Alisa Anderson, una católica de toda la vida de Livonia, Míchigan, no suele darles mucha importancia a los antecedentes religiosos de los políticos que aspiran a un cargo público. Sin embargo, le ha llamado la atención la forma profundamente personal en que Joe Biden habla sobre su catolicismo.
“Biden nos ha demostrado que su fe lo ha ayudado a superar algunos tiempos muy difíciles y yo admiro a quien puede admitirlo”, dijo Anderson, de 57 años, quien se inclina por Biden, en una entrevista reciente. “Trump nunca ha mencionado su fe, a menos que sea para obtener un beneficio político”, agregó.
Eso no le molesta a Nathan Sullivan, un joven de 29 años de Tucson, Arizona. Para los católicos practicantes como él, la motivación importa menos que los resultados que Trump logra en temas como el aborto.
“Es una persona de acciones”, afirmó Sullivan, quien votó por Trump en 2016 y lo hará de nuevo esta vez; para él, el tema más importante es el aborto. “Me importa mucho más lo que hace que en lo que cree”.
Esas dos perspectivas, de dos estados pendulares críticos, ayudan a explicar el atractivo radicalmente distinto que Biden y Trump tienen para los católicos estadounidenses, un electorado diverso que incluye a algunos de los pocos electores indecisos que quedan en una era de intensa polarización. Es probable que a esos votantes se les preste considerable atención en las próximas semanas, ahora que Trump ha decidido que Amy Coney Barrett, una jueza de la corte federal de apelaciones con un historial judicial profundamente conservador, sea su nominada para remplazar a la jueza Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema.
En los últimos años, la mayoría de los católicos blancos se han inclinado por los republicanos y los católicos hispanos, por los demócratas. Este año, aun cuando Trump está a la cabeza en muchas encuestas, cada equipo de campaña ve oportunidades de reducir los márgenes del candidato opositor entre los electores católicos; lo suficiente, esperan, para lograr la victoria en los estados clave.
Biden y Trump tienen bases políticas muy diferentes, pero ambos están luchando para obtener el voto de los latinos más conservadores y religiosos en lugares como Florida y Arizona.
También tienen en mente a un segmento de católicos blancos a los que pueden convencer en el Medio Oeste industrial (en particular los hogares de obreros sindicalizados en lugares como Wisconsin y Míchigan). Este es grupo de electores más difícil de convencer que los evangélicos blancos que se encuentran entre los simpatizantes de Trump más leales y algunas encuestas de meses anteriores han mostrado signos de erosión en la ventaja del presidente entre los católicos blancos en comparación con las elecciones de 2016, cuando lo prefirieron por cerca de dos a uno.
“Si buscas en el panorama religioso algo que parezca un electorado posiblemente indeciso, es un grupo que Trump ganó con fuerza en el 2016”, comentó Robert P. Jones, autor y director ejecutivo del Public Religion Research Institute (PRRI, por su sigla en inglés). “Si fuera parte del gobierno de Trump, me preocuparía menos el voto evangélico blanco y me preocuparía mucho más a quién apoyan los católicos blancos”.
Los electores católicos motivados por la fe se consideran pendulares porque las enseñanzas de la iglesia en una gran variedad de temas sociales y económicos no coincide de manera clara únicamente con los partidos republicano o demócrata.
Trump y los republicanos han trabajado para atraer a los católicos para quienes la oposición al aborto está por encima de cualquier otro tema, una estrategia que es probable que veamos en todo su esplendor en los próximos días cuando Trump ejerza presión para que el Senado apruebe el nombramiento de Barrett, una católica romana cuyas posturas sobre varias cuestiones sociales, incluido el derecho al aborto, serán objeto de un amplio escrutinio.
Biden, por otra parte, confía en su fe personal y en sus antecedentes como graduado de una escuela católica para construir afinidad con los electores de cultura católica. El candidato demócrata apuesta por los electores que, como él, enfatizan otros aspectos de la enseñanza social católica que se centran en el cuidado de los pobres y los vulnerables. Estos católicos dicen que la doctrina de su iglesia les obliga a acoger a los inmigrantes y los refugiados y a apoyar a los sindicatos y los programas de bienestar social y no solo votan por el tema del aborto.
“Luché políticamente con la idea de ser provida versus proelección”, manifestó Monica Alaniz-McGinnis, de 43 años, de Mission, Texas, en referencia a su educación católica. Pero ella apoya el derecho al aborto y le preocupan enormemente los esfuerzos de los republicanos para acelerar el nombramiento de otra jueza conservadora en la Corte Suprema.
En términos generales, el 56 por ciento de los adultos católicos están a favor del derecho al aborto, según una encuesta realizada el año pasado por el Centro de Investigación Pew, a pesar de la posición de la iglesia en el asunto.
Y aunque muchos católicos practicantes se oponen al aborto, algunos argumentan que es solo un tema de entre muchos y que la Ley de Atención Médica Asequible, con su expansión del acceso al cuidado de la salud, puede prevenir más abortos a largo plazo que un fallo de la Corte Suprema que prohíba el procedimiento.
Además de las sorprendentes notas de populismo económico y quejas de los blancos, el mensaje de Trump para los católicos blancos se centra en gran medida en el aborto y en lo que su equipo enmarca como cuestiones de libertad religiosa.
El presidente, quien ha dicho ser presbiteriano, rara vez asiste a la iglesia, y en 2016 tuvo un desacuerdo con el papa Francisco.
Sin embargo, sus aliados coinciden en particular con los electores más religiosos; en específico, los evangélicos que impulsaron el ascenso de Trump a la Casa Blanca en 2016. Varios de los altos funcionarios gubernamentales actuales y pasados son católicos conservadores y la esposa del presidente, Melania, también es católica.
Para Biden, el discurso es más personal. Acude a la iglesia una vez a la semana y suele llevar un rosario consigo (“Al próximo republicano que me diga que no soy religioso, le voy a meter mis cuentas del rosario por la garganta”, dijo en 2005, según The Cincinnati Enquirer) y tiene el hábito de persignarse cuando está considerando hacer una broma provocadora.
Las encuestas de los electores católicos, que en su mayoría se llevaron a cabo antes de la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg, muestran un panorama político mixto.
El Centro de Investigación Pew encontró que a Trump le siguió yendo bien entre los católicos blancos incluso en el verano, cuando sus números en las encuestas nacionales eran bajos debido a su manejo de la crisis del coronavirus.
No obstante, las encuestas del PRRI encontraron que, en la primavera y el verano, la preferencia de Trump entre este grupo cayó a menos del 40 por ciento. Los nuevos datos de la organización hallaron que ese porcentaje ha aumentado a un 54 por ciento de preferencia entre los católicos blancos.
No obstante, Jones, el director ejecutivo del PRRI, vio la volatilidad de las actitudes de este grupo como una persistente señal de advertencia para el presidente.
“Ese es un grupo al que Trump se ganó con facilidad y que, sin embargo, ahora dice que su preferencia está dividida. De hecho, los católicos blancos del alto Medio Oeste deben ser un foco prioritario para ambos candidatos”, afirmó Jones.
Trump busca disminuir la tradicional ventaja demócrata entre los católicos latinos. En medio de algunas señales de debilidad, el equipo de campaña de Biden lanzó la semana pasada Creyentes con Biden, para atraer a los electores latinos creyentes con énfasis en Florida, según sus asesores.
El equipo de campaña de Biden también está trabajando para atraer a los votantes blancos con fuertes identidades étnicas católicas: estadounidenses de ascendencia católica irlandesa, como Biden, así como católicos italianos y descendientes de católicos polacos, muchos de los cuales viven en los estados del Medio Oeste y algunos de los cuales apoyaron a Trump en 2016.
Afirman que los votantes católicos pueden identificarse con la historia de Biden y su manera de hablar sobre las políticas, por ejemplo, cuando menciona la “dignidad” del trabajo o promete restaurar el “alma” de la nación.
Los asesores de Biden dicen que han tratado de conectar con la fe de los electores a través de otros aspectos de su estrategia y sus mensajes.
“No es harina de otro costal”, dijo el senador de Delaware Chris Coons, un aliado cercano de Biden que tiene un título de la Escuela de Teología de la Universidad de Yale y que habló sobre la fe de Biden en un discurso sorprendentemente personal en la Convención Nacional Demócrata. “Se relaciona con la forma en que el equipo de Biden está haciendo tareas de vinculación”.
La campaña de Trump y sus aliados han estado trabajando para movilizar a los electores católicos desde hace meses; lanzaron Católicos con Trump cinco meses antes de que apareciera formalmente Católicos con Biden y han contratado coordinadores católicos en estados como Pensilvania, afirmó su equipo de campaña.
Los representantes de la organización CatholicVote dicen que han comenzado una campaña de 9,7 millones de dólares ―centrada en el correo postal, los medios digitales y el teléfono― que critica el historial de Biden sobre el aborto, los jueces y otras cuestiones políticas. Un anuncio lo acusa de “sacrificar sus valores católicos para postrarse ante la horda izquierdista” (Biden ha publicado su propio anuncio con un discurso en el que denuncia la violencia e invoca al papa Juan Pablo II).
La campaña CatholicVote está dirigida a Pensilvania, Míchigan, Wisconsin, Arizona y Florida, explicó Brian Burch, presidente de la organización.
Hace cuatro años, Alfonso Aguilar, presidente de la Asociación Latina por los Principios Conservadores, votó en blanco para presidente, horrorizado por la retórica antiinmigrante de Trump. Este año, a pesar del récord de medidas y retórica de mano dura sobre la inmigración de Trump, Aguilar dijo que votaría por él y que se había unido a la organización de contacto católico de la campaña.
“La vida es un tema de suma importancia. Realmente supera otros temas. En eso el presidente ha sido increíble”, dijo Aguilar.
Claudia Rodríguez, de 34 años, luchaba con esas tensiones al salir de la misa un domingo reciente.
Rodríguez, una maestra de Chandler, Arizona, que votó por un tercero en 2016, dijo que ser “provida” significaba más que solo oponerse al derecho al aborto, también requería políticas compasivas de inmigración y asilo.
Los frecuentes ataques del presidente a los inmigrantes no concuerdan con su fe, dijo, incluso mientras reflexionaba si debía apoyarlo.
“Para mí eso siempre es preocupante. Porque tu carácter sí importa, eres nuestro líder”, dijo Rodríguez.