La victoria del presidente Donald Trump en 2016 es recordada por desafiar a las encuestas y sorprender a los demócratas. Pero, de muchas maneras, no fue una sorpresa.
Trump se impuso con un contundente mensaje de novato sobre el empleo, la inmigración, China y el comercio. En las últimas semanas, se contuvo en Twitter mientras tachaba de hostil a su oponente, Hillary Clinton, ante los electores económicamente desfavorecidos de la clase obrera que se reunían en sus mítines. Su campaña trabajó de manera sistemática para ganarse a electores blancos de los estados en disputa que, en gran medida, los demócratas habían dado por descontado.
Esta vez, los obstáculos de Trump son considerablemente mayores. Es un titular impopular en medio de una pandemia y de un deterioro económico. Se enfrenta a un oponente muy diferente, Joe Biden, quien ha estudiado con atención los errores de Clinton.
Pero, a dos semanas del día de la elección presidencial, muchos analistas creen que Trump aún tiene algunas posibilidades reducidas de resultar victorioso si recurre a sus tácticas más eficaces de 2016 y hace cambios fundamentales en su estilo de campaña para convencer a más personas más allá de sus bases políticas. También necesita que Biden cometa un error.
El camino más evidente para Trump es asegurar uno de los tres estados que les arrebató a los demócratas en 2016 —Pensilvania, Míchigan o Wisconsin— así como el resto del mapa electoral que ganó, incluyendo Arizona y Florida, donde ahora Biden presenta competencia. Las encuestas indican que es una tarea abrumadora, pero no imposible, sobre todo si vuelve a tener el apoyo de los electores de la clase trabajadora, entre ellos, los de las zonas rurales donde se impuso en 2016, y mantiene el respaldo de los electores no blancos hacia Biden en niveles bajos.
Sin embargo, las entrevistas con 21 estrategas republicanos y demócratas, muchos de los cuales han trabajado para otras campañas presidenciales durante los últimos 30 años, indican que Trump necesitará algunas irregularidades de último momento en la contienda. Eso podría incluir un tropezón de Biden en el debate del jueves o en la campaña, sentencias judiciales o tácticas republicanas que impidan los votos de los demócratas y un proselitismo republicano que genere electores que quizás no hayan contado las encuestadoras.
Además, según los estrategas, Trump tendrá que integrar a la campaña una disciplina que no ha tenido hasta ahora. Eso significa dar una idea contundente y ordenada de que está mejor capacitado que Biden para reconstruir la economía, mientras intenta resaltar el contraste con su oponente a quien ha presentado como demasiado izquierdista, desde el punto de vista ideológico, como para gobernar el país.
Al final, la mayoría de los expertos señalaron que la única esperanza de Trump era que Biden hiciera algo que preocupara o distanciara a los electores indecisos que el mandatario ya ha orillado al bando de los demócratas. Pero pocas veces es una buena estrategia confiar en que tu oponente cometerá un error fatal en los últimos días.
Ampliar el electorado
Los republicanos han tenido éxito en registrar nuevos electores en estados como Florida y Pensilvania. Eso podría ser importante para aprovechar una parte crucial de la estrategia del presidente en 2016: convencer a estadounidenses blancos de la clase trabajadora que no han votado antes.
“Quedan pocos días para cambiar la trayectoria de la contienda”, afirmó Sara Fagen, quien fue directora política de la Casa Blanca durante el mandato del presidente George W. Bush. “En este momento, la mejor oportunidad de Trump sería aumentar de manera drástica la votación entre los electores blancos no universitarios en el Medio Oeste industrial”.
Incluso los demócratas optimistas señalan que esto es motivo de preocupación.
“Esta vez, los republicanos se han enfocado, sobre todo, en aumentar el electorado”, afirmó Donna Brazile, quien coordinó la campaña presidencial de Al Gore en el año 2000. “En la práctica, los republicanos tienen una mejor operatividad que cualquier cosa que hayamos visto desde 2004”.
Y no solo se trata de los electores de la clase trabajadora. Las encuestas señalan que, en algunos estados, a Trump le está yendo tan bien o un poco mejor con los electores negros y latinos que en 2016 contra Clinton.
Concentrarse en el mapa
Biden presenta competencia en varios estados que Trump ganó en 2016: Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Wisconsin, Pensilvania y Míchigan. Algunos sondeos también indican que Biden lleva una buena delantera en Florida, el cual desde hace mucho tiempo ha sido el territorio que han estado a punto de ganar los candidatos demócratas a la presidencia.
No obstante, cualquier camino hacia la reelección de Trump pasa por Pensilvania, Míchigan y Wisconsin. Es poco probable que gane sin al menos uno de esos tres estados descontentos de 2016 (y lo ideal es que sean dos), y cada día cambia cuál es el que le ofrece la mejor oportunidad.
Algunos analistas han señalado que invierte grandes recursos en Wisconsin, donde el martes se inició la votación presencial. “Es todo un reto para él”, señaló Katherine Cramer, politóloga de la Universidad de Wisconsin-Madison. “Parece que Biden, en verdad, se está manteniendo firme aquí”.
De ahí, puede pasar a reunir los votos electorales que necesita para llegar a 270 conservando Arizona, Carolina del Norte y posiblemente quitándoles Nevada, Minnesota o Nuevo Hampshire a los demócratas. Más que cualquier otra cosa, Trump no puede perder Florida.
La COVID-19
Los analistas señalaron que Trump podría limitar el continuo daño político derivado de su manejo de la pandemia si evitaba hacer apreciaciones optimistas del coronavirus y dejaba de presentarse como una prueba de que la enfermedad que ha matado a más de 220.000 personas no es una gran amenaza. Después podría enfocarse en temas que amplíen su electorado, en especial las mujeres y los electores mayores.
“Debe tomar en serio el coronavirus”, afirmó Stephanie Cutter, consultora demócrata y veterana de las campañas presidenciales. “Debe comenzar a presidir reuniones sobre la COVID. Realizar presentaciones conjuntas con Anthony Fauci. Mostrar algo de empatía ante la pérdida de vidas. Dejar de hablar de sí mismo”.
Mostrar más disciplina
Una de las razones por las que Trump ganó en 2016 fue porque comenzó a mostrar más disciplina en las últimas semanas de su campaña: menos tuits y menos ataques.
Si volviera a hacerlo, tal vez, podría lograr que los estadounidenses fatigados le dieran una última oportunidad.
“Trump debe recurrir al comportamiento disciplinado del teleprompter que usó durante las últimas dos semanas de 2016“, comentó Charlie Black, un veterano de muchas contiendas presidenciales republicanas. “Solo debe hablar de dos temas: la economía y el plan de los demócratas para formar la Corte Suprema”.
Un error de Biden
Trump siempre ha confiado en que Biden tenga un lapsus mental que acentúe la afirmación de este de que el exvicepresidente ha perdido algo de sus facultades. A lo largo de los años, Biden ha dado muchos traspiés que reavivan esa esperanza. Pero eso no sucedió en el primer debate, y Trump no ha tenido éxito en sus intentos de aprovechar los errores de Biden en la campaña.
Hay otro debate y dos semanas más de campaña que le darán a Trump una oportunidad de mantener la presión sobre su oponente —por ejemplo, con ataques sobre los acuerdos empresariales de su hijo Hunter Biden— con la esperanza de provocar un error que pudiera lograr que recupere algunos de los electores indecisos que ha perdido.
Contención y desafíos
Los republicanos han intentado, mediante la legislación y las batallas en la corte, restringir la votación por correo, lo cual podría marcar la diferencia en unas elecciones cerradas.
“Rodea a los contrarios; encuentra gobernadores y comisionados amables que no certifiquen la votación”, comentó Susan Estrich, quien manejó la campaña presidencial de Michael Dukakis en 1988. Stuart Stevens, un consultor republicano que ahora es detractor del presidente, señaló que “la única esperanza realista de Trump es la contención de los votantes a toda costa”.
Anteriormente, Trump ya ha sorprendido al mundo. Pero incluso teniendo en consideración a su base leal y su tenacidad como militante, los republicanos y los demócratas dicen que tal vez el futuro político de Trump ya no esté en sus manos.
“Ha estado encerrado durante meses y ahora se está alejando aún más después del debate”, afirmó Mark Salter, asesor sénior del senador John McCain, candidato republicano a la presidencia en 2008. “Me imagino que alguna catástrofe imprevista o algún gran error de Biden podría revertir la tendencia, pero parece muy obvio que la mayoría de los electores quieren que Trump se vaya antes de que lo eche todo a perder”.