El fallecimiento de la juez Ruth Bader Ginsburg ha añadido una nueva y enorme presión sobre los dos candidatos de la contienda presidencial, ya de por sí enturbiada por una pandemia mundial y un verano de disturbios civiles, lo que plantea la posibilidad de que, a la par de la campaña, haya una controvertida batalla de ratificación por parte del Senado.
Es seguro que la disputa para elegir a un sustituto lleve al primer plano de la política nacional una serie de asuntos polémicos, desde el aborto y los derechos de la comunidad LGBT hasta la libertad religiosa y la reglamentación ambiental.
Tal vez la Corte Suprema se convierta rápidamente en un foco de atención compartido por los candidatos de una contienda que, hasta ahora, se ha desarrollado como si ambos partidos habitaran universos distintos. Joe Biden, el candidato demócrata, ha tomado una sólida delantera ante el presidente Donald Trump al enfocarse en la forma en que el mandatario ha manejado la pandemia, mientras que Trump ha intentado recuperar terreno con pronósticos sombríos, y en gran medida falsos, de una inminente insurrección de los izquierdistas radicales.
Incluso antes del deceso de Ginsburg el viernes, el presidente dio señales de que pretendía introducir la política judicial en el último tramo de la campaña de 2020. A principios de este mes, publicó una lista de posibles nominados con el fin de motivar a los electores conservadores que se han desmoralizado durante un año de tribulaciones políticas. Pero no se sabía si a su coalición de derecha le motivaba una lucha de ratificación más que a la alianza de liberales y moderados que apoyan a Biden.
El exvicepresidente ha tomado la delantera ante Trump con el respaldo desigual de las mujeres, la gente de color, los moderados y los blancos con formación universitaria, grupos que son más propensos a sentirse preocupados que atraídos por la posibilidad de que haya una corte que se incline más hacia la derecha. Pese a que en las encuestas va muy por delante de Trump, Biden ha tenido problemas para entusiasmar a los electores progresistas y a los jóvenes, a quienes motiva más una lucha de gran alcance por las políticas sociales y los derechos civiles.
Es tal la importancia de la lucha judicial, que el expresidente Barack Obama emitió un comunicado el viernes en el que hace un llamado a los legisladores republicanos para que no sustituyan a Ginsburg. Al hacer alusión a las afirmaciones de los republicanos en 2016 de que no se le autorizara remplazar a un juez de la Corte Suprema en un año electoral, Obama señaló que como “un principio de derecho básico” incluso esos criterios “inventados” debían aplicarse de manera congruente.
“El Estado de derecho, la legitimidad de nuestros tribunales y el ejercicio fundamental de nuestra democracia dependen de ese principio básico”, afirmó Obama. “Puesto que ya se están emitiendo votos en estas elecciones, es necesario que ahora los senadores republicanos apliquen ese criterio”.
Parecía segura la probabilidad de que una lucha polarizadora para remplazar a Ginsburg exigiera la atención de los candidatos y de la población en general, quizás más que cualquier otro tema en este ciclo de elecciones además del coronavirus que ha asolado al país durante los últimos seis meses. El viernes en la noche, el senador Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana, prometió de inmediato poner a votación a un juez elegido por Trump.
El viernes, casi todos los candidatos que aparecen en las boletas enviaron mensajes de condolencias y homenaje a Ginsburg, en vez de comentarios que de manera explícita señalaran posturas en favor de una lucha política. Trump estaba a la mitad de un discurso en Bemidji, Minnesota, cuando llegó el aviso del fallecimiento de Ginsburg, pero, según los asistentes de campaña, sus asesores sintieron alivio de que el mandatario no hubiera sabido la noticia sino hasta después de que terminó su discurso, porque así no fue necesario que el presidente tuviera una reacción conveniente en tiempo real.
El argumento enfático de McConnell y su partido se cierne sobre las maniobras de los republicanos a tan solo cuatro años de que no se le permitió a Obama nominar al juez Merrick Garland a la vacante de la Corte Suprema en el último año de su mandato.
El viernes en la noche, Biden señaló ese precedente mientras rendía tributo a Ginsburg en el aeropuerto de New Castle, Delaware, luego de regresar de una gira de campaña en Minnesota.
“Los electores deben elegir al presidente, y el presidente debe elegir al juez para que lo evalúe el Senado”, les dijo Biden a los reporteros en alusión a la argumentación previa de los republicanos en ese sentido, e insistió: “Esa es la postura que hoy debe asumir el Senado de Estados Unidos”.
En fechas recientes, dos senadores republicanos han manifestado serias dudas acerca de forzar la aprobación de una nominación a la Corte Suprema solo unos meses antes de la toma de posesión del próximo presidente. El partido tiene 53 escaños en el Senado, lo que deja relativamente poco margen para cambios de bando, pero solo unos cuantos republicanos han disentido alguna vez de la línea partidista en relación con algún asunto de gran importancia.
En una entrevista, la senadora republicana de Maine, Susan Collins, le dijo a The New York Times este mes que no estaría de acuerdo con elegir a otro juez en octubre.
“En verdad creo que sería demasiado pronto”, dijo Collins sobre algún proceso de ratificación en el otoño.
Collins emitió un voto decisivo en la batalla más reciente de la Corte Suprema que contribuyó a asegurar la ratificación del juez Brett Kavanaugh, y ha sufrido represalias de los electores en su actual contienda por la reelección.
La senadora republicana de Alaska, Lisa Murkowski, que se opuso a la nominación de Kavanaugh, señaló el viernes en la Radio Pública de Alaska que estaba en contra de ratificar a un nuevo juez antes de las elecciones. Asumió esa postura antes de que se anunciara el deceso de Ginsburg.
Collins se encuentra entre los senadores que tienen más probabilidades de enfrentar un revés incómodo en las casillas como resultado de la política relacionada con la Corte Suprema. En una encuesta del Times realizada antes de la muerte de Ginsburg y publicada el viernes, el 55 por ciento de los electores de Maine dijeron que no estuvieron de acuerdo con su voto para ratificar a Kavanaugh. Con un margen de 22 puntos, los electores de ese estado dijeron que creían que Biden haría un mejor trabajo que Trump al elegir a un juez para la Corte Suprema.
Para el sábado en la mañana, los grupos que apoyan a los demócratas ya estaban atacando a Collins con nuevas publicaciones relacionadas con la Corte Suprema. NextGen America, una organización respaldada por el multimillonario Tom Steyer, publicó un anuncio en el que sostenía que los “derechos básicos de los estadounidenses están en un peligro sin precedentes” debido a la vacante y a que los electores “no pueden confiar en que Susan Collins actúe de manera correcta”.
Fix Our Senate, un grupo alineado con los demócratas, dio a conocer su propio anuncio de campaña en contra de una nominación por parte de Trump, mientras que un tercer grupo, Demand Justice, afirmó que invertiría diez millones de dólares “para garantizar que no se ratifique a ningún juez antes de la toma de posesión en enero”.
Según la encuesta del Times, además de Maine, Biden obtuvo una ventaja, con márgenes variables, en el tema de la Corte Suprema en otros dos estados en disputa, Arizona y Carolina del Norte. En Arizona, los electores favorecieron a Biden por diez puntos sobre ese tema, mientras que, en Carolina del Norte, lo apoyaron con un margen más pequeño de tres puntos porcentuales.
Biden no ha dicho gran cosa acerca de la Corte Suprema desde que aseguró la candidatura por el Partido Demócrata la primavera pasada. Durante las elecciones primarias, prometió efectuar la primera nominación de una mujer negra a la Corte Suprema, pese a que no dijo si esa persona sería su primera nominada.
A diferencia de algunos de sus rivales en las elecciones primarias, Biden nunca adoptó las propuestas de la izquierda para restructurar ni ampliar la Corte Suprema a fin de acallar el impacto de los dos jueces que Trump ya había nombrado. Pero si los republicanos proceden a remplazar a Ginsburg de una forma que muchos consideran deshonesta, Biden podría recibir mucha presión del ala progresista del partido para tomar medidas más drásticas.
Pese a toda la atención inmediata hacia un puesto vacante de la Corte Suprema y el fallecimiento de una poderosa juez, no se sabía si esa política de ratificación en verdad captaría y mantendría la atención de un país sacudido por una enfermedad infecciosa y una catástrofe económica. Con millones de estadounidenses desempleados y decenas de millones más con problemas para regresar a trabajar o para enviar a sus hijos a la escuela, es posible que gran parte del electorado dé prioridad a otros asuntos cuando llenen las boletas electorales en las próximas semanas o cuando acudan a votar en noviembre.
Además, la contienda presidencial, sobre todo, ha demostrado ser persistentemente estable a pesar de todo tipo de revueltas en los últimos meses. En las encuestas del Times, la abrumadora mayoría de los electores ya había tomado una firme decisión con respecto a Trump y Biden. Si una nominación a la Corte Suprema modificara su opinión, este sería el primer acontecimiento en lograr algo así en muchos meses.
La juez Ruth Bader Ginsburg posa para una fotografía grupal con sus colegas jueces de la Corte Sup