El mes pasado, cuando el presidente Donald Trump se enfermó por una infección de coronavirus, se desató la crisis de salud más grave que haya vivido un presidente en funciones en casi 40 años. Sin embargo, aún se sabe poco sobre cómo llegó el virus a la Casa Blanca y cómo se propagó.
El gobierno no tomó las medidas básicas para rastrear el brote, pues restringió el rastreo de contactos, mantuvo los casos en secreto e ignoró las recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés). El origen de las infecciones era “incognoscible”, dijo un portavoz.
No obstante, una técnica estándar de salud pública de cualquier manera podría revelar un poco de información: el rastreo de las huellas genéticas del clúster.
Para comprender mejor este brote, The New York Times trabajó con destacados genetistas para determinar la secuencia genética de los virus que infectaron a dos periodistas del Times que se creía que estuvieron expuestos al coronavirus mientras cubrían las noticias de la Casa Blanca.
Según los investigadores, el estudio revela, por primera vez, la secuencia genética del virus que quizá infectó a Trump y a docenas de otras personas. Ese genoma es una pista crucial que podría permitirles a los investigadores identificar dónde se originó el brote y si pasó a contagiar a otras personas en otras partes del país.
La Casa Blanca no ha dado a conocer ningún esfuerzo por realizar una prueba genética parecida, pero los resultados del estudio demuestran que aún es posible, incluso semanas después de que se hallaron pruebas diagnósticas positivas. Una secuenciación adicional podría ayudar a establecer la trayectoria del virus dentro de la Casa Blanca, la influencia de un evento posiblemente superpropagador para la jueza Amy Coney Barrett y el origen de un brote entre miembros del personal del vicepresidente Mike Pence que sucedió más o menos la semana pasada.
Los periodistas Michael D. Shear y Al Drago estuvieron en contacto, de manera significativa e independiente, con funcionarios de la Casa Blanca a finales de septiembre, varios días antes de que empezaran a manifestar síntomas. Ambos reporteros no se reunieron en las semanas previas a sus pruebas diagnósticas positivas.
Shear viajó con Trump y otros miembros de su personal en el Air Force One el 26 de septiembre, cuando el mandatario estuvo a menos de 2 metros de distancia de él sin cubrebocas. Drago dio cobertura al evento de Barrett ese día y a una conferencia de prensa al día siguiente cerca de funcionarios que no estaban usando cubrebocas y que luego dieron positivo en la prueba del virus. Ambos periodistas llevaban mascarillas puestas.
La investigación reveló que los genomas virales de los dos periodistas compartían el mismo patrón de mutaciones. Aunados a su historial de exposiciones, estos hallazgos sugieren que se contagiaron como parte del brote más amplio de la Casa Blanca, dijo Trevor Bedford, genetista del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson y la Universidad de Washington que lideró el equipo de investigación.
“Las mutaciones presentes en estos virus son muy poco comunes en Estados Unidos”, explicó Bedford. “Estoy muy convencido de que estos virus provienen del mismo brote o clúster con base en sus genomas”.
El estudio, que se ha publicado en línea pero no ha sido revisado por pares del gremio ni publicado en una revista científica, siguió los protocolos académicos que exigen que las muestras genéticas sean anónimas. Shear y Drago decidieron revelar sus identidades para este artículo.
Los virus mutan constantemente y su material genético sufre alteraciones accidentales minúsculas a medida que se reproducen. Pocas mutaciones modifican el funcionamiento de un virus. Pero al comparar los patrones de mutaciones en varias secuencias genéticas, los científicos pueden construir árboles genealógicos de un virus y descifrar cómo se propaga.
Los genomas que los investigadores consideran que están conectados al brote de la Casa Blanca no identifican una fuente geográfica reciente, en parte porque son poco comunes. Según Bedford, los ancestros de esos virus llegaron a Estados Unidos desde Europa y estuvieron circulando por todo el país en abril y mayo, pero después de eso el rastro desaparece.
Los genetistas dijeron que los genomas son una pieza clave del rompecabezas que podría impulsar investigaciones futuras para determinar dónde se originó el brote de la Casa Blanca y adónde podría dirigirse a continuación. Todos los meses, los científicos recolectan y publican decenas de miles de nuevas secuencias del coronavirus, y la realización de más pruebas podría aclarar el panorama.
Los resultados muestran que incluso semanas después de haber sido identificado, se tendría un mayor entendimiento del brote de la Casa Blanca con la secuenciación de muestras de más personas contagiadas. Las muestras nasofaríngeas usadas en pruebas con resultados positivos suelen resguardarse en laboratorios durante meses tras un contagio inicial, y el material genético del coronavirus es estable si se almacena adecuadamente.
Los CDC suelen basarse en pruebas genéticas para ayudar a comprender los brotes de COVID-19 en otras partes del país. En un estudio publicado el jueves, los CDC citaron la secuenciación genética y el rastreo exhaustivo de contactos que documentaron un evento superpropagador en un retiro de bachillerato en Wisconsin.
Sin embargo, no hay evidencia de que el gobierno de Trump haya realizado sus propios análisis genéticos de las personas infectadas en el brote. La Casa Blanca se rehusó a responder preguntas sobre la secuenciación genética de Trump y el grupo de asesores y funcionarios que dieron positivo por el virus o se enfermaron.
Bedford mencionó que aún existe la posibilidad remota de que una versión del virus que no se había identificado hubiese estado circulando sin ser detectada en Washington o el norte de Virginia e infectado a ambos periodistas por separado al entrar en contacto con el clúster de la Casa Blanca. Más pruebas en relación con el brote podrían eliminar esa posibilidad, afirmó.
Los científicos que no participaron en la investigación y revisaron los resultados estuvieron de acuerdo con la conclusión de que el hecho de que las dos muestras compartieran mutaciones poco comunes sugería de manera contundente que eran parte del mismo brote.
“Es probable que los genomas sean idénticos o casi idénticos al genoma que infectó al presidente”, afirmó Michael Worobey, director del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Arizona.
Worobey cuestionó la afirmación de la Casa Blanca de que la fuente del brote no se podía conocer.
“Muchas cosas son incognoscibles si no se hace ningún esfuerzo por saber algo al respecto, y esto cae en esa categoría”, dijo Worobey. “Todo esto en realidad se puede saber si se hace el esfuerzo y se actúa con la transparencia que los científicos estamos tratando de promover con tanta desesperación mientras secuenciamos cientos de miles de estos genomas en todo el mundo”.