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Trump como candidato: ataques racistas, teorías de la conspiración y una guerra contra el servicio de correos

Trump como candidato: ataques racistas, teorías de la conspiración y una guerra contra el servicio de correos
El presidente Donald Trump, la primera dama Melania Trump y su hijo Barron, a la izquierda, salen del Marine One al regresar a la Casa Blanca en Washington, después de un viaje de fin de semana a Bedminster, Nueva Jersey, el 16 de agosto de 2020. (Pete Marovich/The New York Times)

¿De cuántas maneras se puede decir que esto no es normal?

No es normal que un presidente pronuncie ataques racistas y sexistas de manera pública. Ni que presione a su fiscal general para que acuse judicialmente a sus enemigos cuando las elecciones están en puerta. Ni que le niegue fondos al Servicio Postal con el fin de evitar que la gente vote por correo. Ni que respalde a una partidaria de las teorías de conspiración que se postuló al Congreso. Ni que condene a las ciudades estadounidenses a que se “pudran”.

Desde luego, hace mucho tiempo el presidente Donald Trump redefinió lo que es normal en la Casa Blanca, pero con 77 días que le restan a una campaña que, según las encuestas, va perdiendo, está rebasando todos los límites. Al mismo tiempo que el actual mandatario y defensor de las teorías que cuestionan la ciudadanía de Barack Obama vuelve a afilar las divisiones de Estados Unidos sobre la raza, el género y la nacionalidad, también incorpora ideas no convencionales en el discurso cotidiano. Y ahora, como titular en la contienda, tiene poderosos recursos a su disposición que pueden ayudarlo a rescatar su debilitada campaña.

No obstante, lo que antes habría provocado asombro ahora no impresiona por mucho tiempo porque rápidamente es opacado por la próxima declaración o medida que rompe las normas. Cinco años después de que oficialmente lanzó su campaña para la presidencia, Trump ha dicho y hecho tantas cosas escandalosas que sus detractores ya no saben ni siquiera si dar la voz de alarma o ignorar otro intento evidente de llamar la atención.

Cuando en fechas recientes el mandatario presentó a un médico “muy brillante” que atribuye varios padecimientos al esperma del diablo y dice que los tratamientos se están desarrollando a partir de ADN extraterrestre, esa noticia apenas duró un día. Tampoco se habló mucho tiempo de su apoyo a una contendiente al Congreso partidaria de la teoría QAnon que advierte que el mundo está controlado por una “camarilla mundial de pedófilos adoradores de Satanás”.

Incluso poco antes de la medianoche del sábado, Trump no dejó de echarle leña al fuego. A las 11:09, justo 15 minutos después de lamentar en Twitter la muerte de su hermano menor, volvió a tuitear un mensaje exhortando a dejar desamparadas a las ciudades que él representa como presidente. “Abandonen las ciudades demócratas”, decía el mensaje. “Dejen que se pudran”.

Cuando el lunes comenzó a hacer campaña en los estados en disputa para intentar robarle un poco de atención a la Convención Nacional Demócrata, Trump volvió a usar términos incendiarios para atacar a la senadora Kamala Harris, la candidata designada a la vicepresidencia. “Fue más horrenda, malvada y despiadada que Pocahontas”, dijo en Minnesota, profiriendo una doble ofensa racista que ha usado con tanta frecuencia al referirse a la senadora de Massachusetts, Elizabeth Warren, que ya nadie se queja.

“La fatiga por las barbaridades es algo real. Nos ha desgastado”, señaló Claire McCaskill, exsenadora demócrata de Misuri. “Pero con cada barbaridad, mientras pasamos con rapidez a la siguiente, deja de ganarse la confianza de cualquier nuevo elector. Jamás había visto a un candidato tan incapaz de acercarse a nadie que no sea su base permanente”.

Trump logra lo que ningún otro presidente había hecho porque abruma al sistema, afirmó Sarah Logwell, asesora de los conservadores y fundadora de Votantes Republicanos contra Trump quien ha encabezado grupos de debate que analizan las posturas hacia el mandatario.

“No es que nos encojamos de hombros y sigamos adelante frente a una barbaridad, sino que de inmediato hay una nueva barbaridad a la cual se le debe poner atención”, comentó. “Podemos concentrarnos y poner toda nuestra energía en una barbaridad, pero cientos de ellas se neutralizan”.

La semana pasada estuvo plagada de momentos que conducen a la locura. Luego de que el exvicepresidente Joe Biden eligió a Harris como su compañera de fórmula demócrata, Trump dijo que había escuchado que “no cumple con los requisitos” para la vicepresidencia porque sus padres son inmigrantes, aunque ella nació en California. La afirmación de Trump no tiene fundamento en la ley, pero apeló a las posturas nativistas y recordó la época en que hizo insinuaciones falsas de que el presidente Barack Obama había nacido clandestinamente en África.

De igual manera, Trump recurrió a sus palabras preferidas para las mujeres que le disgustan y describió a Harris como una mujer “horrenda”, “furiosa” y “loca”. Eric Trump, uno de los hijos del presidente, le dio “me gusta” a un tuit que fue borrado desde entonces que se refería a Harris como la “designación de una zorra”.

Ese mismo día, el mandatario invocó los antiguos temores de los blancos al afirmar en Twitter que “el ‘ama de casa suburbana’ votará por mí”, usando un término más común en la década de 1970 que en el siglo XXI, porque si gana Biden, integrará las viviendas de la gente de bajos recursos a sus comunidades “y Corey Booker estará al mando”, refiriéndose a otro senador negro (y escribiendo mal su nombre de pila).

Trump dio marcha atrás con el argumento de elegibilidad contra Harris en una conferencia de prensa el sábado en la noche, al decir que “no es algo con lo que yo vaya a continuar”. Pero, aun así, no quiso afirmar categóricamente que Harris puede contender e insinuó que el tema seguía abierto al decir: “Pensaríamos que Joe, el dormilón, la habría investigado”.

Los partidarios del presidente negaron que sus comentarios fueran racistas. Paris Dennard, asesor principal de comunicación para los asuntos relacionados con la comunidad negra en los medios de comunicación del Comité Nacional Republicano, dijo que había “amas de casa suburbanas negras” al igual que blancas.

“Este es un tema de bienes raíces y no un tema racial”, afirmó. “El historial de logros del presidente Trump para la comunidad negra en solo cuatro años es muy grande en comparación con el historial de intolerancia, declaraciones y políticas racistas de Joe Biden, como su ley de crímenes violentos, las cuales han destruido las familias, las comunidades y el patrimonio generacional de los negros”.

A diferencia de 2016, cuando las opiniones de Trump sobre los mexicanos, los musulmanes, las mujeres, los veteranos y los discapacitados generaron un fuerte impacto, ahora sus comentarios tienen mayor peso porque tiene a su disposición la autoridad del gobierno federal.

La semana pasada, en Fox Business, dio la impresión de que Trump estaba presionando al fiscal general William Barr para que acusara judicialmente a sus enemigos políticos. “Bill Barr puede pasar a la historia como el fiscal general más importante de nuestro país o puede quedar como una persona común y corriente”, dijo el mandatario mientras acusó al gobierno de Obama de espiarlo. “Depende de qué vaya a suceder”.

Barr ha descartado las acusaciones contra Obama o Biden, pero la semana pasada dijo que no frenaría las iniciativas contra otros antes del 3 de noviembre. “No vamos a hacer nada que perjudique las elecciones”, le dijo a Buck Sexton, el presentador conservador del programa de entrevistas. “Pero queremos finalizar algunas cosas antes de las elecciones”.

En repetidas ocasiones, Barr ya ha tomado medidas propuestas por Trump que benefician a sus colaboradores, entre las que se encuentran reducir una sentencia recomendada contra Roger Stone y proponer desechar los cargos contra Michael Flynn incluso después de que se declaró culpable. La semana pasada, el presidente declaró con entusiasmo que un abogado del FBI se declararía culpable de comportamiento indebido con relación a una orden de vigilancia contra un asesor de la campaña.

Un comentario de Trump que sí generó una reacción perdurable surgió cuando aparentemente reconoció que quería obstruir los fondos que proponían los demócratas para el Servicio Postal con el fin de frenar las votaciones por correo, una modalidad de emisión de votos que, según él, destruiría a los candidatos republicanos.

“Necesitan ese dinero para que funcione la oficina de correos y así puedan recibir todos esos millones de boletas”, afirmó. “Si no tienen esas dos cosas, no puede haber votaciones universales por correo porque no están preparados para que las haya”.

Para el sábado, estaba cambiando su postura al decirles a los reporteros que “tienen razón, debe haber más recursos, estoy de acuerdo”, pero acusaba a la oposición de no llegar a un acuerdo sobre un proyecto más amplio de ayuda para hacer frente al coronavirus. “El problema es que los demócratas no están aprobando los fondos necesarios”, afirmó.

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