Están surgiendo datos que muestran cómo algunos de los daños más graves del coronavirus afectán al corazón
En un inicio, se pensaba que el SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19, afectaba principalmente los pulmones: SARS es la sigla en inglés de “síndrome respiratorio agudo grave”. Ahora, sabemos que casi no hay ninguna parte del cuerpo que perdone esta infección. Además, están surgiendo datos que muestran cómo algunos de los daños más graves del virus afectan al corazón.
Eduardo Rodríguez estaba listo para ser el pícher abridor de los Medias Rojas de Boston esta temporada. Sin embargo, en julio, el jugador de 27 años dio positivo por COVID-19. Dijo que se sentía como “si tuviera 100 años” y les comentó a los reporteros: “Nunca me había sentido tan enfermo en la vida y no quiero volver a sentirme tan enfermo de nuevo”. Le aminoraron los síntomas pero unas semanas más tarde, durante un entrenamiento, se sintió tan cansado después de lanzar unos 20 picheos que su equipo le dijo que parara y descansara.
Tras una mayor investigación, se reveló que tenía un padecimiento que a muchas personas les está costando comprender: miocarditis asociada con COVID-19. Rodríguez no jugará béisbol esta temporada.
“Miocarditis” significa inflamación del músculo del corazón. Algunos pacientes nunca lo sienten, pero otros pueden tener consecuencias graves. Además, Rodríguez no es el único atleta en sufrir de este padecimiento: varios jugadores de fútbol americano universitario posiblemente han desarrollado miocarditis a causa de la COVID-19, lo cual ha puesto en riesgo todo el panorama del fútbol americano universitario.
Hace poco tiempo, traté a un paciente con COVID-19 que tenía poco más de 50 años. Había gozado de un estado físico perfecto sin ningún historial de enfermedades graves. Cuando comenzaron las fiebres y los dolores en el cuerpo, se encerró en su habitación. Sin embargo, en vez de mejorar, su estado se deterioró y a la postre acumuló litros de fluido en las piernas. Cuando llegó al hospital sin poder respirar, sus pulmones no eran los culpables de llevarlo al límite… era su corazón. Ahora, lo estamos evaluando para ver si necesita un trasplante de corazón.
Un intrigante estudio nuevo realizado en Alemania ofrece un vistazo a la manera en que el SARS-CoV-2 afecta el corazón. Los investigadores estudiaron a 100 individuos, de una edad promedio de tan solo 49 años, que se habían recuperado de la COVID-19. La mayoría era asintomática o tenía síntomas leves.
Un promedio de dos meses después de haber recibido los diagnósticos, los investigadores realizaron resonancias magnéticas de sus corazones y realizaron descubrimientos alarmantes: casi un 80 por ciento tenía alteraciones persistentes y un 60 por ciento mostraba evidencias de miocarditis. La gravedad de la enfermedad inicial no explicó el grado de la miocarditis.
Aunque el estudio tiene algunas fallas, y la generalización e importancia de sus hallazgos no se conocen por completo, deja claro que es muy común ver problemas que afecten el corazón entre pacientes jóvenes que en apariencia habían superado el SARS-CoV-2. Es probable que apenas estemos viendo el comienzo del daño.
Los investigadores todavía quieren averiguar cómo el SARS-CoV-2 provoca miocarditis: ya sea que el virus lesione directamente el corazón o estimule una reacción inmunitaria muy virulenta. Es posible que parte del éxito de los medicamentos inmunodepresores en el tratamiento de pacientes enfermos con COVID-19, como el esteroide dexametasona, provenga de evitar un daño inflamatorio al corazón. Estos esteroides suelen usarse para tratar casos de miocarditis. A pesar del tratamiento, hay formas más graves de miocarditis asociada con COVID-19 que pueden producir un daño permanente en el corazón… el cual, a su vez, puede provocar insuficiencia cardiaca.
Sin embargo, la miocarditis no es la única forma en que la COVID-19 puede provocar que más gente muera de enfermedades cardiacas. Cuando analicé los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), descubrí que desde febrero han muerto casi 250.000 más estadounidenses de enfermedades cardiacas en comparación con el mismo periodo de años anteriores. Algunos de estos fallecimientos se le podrían atribuir a la COVID-19, pero es probable que la mayoría se deba a que los pacientes posponen la atención de sus corazones. Esto podría generar una ola de enfermedades cardiacas sin tratar después de la pandemia.
Es comprensible que muchos pacientes estén preocupados por tener que volver a la clínica o al hospital. La Asociación Estadounidense del Corazón ha comenzado una campaña llamada “No te mueras de la duda” para abordar la alarmante reducción de llamadas al número de emergencias o la búsqueda de atención médica después de un infarto o una apoplejía.
Desde el inicio de la pandemia, ha quedado claro que la gente con enfermedades cardiacas o padecimientos relacionados como la diabetes o hipertensión tienen un riesgo más alto de desarrollar un caso grave de COVID-19. Los CDC recomiendan que los más de 30 millones de estadounidenses que viven con una enfermedad cardiaca tomen precauciones adicionales para evitar una infección. Los hospitales y las clínicas deberían trabajar tiempo extra para garantizar que son seguros para los pacientes y para apoyar a los servicios de telemedicina con el fin de que los pacientes puedan recibir atención sin tener que salir de casa.
Los médicos y los investigadores no deberían pensar en la COVID-19 como una enfermedad de los pulmones, sino como una que puede afectar cualquier parte del cuerpo, en especial el corazón. La única manera de evitar que muera más gente de enfermedades cardiacas, tanto por el daño que causa el virus como por el aplazamiento de la atención de las enfermedades al corazón, es controlar la pandemia.