,

Parece poco probable que los niños en las escuelas disparen los contagios de coronavirus, según científicos

Parece poco probable que los niños en las escuelas disparen los contagios de coronavirus, según científicos
En una primaria de Smithfield, Rhode Island, le toman la temperatura a un estudiante, el 8 de octubre de 2020. Foto: David Degner/The New York Times

Después de que han pasado meses del año escolar, la reapertura de las escuelas en todo Estados Unidos sigue siendo un plan desarticulado: presencial, de manera remota y una forma híbrida; con mascarilla y sin mascarilla; con distanciamiento social y sin él. Sin embargo, en medio de este revoltijo, está surgiendo un patrón evidente.

Hasta el momento, no parece que las escuelas estén avivando la transmisión del coronavirus en las comunidades, según datos de pruebas aleatorias realizadas en Estados Unidos y el Reino Unido. En especial, las escuelas primarias parecen esparcir extraordinariamente pocas infecciones.

La evidencia está lejos de ser definitiva y buena parte de la investigación ha quedado manchada con los errores en la recolección y el análisis de los datos. En buena medida, la reapertura de las escuelas es un trabajo en progreso. No obstante, muchos expertos se sienten esperanzados con los resultados hasta la fecha.

“Mientras veo más datos, más cómoda me siento de que, de hecho, los niños no fomentan la transmisión, en especial en entornos escolares”, comentó Brooke Nichols, modeladora de enfermedades infecciosas de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston.

Esto no quiere decir que los niños más pequeños no se puedan infectar… porque sí les pasa. El miércoles, Michael Beach, científico sénior de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, reconoció que los lineamientos de la agencia en torno a la reapertura de las escuelas no reflejan las últimas investigaciones, las cuales muestran que los niños se pueden infectar con el coronavirus y transmitirlo a otras personas.

“En efecto, parece que los niños se pueden infectar” y “claramente pueden transmitir”, le comentó Beach, subdirector de incidentes para la respuesta a la COVID-19 de la agencia, al Subcomité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Crisis del Coronavirus.

Sin embargo, el problema más apremiante para los científicos y los formuladores de políticas ha sido la frecuencia con la que ocurre la transmisión en los niños. En este momento, la mayor parte de la evidencia sugiere tan solo una transmisión limitada de niños pequeños a adultos.

El riesgo entre los niños más grandes en secundarias y bachilleratos es menos claro, pero muchos expertos creen que estas escuelas tal vez podrían contener el coronavirus, siempre y cuando la prevalencia en la comunidad sea baja y las escuelas tomen numerosas precauciones.

Si se ponen en la balanza los perjuicios sustanciales que provocan el cierre de las escuelas a los niños y los padres, las escuelas primarias al menos deberían ofrecer clases presenciales, comentó David Rubin, pediatra y experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Pensilvania.

“Creo que ahora hay una base de evidencia muy buena que sugiere que las escuelas pueden abrir sin riesgo usando planes sólidos de seguridad, e incluso con niveles más altos de incidencia de casos de los que sospechábamos”, mencionó.

Rubin y sus colegas han ideado nuevos lineamientos respecto del cierre o la reapertura de las escuelas mientras el virus sigue marchando por buena parte de Estados Unidos. Las decisiones no solo deberían depender de números absolutos —por ejemplo, un cinco por ciento de las pruebas produjeron resultados positivos—, sino de la tendencia en el número de casos, comentó.

“Si en verdad se busca mantener a los niños en la escuela, esto se debe hacer de una forma muy distinta”, comentó, no con una expectativa de que no haya ningún riesgo, sino con medidas de seguridad para controlarlos.

En vez de cerrar las escuelas donde la transmisión comunitaria es alta, se deberían cerrar los negocios como los restaurantes, los bares u otros espacios cerrados donde se congregan los adultos, afirmó Rubin.

Frente a una inmensa segunda ola, algunos países de Europa, como los Países Bajos, han instituido restricciones a salir a comer en interiores, las reuniones privadas y el transporte público. “Y dijeron que nada de esto va dirigido a las escuelas, porque la educación es muy importante”, señaló Nichols. “Simplemente tienen una prioridad diferente”.

Aunque una gran mayoría de los estudios sugiere que los niños no son superpropagadores, los datos están lejos de ser perfectos. En pocas escuelas se les hacen pruebas rutinarias a los estudiantes o al personal y, aunque identifiquen casos, es difícil rastrear los orígenes de la infección. Las pruebas aleatorias en las escuelas pueden ofrecer un vistazo a las tendencias dentro de una escuela o una ciudad, pero podrían no detectar señales de un brote.

Tal vez el principal problema en los estudios de los niños ha sido no realizar un conteo por edad de manera constante. Muchos estudios clasifican como niño a cualquiera que tenga menos de 18 años, comentó Helen Jenkins, experta en enfermedades infecciosas de la Universidad de Boston.

Sin embargo, la transmisión de niños pequeños a adultos parece ser insignificante siempre y cuando se hayan implementado medidas de seguridad. Varios estudios han sugerido que a los niños menores de 10 años prácticamente no les afecta el coronavirus y lo propagan hacia otras personas de una forma menos eficiente en comparación con niños más grandes y adultos.

En un estudio realizado a más de 57.000 profesionales del cuidado de los niños en Estados Unidos que se publicó en la revista Pediatrics, se encontró que no eran más propensos a infectarse con el coronavirus que otros adultos en las comunidades.

“Por desgracia, cada estudio tiene diferentes límites y categorías de edad, por eso es un poco más difícil interpretar los datos”, comentó Nichols. “Pero, sin duda, entre los 10 y los 11 años parece ocurrir el cambio”.

Es mucho más complicado discernir en las tendencias de los niños mayores. Sin embargo, en general, sugieren una mayor probabilidad de propagación de las infecciones sin una implementación de medidas prudentes.

Suecia, un país que a menudo se cita porque sus escuelas operaron durante la pandemia, mantuvo los planteles abiertos para menores de 16 años, pero con clases con poca gente y distanciamiento físico. Según un estudio reciente, la apertura de escuelas primarias tuvo un impacto limitado en los padres, pero en el caso de los maestros en escuelas con niños mayores se duplicó la tasa de infecciones en comparación con aquellos que dieron clases de manera remota.

En Israel, los salones de clases atiborrados de estudiantes de bachillerato produjeron brotes, así que esta semana el ministerio de Salud divulgó un informe en el que calificó a los niños como superpropagadores. Y, en Estados Unidos, algunas reaperturas de bachilleratos han sido desastrosas, como la de una escuela de Georgia a la que se le humilló por tener estudiantes sin mascarilla en los pasillos y un bachillerato en Utah donde las infecciones estallaron a 90 casos en dos semanas.

Una proporción significativa de casos parece provenir de actividades realizadas fuera de la escuela, comentó Rubin. “Cuando nos fijamos, la mayoría de las transmisiones ocurren en viajes de auto compartidos, durante viajes de ligas deportivas, tal vez en los vestidores o en fiestas y reuniones que se celebran los fines de semana”, mencionó.

“Se ha supuesto que el cierre de las escuelas anulará el problema”, pero los escenarios informales que son menos regulados podrían producir más infecciones, según Rubin.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *