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Kamala Harris rompe otro techo de cristal y se convierte en vicepresidenta de EE.UU.

Kamala Harris rompe otro techo de cristal y se convierte en vicepresidenta de EE.UU.
Vicepresidenta de Estados Unidos Kamala Harris. Foto: Archivo

Harris, hija de madre india y padre jamaicano, es la mujer que ha llegado más alto en el liderazgo del país.

Desde los primeros días de su infancia, a Kamala Harris se le enseñó que el camino hacia la justicia racial era largo.

Durante la campaña, Harris solía hablar de quienes la habían precedido, de sus padres, inmigrantes atraídos por la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, y de los antepasados que habían allanado el camino.

Cuando subió al escenario en Texas días antes de las elecciones, Harris habló de ser singular en su papel, pero no solitaria.

“Sí, hermana, a veces podemos ser las únicas que se parecen a nosotras caminando en esa habitación”, dijo a una audiencia mayoritariamente negra en Forth Worth. “Pero lo que todos sabemos es que nunca caminamos solas en esas habitaciones, estamos todas juntas en esa habitación”.

Con su ascenso a la vicepresidencia, Harris se convertirá en la primera mujer y la primera mujer de color en ocupar ese cargo, un hito para una nación convulsionada, que lidia con una historia dañina de injusticia racial que, una vez más, quedó expuesta en unas elecciones divisivas. Harris, de 56 años, encarna el futuro de un país que se vuelve más racialmente diverso, incluso si la persona elegida por los votantes para liderar el binomio es un hombre blanco de 77 años.

El hecho de que haya ascendido más alto en el liderazgo del país que cualquier otra mujer subraya el extraordinario arco de su carrera política. Exfiscala de distrito de San Francisco, fue elegida como la primera mujer negra en servir como fiscala general de California. Cuando fue elegida senadora de Estados Unidos en 2016, se convirtió en la segunda mujer negra en la historia de la cámara.

Casi de inmediato, se hizo un nombre en Washington con su fulminante estilo en las audiencias del Senado, interrogando a sus adversarios en momentos cruciales que, a veces, se volvieron virales.

Sin embargo, lo que la distinguió fue su biografía personal: hija de padre jamaicano y madre india, estuvo inmersa en temas de justicia racial desde sus primeros años en Oakland y Berkeley, California, y escribió en sus memorias de los recuerdos de los cantos, gritos y “mares de piernas que se movían” en las protestas. Recordó haber escuchado a Shirley Chisholm, la primera mujer negra en organizar una campaña nacional para la presidencia, hablar en 1971 en un centro cultural negro de Berkely que frecuentaba cuando era niña. “¡Háblame de fuerza!”, escribió.

Después de varios años en Montreal, Harris asistió a la Universidad Howard, una universidad históricamente negra y una de las más prestigiosas del país, y luego trabajó como fiscala en casos de violencia doméstica y explotación infantil. Habla con facilidad y a menudo de la muerte de su madre, investigadora del cáncer de mama; de su marido blanco y judío, Douglas Emhoff, que hará historia por derecho propio al convertirse en el primer segundo caballero; y de sus hijastros, que la llaman Momala.

Fue una historia que trató de contar en la campaña electoral durante las primarias demócratas con un éxito desigual. Al iniciar su candidatura con homenajes a Chisholm, Harris atrajo a una multitud en Oakland que sus asesores calcularon en más de 20.000 personas, una tremenda muestra de fuerza que la estableció inmediatamente como una de las principales candidatas en la campaña. Sin embargo, al competir por la nominación contra el campo de candidatos más diverso de la historia, no logró captar una oleada de apoyo y se retiró semanas antes de que se emitieran los votos.

Parte de su desafío, especialmente con el ala progresista del partido a la que buscaba conquistar, fue la dificultad que tenía para conciliar sus anteriores cargos como fiscala general de California con las tendencias actuales de su partido. Luchó por definir su agenda política, vacilando sobre la atención sanitaria e incluso su propio ataque al historial de Biden en materia de raza, quizás el ataque más duro que él enfrentó durante la campaña de las primarias.

“La política tiene que ser relevante”, dijo Harris en una entrevista con The New York Times en julio de 2019. “Ese es mi principio rector: ¿es relevante? No, ‘¿es un bello soneto?’”.

Pero también es esta falta de rigidez ideológica lo que la hace muy adecuada para la vicepresidencia, un papel que exige moderar los puntos de vista personales en deferencia al jefe. Como nominada a la vicepresidencia, Harris se ha esforzado por dejar claro que apoya las posiciones de Biden, incluso si algunas difieren de las que apoyó durante las primarias.

Mientras luchaba por atraer a las mismas mujeres y votantes negros que esperaba que conectaran con su historia personal durante su candidatura en las primarias, continuó haciendo un esfuerzo concertado como compañera de fórmula de Biden para llegar a las personas de color, algunas de las cuales dijeron sentirse representadas en la política nacional por primera vez.

Muchos presenciaron —y rechazaron— los persistentes ataques racistas y sexistas de los conservadores. El presidente Donald Trump se ha negado a pronunciar su nombre correctamente y, tras el debate vicepresidencial, la ridiculizó al calificarla como un “monstruo”.

Para algunos de sus partidarios, la virulencia que Harris tuvo que soportar fue otro aspecto de su experiencia que le pareció familiar.

“Sé en lo que me metí como la única afroestadounidense en la mesa”, dijo Clara Faulkner, alcaldesa interina de Forest Hill, Texas, mientras esperaba a que Harris se dirigiera a una multitud socialmente distanciada en Fort Worth. “Es solo ver cómo los caminos del señor son inescrutables”.

Si bien algunos miembros de la clase política dominante manifestaron su indignación por los insultos, los amigos de Harris sabían que su pragmatismo se extendía a su comprensión de cómo el mundo político trata a las mujeres de color.

El senador Cory Booker, colega y amigo de Harris que la conoce desde hace décadas, dijo en una entrevista que parte de su cautela era una forma de autoprotección en un mundo que no siempre ha acogido a una mujer negra que rompe barreras.

“Ella todavía tiene esa gracia en ella, es casi como si estas cosas no afectaran su espíritu”, dijo Booker. “Ella ha soportado esto durante toda su carrera y no le da permiso a esa gente para entrar en su corazón”.

Después de esperar días por los resultados, los demócratas se regocijaron por una victoria que ofreció un punto brillante en una elección que generó pérdidas para muchos de sus candidatos, incluyendo varias mujeres de alto perfil.

La representante Barbara Lee, demócrata por California, que se involucró en política a través de la campaña presidencial de Chisholm, dijo que siempre creyó que vería a la primera mujer negra en las escaleras de la Casa Blanca.

“Aquí tienen ahora a esta mujer afroestadounidense notable, brillante y preparada, mujer del sur de Asia, lista para cumplir los sueños y aspiraciones de Shirley Chisholm y los míos y los de tantas mujeres de color”, dijo. “Esto es emocionante y es finalmente un gran avance que muchas de nosotras hemos estado esperando. Y no fue fácil”.

La derrota de los demócratas en contiendas electorales menores moderó un poco el ambiente de celebración, así como la sensación nostálgica entre algunos activistas y líderes de que esta histórica primera vez aún deja a las mujeres en segundo lugar, más cerca que nunca del Despacho Oval, claro, pero no en él.

El fin de una presidencia que inspiró oleadas de oposición de las mujeres, muchas de ellas comprometidas políticamente por primera vez, ha dejado intacto el “techo de cristal más alto y duro”. Los votantes de las primarias demócratas, incluyendo un número significativo de mujeres, se unieron al apoyo a Biden y evitaron a las mujeres y a la gente de color en la carrera porque creían que Biden sería el más capaz de vencer a Trump. Marcados por la derrota de Hillary Clinton hace cuatro años, muchos creían que el país no estaba preparado para elegir a una comandante en jefe.

La presencia de Harris en la boleta siempre estará ligada a la promesa explícita de Biden de seleccionar una compañera de fórmula en un reconocimiento de que el futuro del partido probablemente no se parezca a él.

Ahora, Harris se encuentra en la posición más clara de heredera de la Casa Blanca. Quizás más que cualquier otro vicepresidente en la memoria reciente, será examinada cuidadosamente por sus ambiciones, un nivel de atención que quizás sea inevitable para la No. 2 del No. 1 de mayor edad en la historia.

Según Booker, Biden entiende eso. “Realmente nos está llevando a las próximas elecciones”, afirmó.

Los aliados dicen que Harris es muy consciente de su lugar en la historia. Considera que su trabajo está conectado tanto con los líderes de los derechos civiles que la precedieron (los “antepasados”, como ella los llama) como con las generaciones que espera empoderar.

La representante Pramila Jayapal, demócrata por Washington, una figura en ascenso del ala izquierda del partido, dijo que el progreso de Harris era un profundo motivo de orgullo entre los sudasiáticos, que expandía la imaginación de cuán alto podían llegar en la vida pública estadounidense. Jayapal ha hablado con orgullo de su propia conexión con la nueva vicepresidenta, escribiendo un artículo de opinión en Los Angeles Times en agosto en el que describe su historia familiar entrelazada en el sur de la India.

“Ella entiende lo que significa ser hija de inmigrantes, lo que significa ser una persona de color que busca justicia racial”, dijo, señalando el trabajo de Harris sobre los derechos de los trabajadores domésticos y la ayuda a los inmigrantes musulmanes para que tengan acceso a asesoría legal. “Hay tantas cosas que no tienes que explicarle a una vicepresidenta Harris y creo que ella luchará por muchos de los problemas que son importantes para nuestra comunidad del sur de Asia”.

La pequeña hermandad de mujeres negras en la política federal también ve a Harris como una mentora y una aliada, y alaba su defensa de temas como la mortalidad materna negra y la legislación contra los linchamientos que normalmente no han recibido la atención que puede seguir a una marca política de alto nivel.

Cuando la representante Lauren Underwood organizaba su primera carrera para el Congreso, en su intento por convertirse en la primera mujer negra en ganar su distrito suburbano de Chicago, predominantemente blanco, Harris se acercó para tomar un café.

“No hay muchas mujeres negras que hayan estado en el nivel más alto de la política en este país. No hay tantas mujeres negras que se hayan postulado en elecciones muy competitivas”, dijo Underwood, quien se convirtió en la mujer negra más joven elegida al Congreso en 2018. “Tener la oportunidad de aprender, ser aconsejada y conocer a alguien que lo haya hecho, es algo que encuentro increíblemente valioso”.

Kimberlé Crenshaw, una destacada académica progresista negra, elogió el ascenso de Harris a la vicepresidencia y la describió como “bien posicionada para capear las tormentas que definitivamente vendrán ahora que ha atravesado el techo de cristal”.

Pero en medio de la alegría y la sensación de empoderamiento de ver a una mujer de color como la segunda funcionaria electa de la nación, también advirtió que el momento histórico no debería distraer a los progresistas de seguir con el impulso de su agenda.

“Este sigue siendo el gobierno Biden, lo que Kamala Harris piensa o hace tiene que ser reconocido como parte de ese gobierno”, dijo. “Así que no podemos permitir que el pedal a fondo se desacelere de ninguna manera porque estamos celebrando el hecho de que hemos tenido este momento de avance”.

Para otros, ese momento ha tardado mucho en llegar.

Opal Lee, de 94 años, pagó un impuesto electoral cuando fue a votar por primera vez, eligiendo entre votar por el candidato demócrata o comprar comida para sus cuatro hijos pequeños. Décadas más tarde, Lee, exmaestra y activista de Fort Worth, Texas, celebró en la toma de posesión del presidente Barack Obama.

A pesar de los riesgos de salud por la pandemia del coronavirus, Lee no tiene intención de perderse la toma de posesión de Biden en Washington en enero, para ver a Harris.

“Quiero poder contarles a mis tataranietos cómo se sintió ver a una mujer ser vicepresidenta”, dijo. “Solo tengo que ir”.

Lisa Lerer es una reportera que vive en Washington, donde cubre las campañas, las elecciones y el poder político. Antes de unirse a The Times cubrió política nacional y la campaña presidencial de 2016 para The Associated Press.

Sydney Ember es una reportera de política con sede en Nueva York. Antes cubría el negocio de la prensa y de los medios digitales. @melbournecoal

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