En el Antes, Dan O’Leary, un director de sociedades comerciales en una empresa tecnológica, invertía dos o tres horas al día en transportarse al trabajo y de regreso a casa y tomaba un avión una vez a la semana para viajes de negocios. Se apegaba a un horario estricto: su alarma sonaba a las 5:30 a. m. para alcanzar lugar en un viaje de Peloton y bañarse antes de tomar el tren, y sus días laborales estaban atascados de juntas.
Desde marzo, cuando el coronavirus cambió drásticamente la vida de oficina, sus días laborales han sido muy diferentes, incluso idílicos. A veces, trabaja sentado en una manta para pícnic en un parque cerca de su casa en San José, California, o entra a reuniones mientras sale a caminar.
Trabaja casi la misma cantidad de horas, normalmente 50 a la semana, pero mencionó que es más creativo y productivo porque puede elegir su horario. Como gerente, permite que su equipo haga lo mismo. “No necesito verlos en su escritorio a las seis de la tarde”, comentó. “Puedo revisar su trabajo a las diez de la noche, mientras estoy sentado en mi cama después de ver mi dosis de Netflix”.
Sus kilómetros en Peloton se han duplicado a 1100 al mes porque se sube a la bicicleta al mediodía o durante juntas (aunque ya no mantiene encendida su cámara durante sus sesiones; sus colegas lo prohibieron). Su matrimonio se ha beneficiado porque come a la hora del almuerzo con su esposa. Dejó de tener pesadillas en las que perdía vuelos de negocios y duerme 40 minutos más cada noche.
“En este momento, el trabajo solo es lo que hago, no adonde tengo que ir”, mencionó O’Leary, de 37 años, en un día laboral reciente, tras terminar de correr once kilómetros mientras pasaba unos días de vacaciones en la casa de la familia de su esposa ubicada al sur de California. “No es una tendencia. No hay vuelta atrás. El concepto de viajar para trabajar… ¿por qué? El trabajo se empezará a sentir como algo que se adapta a tu vida, y no al contrario”.
O’Leary es uno de los trabajadores más privilegiados. Su trabajo está garantizado, lo puede hacer fácilmente desde casa, puede costear el espacio y la tecnología para realizarlo de manera remota y su empresa lo respalda. O’Leary y su esposa no tienen hijos, así que el cuidado de los niños y el cierre de las escuelas no son factores cuando trabajan de manera remota.
No es el único: muchos trabajadores de cuello blanco aseguran que ahora sus vidas son como la de O’Leary. Han ajustado sus horarios para que se acomoden mejor a sus vidas, y lo están disfrutando, de acuerdo con una encuesta nueva y representativa a nivel nacional que realizó Morning Consult para The New York Times.
Precisamente, esta es la revolución que muchos trabajadores —y quienes los estudian— se habían imaginado durante años: darle a la gente el control de dónde y cuándo trabajar, en vez de exigir la presencia física en la oficina y recompensar a los que pasan más horas ahí.
Sin embargo, esta utopía sin oficinas ha sido casi imposible de lograr, como lo han demostrado algunos intentos pasados de alto perfil: Best Buy y Yahoo. Se necesita eliminar casi todo lo relacionado con el funcionamiento de los trabajos de cuello blanco y reconstruirlo desde cero.
Esto nunca se había podido hacer, porque la mayoría de los empleadores no creía que hubiera alguna razón para cambiar si el viejo formato les había producido dinero. Ahora, de repente, la pandemia los ha obligado.
“En esencia realizamos una especie de calendario cero para toda la economía y empezamos desde cero”, comentó Aaron Levie, el jefe de O’Leary y director ejecutivo de Box.
Leslie Perlow, una profesora de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard que ha pasado toda su carrera yendo a empresas y persuadiéndolas de abolir cosas como las reuniones o el trabajo durante el fin de semana —para contemplar solo lo que en verdad necesitan—, señaló que nunca se imaginó que vería este experimento a una escala tan grande.
“La gente está viendo un mundo diferente”, opinó. “Eso creará la revolución para cambiar la manera en que trabajamos. Mucho de esto es posible de una manera que nunca nos habíamos imaginado”.
Desdichados y agotados
En Estados Unidos, los trabajadores de oficinas han sido desdichados y han estado agotados durante mucho tiempo. La expectativa de pasar mucho tiempo en la oficina ha sido particularmente difícil para los padres… en especial para las madres. Durante años, las mujeres, los jóvenes y la gente con discapacidades han sido algunas de las personas en la vanguardia de la demanda de más libertad para elegir el lugar de trabajo.
Tal vez no sea ninguna sorpresa la cantidad de razones que han dado los empleadores para justificar por qué no les dan tanta autonomía a los trabajadores. No se puede confiar en que la gente haga el trabajo por sí sola, han mencionado. Los clientes esperan un servicio cara a cara las 24 horas del día. No cabe duda de que toparse con colegas en el pasillo estimula ideas afortunadas, ¿no? Además, la gente necesita asistir a reuniones, así como a reuniones para prepararse para esas reuniones y las reuniones para informar lo que sucedió después de las reuniones.
No obstante, en los últimos meses, cada vez le ha quedado más claro a todo el mundo qué sucede en realidad. Las corporaciones de Estados Unidos simplemente no querían cambiar. “Todas esas cosas se pudieron hacer antes: esa es la realidad”, opinó Betsey Stevenson, una economista laboral de la Universidad de Míchigan.
También queda claro que a los trabajadores de Estados Unidos en realidad les gusta la nueva manera de hacer las cosas, incluso en medio de los desafíos de la pandemia. En la encuesta del Times y Morning Consult, en la cual se consultó a 1123 personas que han trabajado en casa estos últimos meses —y que representan el rango de los trabajos, la demografía y los niveles de ingresos de los trabajadores que trabajan de forma remota en Estados Unidos—, el 86 por ciento mencionó que estaba satisfecho con el trabajo a distancia.
Una pandemia difícilmente es una circunstancia ideal, es por eso que esa cifra es todavía más sorprendente: entre las enfermedades, la pérdida de empleos (o el temor de perderlos) y las escuelas que no están en sesión, este periodo ha sido estresante para muchos trabajadores.
Asimismo, las personas que pueden trabajar desde casa suelen tener otros tipos de privilegios: es más probable que sean blancas y tengan ingresos altos. La nueva vida de oficina descarta a seis de cada diez trabajadores estadounidenses que no pueden trabajar desde casa (darles más autonomía a las personas en trabajos de servicio, como los trabajadores de salud, implicaría pagarles un sueldo digno y ofrecerles beneficios como bajas familiares remuneradas, según sus proponentes).
Además, tampoco todos los empleadores de cuello blanco están comprometidos con esta nueva forma de trabajar. Algunos jefes programan una reunión de Zoom tras otra y monitorean el tiempo que los empleados pasan en el escritorio al verificar la luz verde en Slack, porque, si está encendida, significa que los empleados están disponibles. Otros ya les han ordenado a las personas que regresen al trabajo. También está la posibilidad de que los empleadores entren en pánico por intentar algo nuevo en una recesión… y con un alto índice de desempleo, los trabajadores tienen menos poder para realizar demandas.
Incluso para los más afortunados, durante el invierno, el trabajo únicamente remoto podría volverse aburrido y solitario, una de las razones que dan la mayoría de los oficinistas en encuestas cuando aseguran preferir un modelo híbrido: en la oficina algunos días y de manera remota otros.
¿Se puede lograr un ‘equilibrio’?
Sin embargo, muchos analistas aseguran que los cierres de emergencia son una oportunidad inesperada para reestructurar el trabajo a largo plazo, y que no hay ninguna razón por la que la vida laboral que lleva O’Leary no pueda ser la norma en el mundo pos-COVID-19.
En la encuesta, la cual se realizó a inicios de este verano, una porción significativa de las personas dijo que estaba incorporando más actividades no laborales a sus días laborales: ejercitarse, rezar o meditar; tomar siestas o adquirir pasatiempos.
Alrededor del 40 por ciento mencionó que estaba realizando más caminatas o tomando más descansos, o que pasaba más tiempo al aire libre o cuidando a sus mascotas. La mitad señaló que estaba pasando más tiempo con su familia o realizando tareas del hogar (en términos realistas, la mayoría de la gente tampoco trabajaba de ocho a diez horas seguidas al día, pero es probable que correr o meditar sean actividades más saludables que echar un vistazo a las redes sociales o chismear).
Al parecer está reduciendo los niveles de estrés. Incluso en una época de estrés extremo en términos generales, la gente que ha trabajado desde casa fue más propensa a responder que estaba menos estresada que antes por el trabajo y la vida en el hogar. Más o menos el 60 por ciento dijo que trabajar desde casa le había dado la oportunidad de enfocarse en su salud; le había ahorrado mucho tiempo todos los días; y le había hecho sentir más conectado con su familia.
Tres cuartas partes mencionaron que su productividad era la misma o que había mejorado. No se necesita una encuesta para saber que intercalar el trabajo con actividades rejuvenecedoras como caminar o descansar a menudo aumenta la energía y la creatividad.
Los trabajadores ya están pensando en cómo pueden mantener esta situación después de que sea seguro regresar a la oficina. Tan solo uno de cada cinco respondió que quería volver a trabajar de tiempo completo. Casi uno de cada tres dijo que se iba a mudar a una nueva ciudad o a un nuevo estado si el trabajo remoto continuaba de forma indefinida, una decisión que empresas como Zillow y Twitter ya han anunciado que van a permitir. Algunas personas se han mudado a lugares menos caros, o para estar más cerca de su familia o de la naturaleza.
Ha aumentado la cantidad de personas que buscan mudarse de grandes ciudades como Nueva York y San Francisco, y muchas están en busca de casas en ciudades más pequeñas al interior del país como Phoenix o Nashville, Tennessee, de acuerdo con la empresa de bienes raíces Redfin. La búsqueda de casas en las zonas rurales subió un 76 por ciento en comparación con el verano pasado, y la búsqueda en zonas suburbanas creció un 63 por ciento. Agentes inmobiliarios comentaron que algunas de las principales prioridades de los compradores son el espacio al aire libre y el espacio para tener una oficina en casa.
Los padres con hijos en casa —quienes pasan sus días más ocupados que nunca— aseguraron estar más estresados que las personas que no son padres, pero igual de satisfechos con el trabajo desde casa, de acuerdo con la encuesta. La presencia física obligatoria siempre ha castigado a los padres y todavía más durante la cuarentena.
Para los empleados de color, trabajar de manera remota implica más consideraciones. Podría exacerbar los desafíos que ya enfrentan, como la exclusión de oportunidades.
No obstante, algunos mencionaron que trabajar de manera remota también puede aliviar las microagresiones diarias como los comentarios insensibles o ignorantes que se hacen en la oficina, o la incomodidad de ser la única persona negra o morena en una habitación.
“Eso se convierte en un peso diario sobre tu manera de trabajar, sobre cómo pasas el tiempo, la energía que requiere lidiar con eso”, comentó La’Kita Williams, la fundadora de CoCreate Work, una consultoría que ayuda a los nuevos negocios a crear culturas incluyentes.
Dejar atrás las viejas rutinas de la oficina
Los investigadores que han pasado años intentando persuadir a las empresas de operar de esta manera advierten que el nuevo movimiento podría ser contraproducente. En su opinión, para hacerlo bien, los gerentes deben ser muy claros en cuanto a lo que esperan (“envíame este informe el martes al mediodía”) y permitir que los empleados determinen cómo lo hacen.
“Dirigir el trabajo, no a la gente”, comentó Jody Thompson, cofundadora de una firma llamada CultureRx, que ayuda a las empresas a encontrar la manera de medir los resultados y no el tiempo en los escritorios.
Debería haber menos juntas (siempre con la opción del teléfono en vez del video) y días reservados para trabajos especializados, según los investigadores. La gente debería encontrar formas de convivir con sus colegas que no sean molestas, como videollamadas donde lleven a sus perros o un trago, o publicar fotos de donde todos están trabajando. Además, las personas deberían tener rituales para terminar sus días laborales, como caminar alrededor de la manzana o abrir una cerveza.
Liz Scott, de 31 años, quien dirige una firma de ventas de productos de belleza, EC Scott, que fundó su padre, señaló que se ha percatado de la diferencia generacional en la tolerancia con la que la gente ha aceptado el trabajo remoto.
“Mi idea siempre ha sido: ‘Termina tu trabajo cuando debas hacerlo’. Pero si soy honesta, mi padre piensa: “Necesitamos estar en la oficina para terminar el trabajo’”, comentó.
En los primeros días de la pandemia, la gerencia opuso cierta resistencia. Sin embargo, según Scott, el cambio ha sido tan bueno los últimos meses que la empresa planea darle la opción permanente a la gente de regresar o no a la oficina.
“Literalmente tuvimos que rehacer cada una de las descripciones de los empleos, desde lo más individual hasta incluir expectativas claras para que las personas sepan qué se espera de ellas”, mencionó Scott.
“Hay más tiempo para hacer las cosas que importan de verdad”.