Primero, la dosis fue distribuida entre los trabajadores de las empresas que son propiedad del Estado. Luego, los funcionarios gubernamentales y personal de las empresas que produjeron las vacunas. Después, maestros, empleados de supermercados y la gente que viaja a lugares riesgosos en el extranjero.
El mundo todavía no tiene una vacuna probada en contra de la COVID-19, pero eso no ha detenido a los funcionarios chinos, quienes han intentado inocular a decenas de miles de personas, si no es que a cientos de miles, con lo que han evitado el proceso tradicional de ensayos clínicos. Se están administrando tres vacunas candidatas a los trabajadores que el gobierno considera esenciales, además de muchos otros, entre ellos empleados de las mismas farmacéuticas.
Los funcionarios están presentando planes para que todavía más personas sean inyectadas, para lo cual citan un uso de emergencia, una gran apuesta a que las vacunas demostrarán ser seguras y eficaces con el tiempo.
La premura de China ha desconcertado a los expertos del mundo. Ningún otro país le ha administrado a su gente vacunas que no hayan pasado por el proceso usual de ensayo de fármacos a una escala tan inmensa. Las vacunas candidatas están en la fase 3 de los ensayos (la última etapa), los cuales se realizan en su mayor parte fuera de China. Las personas de esos ensayos son rastreadas y monitoreadas de cerca. No queda claro si China está tomando esas medidas para todo aquel que se esté inyectando en el país.
Las vacunas sin probar podrían tener efectos secundarios perjudiciales. Las vacunas ineficaces podrían generar un falso sentido de seguridad y fomentar un comportamiento que podría producir incluso más infecciones.
El uso generalizado de las vacunas también plantea problemas de consentimiento, en especial para los empleados de los fabricantes chinos de vacunas y las empresas que posee el Estado, quienes podrían sentirse presionados a arremangarse. Las empresas les han pedido a las personas que se han puesto las vacunas que firmen un acuerdo de confidencialidad para evitar que hablen sobre ellas con los medios.
“Me preocupa que a los empleados de las empresas les pueda ser difícil rehusarse”, externó Kim Mulholland, un pediatra del Instituto de Investigación Infantil Murdoch en Melbourne, Australia, quien ha estado involucrado en la supervisión de muchos ensayos para vacunas, incluidos los de una vacuna para la COVID-19.
Aunque China está compitiendo con Estados Unidos y otros países para desarrollar una vacuna, sus rivales se están moviendo con mayor cautela. Las empresas estadounidenses han prometido aprobar una vacuna antes de darle un uso generalizado, a pesar de la presión del presidente Donald Trump por apresurar el paso. En Rusia, el primer país en aprobar una vacuna incluso antes de que terminaran los ensayos, las autoridades todavía deben administrarla en una gran población, de acuerdo con funcionarios y expertos en salud.
En China, no se sabe bien cuántas personas han recibido vacunas en contra de la COVID-19. Sinopharm, una empresa propiedad del Estado chino con una vacuna candidata en la última fase de los ensayos, ha mencionado que cientos de miles de personas han recibido sus inyecciones. Sinovac, una empresa con sede en Pekín, señaló que más de 10.000 personas habían sido inyectadas en la capital china. Por otro lado, esta última anunció que se la habían puesto casi todos sus empleados —alrededor de 3000 en total— y sus familiares.
El viernes, Zheng Zhongwei, un funcionario de la Comisión Nacional de Salud de China, declaró que la Organización Mundial de la Salud había “comprendido y apoyado” al gobierno después de que el Gabinete de China aprobó el programa para el uso de emergencia. El sábado, un vocero de la OMS mencionó que China había emitido una “autorización para el uso de emergencia a nivel nacional”, las cuales se emiten a discreción de los países y no están sujetas a la aprobación de la OMS.
Las vacunas candidatas en la fase 3 de los ensayos clínicos ya se habían probado en grupos más pequeños de personas. La fase 3 involucra administrar una candidata y un placebo a cientos más de personas, para ver si es seguro administrarla y eficaz deteniendo el coronavirus. Más o menos 100.000 personas están involucradas en esos ensayos, según las divulgaciones de las empresas chinas. Sin embargo, casi todas están en otros países, porque en esencia el coronavirus ha sido controlado en China.
No obstante, el gobierno chino ya había aprobado tres vacunas para usarlas de emergencia en otras personas a nivel nacional. En julio, el gobierno mencionó que iba a priorizar la administración de las vacunas a los profesionales de la salud, el personal de prevención epidémica, los funcionarios de inspecciones fronterizas y la gente que “protege las operaciones básicas en las ciudades”.
Ahora, parece que esos grupos podrían expandirse.
Este mes, el gobierno de Shaoyang, una ciudad de la provincia de Zhejiang, les pidió a los funcionarios locales que identificaran a más gente que pudiera calificar como “usuarios de emergencia”. Personas en escuelas, jardines de niños y hogares de ancianos fueron recomendados para ser incluidos, así como viajeros que se dirigían a “zonas de medio y alto riesgo”.
El gobierno ha enviado otras notificaciones para pedirles a los funcionarios locales que identifiquen a personas que pudieran ser candidatas para recibir vacunas, aunque no siempre ha quedado claro si las van a inocular antes o después de que las vacunas hayan superado los ensayos de la fase 3.
Este mes, un alto funcionario chino declaró que una vacuna podía estar disponible al público este mismo noviembre. El día de este anuncio, una vocera del Ministerio del Exterior de los Emiratos Árabes Unidos mencionó en Twitter que el gobierno había autorizado que los trabajadores de primera línea recibieran la vacuna de Sinopharm después del éxito en los ensayos clínicos de fase 3 en los emiratos.
Raina MacIntyre, quien dirige el programa de bioseguridad en el Instituto Kirby de la Universidad de Nuevo Gales del Sur en Sídney, comentó que no iba a recomendar el uso de emergencia de las vacunas antes de la conclusión de los ensayos de la fase 3. Este mes, AstraZeneca, la empresa británica-sueca, detuvo las pruebas de la última fase de una vacuna candidata en Estados Unidos después de que un voluntario se enfermó gravemente por razones desconocidas.