Los exámenes fueron anulados, y los cerca de 15 millones de alumnos de primaria y secundaria volverán el próximo año al mismo curso que este. En Kenia, el año escolar va de enero a octubre.
“No me siento bien ya que el ‘corona’ ha destruido todo y no podemos ir al colegio”, lamenta Bella Achieng Otieno, de 15 años, que forma parte de la generación de jóvenes kenianos sacrificados por la decisión del gobierno de cerrar los centros educativos hasta enero de 2021 por la covid-19.
La epidemia de coronavirus ha puesto la vida de Bella, así como la de millones de alumnos, patas arriba. Su colegio está cerrado desde marzo y su única ocupación es recorrer a lo largo del día las calles insalubres del asentamiento de Kibera, en el corazón de Nairobi.
El gobierno anunció en julio que las escuelas no abrirán hasta enero próximo y que el año escolar 2020 se puede dar por “perdido” ante la evolución preocupante de la pandemia en el país donde se reportan 27.000 casos y más de 400 muertos.
Los exámenes fueron anulados, y los cerca de 15 millones de alumnos de primaria y secundaria volverán el próximo año al mismo curso que este. En Kenia, el año escolar va de enero a octubre.
Bella va al colegio “Kibera school for girls”, creado por la ONG local Shofco en un gran edificio de ladrillo rojo, que acoge a más de 330 niñas de entre 5 y 15 años. La dirección del centro ha tratado de crear un grupo en WhatsApp, para mantener los deberes en casa.
Pero en este universo donde la mayor parte de los padres son analfabetos, no poseen smartphones o no tienen internet, la experiencia fracasó. El colegio, gratuito, distribuyó deberes en papel que los niños iban a buscar.
Tras el anuncio del fin del año escolar, el colegio decidió mantener los deberes solo para la veintena de jóvenes que estaban en el último año de primaria (13-14 años) y debían pasar un examen este año.
– Familias empobrecidas –
“Para las jóvenes, es realmente frustrante (…) Rara vez se quedaban en casa por tanto tiempo”, dice a la AFP Rachel Esther, la directora adjunta. “Estoy segura de que a la mayoría no le gusta.”
No esconde su preocupación por el futuro de estas chicas, que corren el riesgo de distanciarse del colegio o de caer víctimas de la violencia social. En los últimos meses se han incrementado los embarazos de adolescentes.
El cierre de colegios, donde se suelen distribuir comidas gratuitas, también ha empobrecido todavía más a los padres. “No es fácil, porque tengo que pagar el alquiler y alimentar (a mis hijos)”, dice la madre de Bella, Lilian Adhiembo, una viuda que gana apenas 200 shillings (1,5 euro) por día vendiendo carbón vegetal.
Con la bendición de su madre, para quien la escuela “es la llave de todo”, Bella “reza por que esta historia del ‘corona’ acabe pronto” y que pueda regresar de nuevo al colegio para asegurarse un “buen futuro”.
En las zonas rurales, el impacto también ha sido duro para las familias. Aunque el gobierno ha pedido a los colegios que reembolsen los gastos de escolaridad o los reporten para el año próximo, algunos temen que no sea el caso.
Joseph Ochola Nzwa, un pequeño agricultor de la región de Kakamega (oeste), vendió sus cuatro toros para pagar el colegio de sus hijos. “Ahora tengo miedo de que no terminen la escuela”, dice preocupado. “Esperaba (que los mayores) terminaran el colegio, encontraran trabajo y ayudaran a pagar los gastos de los más pequeños, pero todo se ha quedado en nada”.
– Profesores no pagados –
Los centros y el personal educativo están también muy afectados. El sector privado, que reúne a 2,3 millones de alumnos en la primaria, es el más golpeado. Sin su principal fuente de ingresos, el pago de la escolaridad, muchos centros privados tienen dificultades para pagar las facturas y al personal.
Algunos profesores del privado o contratados públicos llevan meses sin recibir su salario y han tenido que encontrar empleos alternativos para sobrevivir.
A principios de agosto, 126 escuelas privadas anunciaron que no reabrirían en enero, según la asociación keniana de escuelas privadas (KPSA), que teme que esta cifra aumente.
En el sistema keniano, el privado sirve para paliar las deficiencias del público, en particular en las zonas más desfavorecidas. “El gobierno solo no puede garantizar la educación para todos los ciudadanos”, constata Peter Ndoro, el presidente de KPSA.
Si no se apoya al sector privado, “nuestro sistema educativo estará en peligro”, predice. Los niños tendrán que acudir al público donde será difícil gestionar la distancia social.
Con el cierre de los colegios este curso, el gobierno ha priorizado la salud pública y se ha dado tiempo para organizar la vuelta. Pero en las escuelas públicas donde hay hasta 100 alumnos por clase, el desafío será inmenso.
¿Estas escuelas tendrán espacio para crear más clases y medios para contratar a profesores? Rachel Esther no está segura y teme que “no estemos preparados para abrir los colegios en Kenia en enero”.