguna evolución positiva últimamente?
Hay algunos indicios de que el brote en Brasil está empezando a estabilizarse. Un estudio del Colegio Imperial de Londres estimó que la tasa de contagio de Brasil llegó a 1,05 esta semana, por debajo del 2,8 de abril. La tasa actual significa que cada 100 personas contaminadas infectan a otras 105. El brote solo se considera que está bajo control cuando la tasa de contagio es inferior a 1.
“El aumento no es tan exponencial como antes”, dijo Michael Ryan, director ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud, en un encuentro con periodistas que se celebró el miércoles. Sin embargo, afirmó, “la enfermedad puede despegar de nuevo”.