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A punto de cumplir 100 años, un exsoldado español lamenta la maldición de su año de nacimiento

A punto de cumplir 100 años, un exsoldado español lamenta la maldición de su año de nacimiento
Andreu Canet observa viejas fotos junto a su hijo, Andreu, en su casa en Cardedeu, España, el 2 de octubre de 2020. Foto: Samuel Aranda/The New York Times

CARDEDEU, España — Andreu Canet cumple 100 años el mes que viene. Y su año de nacimiento resultó ser una maldición.

Tras haber sido reclutado por el Ejército Republicano de España a los 17 años, Canet es ahora un raro sobreviviente de un contingente de unos 27.000 soldados apodados la “leva del biberón”. Todos nacieron en 1920 y fueron convocados por el gobierno republicano en 1938 para reponer las filas del ejército mientras preparaba un último intento para evitar que el general Francisco Franco ganara la guerra civil del país.

Este julio, como lo ha hecho todos los años durante las últimas tres décadas, Canet realizó su viaje anual a un monumento de la paz construido en las colinas cerca del río Ebro, escenario de un gran contraataque realizado por las tropas republicanas en julio de 1938. La peregrinación ya de por sí difícil fue más ardua en esta oportunidad por la pandemia. Y por primera vez, dijo, fue el único que se presentó al día de la conmemoración.

“Tal vez soy el único que queda vivo a estas alturas”, dijo de forma melancólica.

La historia de Canet es apenas un capítulo en el legado de la guerra civil con el que España todavía está lidiando.

En septiembre, el gobierno encabezado por el presidente Pedro Sánchez presentó un proyecto de ley destinado a reactivar y ampliar una ley de 2007 que facilite la apertura de más de 2000 fosas comunes repartidas por toda España para identificar los restos de quienes están en su interior. Se cree que la mayoría murió durante o justo después de la guerra, la cual tuvo lugar entre 1936 y 1939.

El gobierno también quiere cerrar cualquier iniciativa o institución que glorifique la dictadura de Franco, además de renovar el gigantesco mausoleo subterráneo del cual fueron exhumados sus restos el año pasado para ser trasladados a un cementerio donde su familia ya tenía una cripta.

Al recordar los años de la guerra, Canet afirmó que no estaba en absoluto preparado para la batalla cuando fue reclutado a los 17 años.

“Tuvimos que traer nuestra propia ropa y una manta, y tuve que luchar en alpargatas porque mi familia simplemente era demasiado pobre como para comprarme zapatos”, recordó en una entrevista reciente en su apartamento en Cardedeu, unos 40 kilómetros al noreste de Barcelona. “No recibimos ningún entrenamiento ni instrucciones sobre lo que íbamos a hacer, y, por supuesto, nunca había visto el Ebro hasta que me dijeron que lo cruzara”.

Ese cruce del río, el cual atraviesa el noroeste de España, les permitió a los republicanos recuperar parte del territorio que Franco había conquistado. Pero bajo los fuertes bombardeos de aviones alemanes e italianos piloteados por sus aliados fascistas, el avance del Ejército Republicano fue detenido en seco en poco tiempo, y la lucha se convirtió en la batalla más larga, amplia y mortal de la guerra.

Si bien los historiadores han dado cifras diferentes, la mayoría estima un saldo de al menos 20.000 soldados muertos en ambos bandos durante los casi cuatro meses que duró la batalla. Una vez que las fuerzas republicanas fueron obligadas a retroceder por todo el Ebro, Franco aseguró su victoria, la cual luego allanaría el camino para una dictadura que duró hasta su muerte en 1975.

Canet, cuyo cumpleaños número 100 es el 30 de noviembre, dijo que aún podía recordar con claridad tanto la guerra de trincheras que siguió al peligroso cruce del río como las secuelas del conflicto. Canet pasó la primera parte del periodo posguerra en un hospital militar recuperándose de la fiebre tifoidea, la cual probablemente contrajo mientras estaba apostado en un islote infestado de ratas en medio del Ebro.

“Las ratas no paraban de subirse a mi cara cuando intentaba dormir”, dijo.

Canet rechazó cualquier idea de heroísmo y afirmó que su ascenso militar, que llegó hasta el rango de sargento, reflejaba más una escasez de candidatos que sus propios méritos.

“Cuando capturamos nuestra primera colina”, recordó, “lo que más recuerdo es lo cansado y sediento que estaba, a tal grado que me vi obligado a beber mi propia orina, y el poco sentido de orgullo que había tras la muerte de tantos otros”.

Canet lloró al recordar la crueldad de algunos de sus comandantes, quienes en una oportunidad amenazaron con dispararle por quedarse dormido durante una guardia nocturna.

Después de rendirse ante las tropas de Franco, Canet fue reclutado de nuevo, pero esta vez para el servicio militar en el ejército de Franco. Su batallón, ubicado en la ciudad norteña de Burgos, estaba repleto de republicanos derrotados.

“La guerra había sido horrible”, dijo Canet, “pero también lo fue mi servicio militar bajo el mando de oficiales que nos odiaban, mientras sufríamos la humillación de marchar por pueblos donde los niños nos escupían a los pies”.

Aunque Canet fue el único que se presentó a la conmemoración de este año, Víctor Amela, un escritor que hace poco publicó un libro sobre el reclutamiento, dijo que el veterano probablemente no sea el único miembro sobreviviente de la “quinta del biberón”. Amela estima que quedan cerca de una docena de sobrevivientes, y la mayoría vive en la región de Cataluña.

Canet dijo que el monumento cerca del Ebro, erigido en 1989, había sido financiado por exsoldados y sus familias porque “el Estado español tristemente se ha negado a mirar hacia atrás y enfrentar el legado de nuestra guerra civil, y mucho menos ofrecer una disculpa a un grupo de niños que fueron obligados a pelear en ella”.

Hasta que su salud se lo permitió, dijo, Canet disfrutaba visitar escuelas para contarles a los niños la experiencia de la “leva del biberón”, con la esperanza de mantener viva la memoria de los soldados.

Sin embargo, Canet no está impresionado por los recientes intentos del gobierno de corregir el registro histórico de la guerra.

“Se siente demasiado tardío”, dijo. “La generación actual no tiene idea de cómo fue en realidad la guerra, y ningún gobierno realmente ha hecho algo por nosotros”.

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