Hana LaRock, escritora independiente de 29 años de Jersey City, Nueva Jersey, y su esposo sabían desde los primeros años de su relación que con el tiempo se casarían. Vivían juntos, compartían cuentas bancarias y planeaban su vida juntos, pero como él se sentía presionado para hacer la propuesta perfecta, siguió posponiéndola. En su sexto aniversario, ella le dijo: “Hagámoslo”, y se comprometieron. No fue necesaria ninguna propuesta.
Con frecuencia, la propuesta se considera un paso esencial hacia el matrimonio, ya que ha existido desde la antigua Roma; sin embargo, actualmente muchas parejas la consideran obsoleta o superflua. Algunas incluso prescinden también del anillo de compromiso.
“Descubrí que todo el asunto del anillo era superficial y unilateral”, afirmó Margaret MacQuarrie, de 57 años, especialista en publicidad y comunicaciones de Nueva Escocia, Canadá. Tomó la decisión de casarse durante una conversación con su marido, George Bauer, especialista en publicidad jubilado. A MacQuarrie también le pareció que la idea de llevar un anillo para señalar que estaba “tomada” era sexista y anticuada.
Las propuestas tradicionales heterosexuales, en las que los hombres hacen la pregunta y las mujeres responden, parecen ser poco equitativas, señaló Ellen Lamont, profesora adjunta de Sociología en la Universidad Estatal de los Apalaches. Entre 2010 y 2015, entrevistó a 105 personas de entre 25 y 40 años en la zona de la bahía de San Francisco acerca de sus relaciones para su libro reciente “The Mating Game: How Gender Still Shapes How We Date” (El ritual de apareamiento: cómo el género sigue moldeando cómo nos conocemos).
La investigación de Lamont reveló que muchas personas decidieron casarse durante conversaciones con sus parejas y no después de una propuesta matrimonial. En opinión de las personas LGBTQ en particular, las propuestas tienen un sesgo excesivo de género y prefirieron que la decisión de contraer matrimonio fuera tomada de manera conjunta. “Las personas me dijeron: ‘No quiero reformular las normas heterosexuales para aplicarlas a mi relación, esas normas son artificiales, tienen perspectiva de género y no son algo que yo desee”, dijo.
Así se sintió Alex Adams, crítico literario de 38 años en Jarrow, Inglaterra, cuando decidió casarse con su pareja, Hannah Burman, quien se dedica a la psicología clínica. “Era importante enfatizar nuestra diversidad sexual para que no se perdiera dentro de la gran institución heterosexual”, dijo. “Además de eso, simplemente no nos interesan los adornos y rituales del romance heterosexual. No solo nos parece cursi, sino que todas las implicaciones de poder entorno al asunto nos parecen asquerosas”.
Andy Bandyopadhyay, de 31 años, ejecutivo de una consultoría de servicios financieros sin fines de lucro en Nueva York, quien se identifica como un hombre transgénero bisexual y está casado con otro hombre, también evadió una propuesta y otras tradiciones relacionadas con las bodas. “No me vi reflejado en este discurso de ‘la novia lleva un largo vestido de novia blanco y la conducen hasta el altar de una iglesia para casarse’”, dijo.
Otras parejas consideran que las propuestas tienden mucho a la actuación, lo que puede ser especialmente cierto en el caso de propuestas llamativas en las redes sociales. Samantha Bellinger, planificadora de bodas con sede en North Hero, Vermont, dice que ha visto menos propuestas desde la pandemia del coronavirus, y las que ha observado en redes sociales son más pequeñas e íntimas.
A veces, por razones puramente logísticas, el matrimonio surge en la conversación antes de que alguien tenga siquiera la oportunidad de hacer una propuesta de matrimonio. Amanda Kedaigle, de 30 años, científica de Boston que trabaja en el Instituto Broad del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por su sigla en inglés) y en Harvard, comenzó a hablar de matrimonio con quien ahora es su esposo, Eric Kedaigle, ingeniero informático, cuando se enteró de que necesitaba una costosa cirugía dental que tendría mejor cobertura con el seguro de él.
“Hicimos cuentas y pensamos que en definitiva preferíamos gastar dinero en una boda que en una cirugía que sería miles de dólares más barata después de casarnos”, dijo.
De manera similar, Jedrzej Kostecki, un desarrollador web de 42 años en Varsovia, Polonia, y su esposa, Katarzyna Kostecka, gerente de proyectos en una agencia de traducción, tomaron la decisión conjunta de casarse mientras estaba embarazada de su hija para poder criarla como una pareja casada.
Los matrimonios sin propuestas también son comunes en parejas mayores o que ya se casaron anteriormente, a quienes pueden interesarles más los planes realistas que los gestos románticos. Para ellos, dijo Marissa Nelson, terapeuta de parejas con sede en Washington D. C., “se trata menos de la propuesta y más del compromiso y de asegurarse de que alguien quiera pasar su vida contigo”.
Para Cassandra Phoenix, de 50 años, representante de servicio al cliente de un proveedor de servicios de salud en Madison, Wisconsin, la decisión de casarse por segunda vez fue una conversación continua, ya que tanto ella como su esposo se mostraban ambivalentes al respecto. Al principio él se mostró reacio, ya que había quedado harto de su primer matrimonio, lo cual ella entendía, pero luego él cambió de opinión y ella estuvo de acuerdo.
Incluso cuando hay una propuesta, con frecuencia ambas partes juegan un papel en la planificación. Karen Hopper Usher, periodista de 36 años, de Cadillac, Míchigan, comenzó a hablar con su pareja sobre el matrimonio desde muy temprano porque se estaba haciendo grande y quería tener hijos, y la idea de esperar a que él le propusiera matrimonio le provocaba demasiada angustia. Así que ordenaron un anillo juntos, eligieron una fecha y comenzaron a planear la boda antes de que él se lo propusiera formalmente.
Historias como la de Hopper Usher parecen ser más la norma que la excepción. En una encuesta realizada en 2017 por el sitio de bodas The Knot, solo el 35 por ciento de las novias afirmó que su propuesta había sido sorpresa. Lamont señaló que la finalidad de las 22 propuestas que había analizado para su libro con frecuencia fue el espectáculo. Aseguró que la mayoría de las parejas casadas con las que conversó habían hablado del tema del matrimonio con sus parejas antes del compromiso, a veces incluso fijando horarios y eligiendo anillos. Solo tres de las diecinueve mujeres casadas o comprometidas esperaron a que sus parejas se lo propusieran sin que ellas dieran su opinión, dijo. Muchas presionaron a sus parejas y ocho de ellas pusieron un ultimátum.
A pesar de la tradición de que los hombres inicien los compromisos, Nelson también ha descubierto que, en las relaciones heterosexuales, a menudo son las mujeres quienes plantean el matrimonio en primer lugar, y luego sus parejas planean las propuestas.
Bellinger coincidió en que así pasaba. “La tendencia general es que la pareja decida que quiere casarse y solo entonces uno de los dos crea un plan para una propuesta romántica”, dijo. “Rara vez la propuesta es una sorpresa, la fecha y el momento pueden serlo, pero normalmente es algo que ya se espera”.
En caso de haber una propuesta, Nelson cree que las conversaciones conjuntas sobre el matrimonio son importantes y alienta a iniciarlas pronto para asegurarse de que los objetivos de ambos en cuanto a la relación coincidan. Sugiere que las parejas hablen de cómo imaginan su matrimonio en términos de crianza de los hijos, finanzas y división de las tareas domésticas. “Tienes que hablar de ello y no solo preguntar: ‘¿Quieres casarte? Yo también quiero casarme’, sino ‘¿Cuál es nuestro límite? ¿Cuáles son las cosas que no aceptaríamos en absoluto?’”, dijo.
Si las parejas deciden que habrá una propuesta de matrimonio, Nelson los anima a encontrar su propia manera de celebrar la decisión de casarse. “No tiene que ser una propuesta, sino algo simbólico para reafirmar su compromiso con el siguiente paso y celebrar el amor que se tienen el uno al otro”, dijo. “Todo aquello que los haga sentir bien para sentirse valorados, amados y queridos”.