Antes de la pandemia, los días de Aya Raji estaban saturados de actividades. Se despertaba a las 6:30 a. m. y tomaba el metro para ir al colegio. Por la noche, practicaba trucos con su club de patineta y organizaba noches de películas de “Crepúsculo” con sus amigos.
Cuando su escuela en Brooklyn migró a un modelo a distancia, desde la primavera pasada y continuando este otoño, sus días empezaron a ser más largos y solitarios. Nada podía distraerla de las noticias desoladoras mientras miraba fijamente su computadora portátil por horas durante las clases virtuales. No podía conciliar el sueño sino hasta las 4:00 a. m., pues su mente estaba llena de ansiedad.
“Sentí como si yo estuviera atrapada en mi propia casa, y todos estuvieran muy lejos de aquí”, dijo Aya, de 14 años. “Cuando estás con tus amigos estás completamente distraído y no piensas en las cosas malas que suceden. Al principio de la cuarentena me sentía tan sola. Me di cuenta de que ya no podía ignorar todas las cosas tristes que solía pasar por alto”.
Los estudiantes como Aya sintieron cierto alivio a principios de este otoño, cuando sus escuelas reabrieron con una combinación de enseñanza presencial y a distancia, aunque las reglas estrictas y el distanciamiento social requeridos durante la pandemia seguían dificultando la conexión con otras personas. Pero ahora que el número de casos de COVID-19 está alcanzando niveles récord en todo el país, muchos colegios están regresando a las clases a distancia, al menos de manera temporal durante parte del invierno.
El aislamiento social de la pandemia ha afectado la salud mental de muchos estadounidenses. Sin embargo, el impacto ha sido especialmente grave en los adolescentes, quienes dependen de sus amigos para transitar el laberinto y las presiones de la vida adolescente.
Las investigaciones muestran que los adolescentes dependen de sus amistades para mantener una buena autoestima y para manejar la ansiedad y la depresión. Un estudio reciente de 3300 estudiantes de bachillerato reveló que cerca de un tercio reportó sentirse infeliz o deprimido en los últimos meses. Y aunque pueda parecer contradictorio para una generación que está acostumbrada a relacionarse con amigos por mensajes de texto, TikTok, Snapchat e Instagram, más de una cuarta parte de esos estudiantes afirmaron no sentir una conexión con sus profesores, compañeros de clase o su comunidad educativa.
“Muchos adultos asumen que los adolescentes la tienen fácil”, dijo Aya. “Pero somos a quienes más les está afectando”.
Desde el comienzo de la pandemia, la Alianza Nacional sobre Enfermedades Mentales ha escuchado muchos casos de adultos jóvenes que experimentan ansiedad y depresión, lo que la organización atribuye en parte al aislamiento social. El grupo les ha advertido a padres y profesores que busquen señales de alerta, como conductas de alto riesgo, pérdida de peso notable, consumo excesivo de drogas o alcohol, y cambios drásticos en el estado de ánimo.
Según un nuevo análisis publicado el jueves por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la proporción de las visitas de niños a las salas de urgencias en relación con la salud mental ha aumentado de modo significativo durante la pandemia, lo que ha reforzado las preocupaciones sobre los efectos psicológicos que las cuarentenas y el distanciamiento social han tenido en los jóvenes.
La semana pasada, investigadores de la Universidad de Ámsterdam y el Hospital Infantil Emma publicaron un estudio sobre la salud mental de los adolescentes en los Países Bajos, el cual reveló que la gente joven reportó un incremento notable de ansiedad severa y problemas para dormir durante el periodo de cuarentena del país. Los niños eran más propensos a reportar problemas de salud mental si tenían un padre que había perdido su empleo o conocían personalmente a alguien contagiado de COVID-19.
Por supuesto, para algunos estudiantes, el comienzo de la cuarentena supuso cierto alivio. Ya no tenían la presión de impresionar a otros o de protegerse de los bravucones. Pero esa “fase de luna de miel” pasó rápidamente, según la pediatra Cora Breuner. Por muy estresantes que puedan ser las relaciones entre adolescentes, también son esenciales para la formación de la identidad personal.
“La individualización y el desarrollo de la independencia se detienen o se lentifican cuando los jóvenes se quedan sentados todo el día en casa con los padres en la habitación de al lado”, dijo Breuner, portavoz de la Academia Estadounidense de Pediatría.
Una parte importante del desarrollo en la adolescencia es darse cuenta de que los compañeros, y no exclusivamente los padres, pueden ser una fuente de apoyo emocional. Las crisis paralelas de la pandemia y la recesión económica han impuesto nuevas dificultades personales a los estudiantes. Algunos se están haciendo cargo de familiares que se han enfermado de COVID-19; otros se han visto obligados a lidiar con el desempleo o las dificultades financieras de sus padres. Estar encerrados en casa les dificulta apoyarse en los amigos.
Cuando su colegio adoptó el modelo de educación a distancia la primavera pasada, Catherine Khella, profesora de salud en Brooklyn, les pidió a sus alumnos que escribieran diarios, los cuales leyó en busca de indicios de trastornos mentales. Muchos estaban teniendo problemas, pero dudaban en comunicarlos. Un estudiante escribió que se sentía desmotivado de hacer las tareas escolares, frustrado con sus familiares y agobiado por emociones “que nunca antes había sentido”. Otro estudiante, Adolfo Jerónimo, escribió que vivía en una casa con 15 personas y que tuvo que convertirse en una persona nocturna para conseguir algo de paz y tranquilidad.
“Dormía todo el día porque mi hermana estaba despierta llorando y apenas había comida”, dijo Adolfo, de 15 años, un compañero de clases de Aya cuyo padre fue hospitalizado con COVID-19 y no pudo trabajar durante cuatro meses. “Por lo general, mis amigos me habrían ayudado, pero no los tenía así que fue más difícil lidiar con todo. Sentí como si me estuviera ahogando”.
Recientemente, la escuela de Adolfo cerró sus puertas durante algunas semanas debido a casos reportados de COVID-19.
Las actividades de las que los jóvenes dependían antes para obtener estabilidad y alegría han sido interrumpidas. Las actividades extracurriculares y las fiestas de cumpleaños han sido canceladas en su mayoría, así como los ritos de iniciación como bailes de graduación y de exalumnos. Los estudiantes pasan gran parte de sus semanas viendo sesiones de Zoom en pantallas. Sin eventos escolares ni tradiciones que esperar, muchos afirman que les cuesta levantarse de la cama por la mañana.
Los investigadores han comenzado a estudiar la manera en que los estudiantes de bachillerato en la actualidad soportarán las consecuencias a largo plazo de la pandemia en términos de su educación y futuro económico. Algunos psicólogos especulan que, a nivel social, esta cohorte de adultos jóvenes también podría verse atrofiada por la cantidad de tiempo que han sido obligados a estar solos. Los niños suelen aprender los conceptos básicos para hacer amigos a una edad temprana, pero el bachillerato es un periodo fundamental para desarrollar habilidades de comunicación matizadas.
“En el bachillerato se aprende a navegar las redes internas de las relaciones”, afirmó Jessi Gold, psiquiatra de la Universidad de Washington en San Luis. “Cuando te refugias detrás de una computadora, pierdes algunas de esas habilidades sociales”.
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Los expertos ofrecieron varias alternativas para los adolescentes que buscan ayuda por problemas de salud mental, como el centro de recursos de la Academia Estadounidense de Psiquiatría Infantil y Adolescente, la Línea de Mensajes de Texto para Casos de Crisis o la Alianza Nacional sobre Enfermedades Mentales.