Aunque el número de casos nuevos se redujo nuevamente a cero, Hong Kong sufrió un fuerte aumento de contagios a partir de julio.
Hong Kong emprenderá el martes una gran campaña de rastreo, gratuita y voluntaria, para detectar a las personas con coronavirus, pero los ciudadanos la ven con recelo ante la desconfianza que suscita el gobierno local y el de Pekín.
Las autoridades sanitarias esperan detectar a los pacientes asintomáticos con el objetivo de terminar con una tercera ola de la epidemia, que ha obligado a imponer drásticas restricciones en la ciudad desde hace varias semanas.
Pero la implicación de médicos y empresas de China continental en esta campaña desalienta a muchos habitantes a hacerse el test, por temor a la posible utilización de los datos recolectados
La desconfianza despertada por la campaña de detección es un ejemplo más de la polarización de los hongkoneses entre pro y anti-Pekín. La excolonia británica sufrió en 2019 su crisis política más grave desde su retrocesión en 1997, con manifestaciones casi diarias contra la injerencia de Pekín.
– “La confianza en su punto más bajo” –
“La confianza de la población en las autoridades ha estado en su punto más bajo durante varios meses”, destaca Dixon Sing, politólogo de la universidad de Ciencias y Tecnologías de Hong Kong.
La participación de China en la detección del virus no hace otra cosa que “reforzar esta desconfianza entre la mayoría de la población”.
La ciudad, muy densamente poblada, ha tomado medidas ejemplares en la lucha contra el coronavirus, como el distanciamiento social adoptado desde el principio de la pandemia.
Aunque el número de casos nuevos se redujo nuevamente a cero, Hong Kong sufrió un fuerte aumento de contagios a partir de julio, sobre todo en personas con profesiones que estaban exentas de medidas estrictas de cuarentena.
Sin embargo, el número cotidiano de nuevos casos nunca superó los 150 y ahora se había estabilizado en torno a los veinte. El gobierno ha multiplicado las restricciones drásticas, como prohibir reunirse a más de dos personas en público, pero ha evitado tener que imponer un confinamiento total.
– “Resistencia pasiva” –
El resurgimiento de casos fue aprovechado en julio por la jefa del ejecutivo hongkonés, Carrie Lam, pro-Pekín, para aplazar un año las elecciones legislativas previstas para septiembre. Una decisión que oposición prodemocracia rechazó.
La cantidad de nuevos casos nuevos ha disminuido considerablemente, pero las autoridades afirman que la detección masiva romperá cadenas de contagio no identificadas.
Los test estarán disponibles en un centenar de puntos de la ciudad, sobre todo en escuelas y estadios, y participarán 5.000 voluntarios.
“Aunque las pruebas sean voluntarias, esperamos que la población participe masivamente, por ellos mismos y la sociedad”, señaló el ministro de la Función Pública, Patrick Nip.
Es posible que este llamado no sea acatado en el contexto creado por la imposición por Pekín de una drástica ley de seguridad nacional.
El magnate de los medios, Jimmy Lai, detenido recientemente en el marco de esta ley, tuiteó que no someterse a la prueba constituiría un acto de “resistencia pasiva”.
La participación de tres empresas y médicos de China continental ha sido lo que encendió la mecha.
El ejecutivo local afirmó que las pruebas cumplen con los estándares internacionales y que las inquietudes sobre recolección de ADN son “absolutamente infundadas”. Las muestras “no serán trasladadas a China continental para su análisis”, insistió, amenazando con enjuiciar a quienes difundan rumores.
El martes pasado, Lam criticó a expertos contrarios a la campaña de detección por basarse en motivaciones políticas, lo que provocó controversia en la comunidad médica.