LONDRES — Una noche de sábado, en julio de 1986, una banda de burócratas con gabardina —un contingente del palacio de Buckingham y otro del número 10 de Downing Street— se reunió en un puesto de periódicos en una estación de tren para comprar antes que nadie la edición recién impresa de The Sunday Times con un titular explosivo: “La reina está consternada ante la ‘indiferencia’ de Thatcher”.
Es una floritura dramática de la temporada más reciente de “The Crown”, aunque, según Andrew Neil, el editor del periódico en aquel entonces, eso nunca sucedió. “Son disparates”, afirmó. “Todas las primeras ediciones se entregan a ambos”, tanto al palacio como a la residencia del primer ministro, por lo que esa escapada nocturna para comprar los periódicos es superflua.
Neil, quien publicó la famosa primicia sobre las tensiones entre la reina Isabel II y Margaret Thatcher, dijo que la escena inventada le había permitido a Peter Morgan, el creador de la popular serie de Netflix sobre la familia real británica, retratar el Londres de los ochenta como un lugar de “miseria y pobreza”.
A lo largo de las cuatro vívidas temporadas de “The Crown”, Morgan nunca ha negado que se toma licencias artísticas para crear la saga de los miembros de la realeza, pues expone sus alegrías y tristezas en el contexto de la historia británica del siglo XX.
Sin embargo, “The Crown” ha entrado en conflicto con las personas que escribieron el primer borrador de esa historia.
Eso ha desatado una tempestad en los medios de comunicación británicos, incluso entre aquellos que por lo regular afirman que no les interesa mucho la monarquía. Los periódicos y los programas televisivos han estado repletos de comentarios remilgados sobre cómo “The Crown” deforma la historia en su relato de la década turbulenta en la que el príncipe Carlos se casó con lady Diana Spencer y Thatcher desató una revolución de libre mercado en la sociedad británica.
Han surgido objeciones que van desde los hechos personales (el trato nervioso y desalmado de la reina hacia su nuera emocionalmente frágil, lo cual es un retrato injusto según los críticos) hasta los políticos (la representación que hace la serie del Reino Unido durante la era de Thatcher como una distopía de derecha en las garras de una líder fervorosa que osa sermonear a su soberana en sus audiencias semanales). Los historiadores aseveran que las discrepancias son completamente inconcebibles.
“La reacción ha sido muy intensa porque ahora Peter Morgan está escribiendo sobre eventos que muchos de nosotros vivimos en carne propia y que algunos vimos desde adentro”, dijo Neil, quien fue editor de The Sunday Times de 1983 a 1994.
Neil, quien posteriormente se convirtió en locutor y director de una editorial, no es para nada un defensor jurado de la familia real. En la década de 1980, dijo que se identificaba con el movimiento republicano, pues desconfiaba del sistema de clases del Reino Unido. Pero con el tiempo llegó a admirar la manera en que la reina modernizó la monarquía después de la agitación de esos años y ha criticado a los miembros renegados de la realeza, como el príncipe Harry y su esposa, Meghan.
Los eventos relacionados con Neil sí sucedieron: a la reina le causó frustración que Thatcher se negara a unirse a los otros 48 miembros de la Mancomunidad de Naciones para apoyar las sanciones en contra del régimen de apartheid en Sudáfrica. Este desacuerdo tan inusual se filtró al dominio público cuando The Sunday Times publicó un artículo en primera plana, atribuido a funcionarios del palacio, que decía que la familia real consideraba a Thatcher una persona “indiferente, polémica y que dividía a la sociedad”.
Sin embargo, Neil disputó varios elementos del relato de “The Crown”, en particular que el palacio de Buckingham convirtiera al secretario de prensa de la reina, Michael Shea, en el chivo expiatorio del incidente. El programa da a entender que fue despedido por haber filtrado la información, aunque también sugiere que lo hizo a petición de la reina. No hay evidencia de esto, afirmó Neil, pero se ajusta a la “agenda de izquierda” de Morgan.
“Retrata a Thatcher casi como una aliada del apartheid, mientras que a la reina como el tipo de persona que despide a lacayos leales cuando las cosas salen mal aunque solo estén siguiendo sus órdenes”, comentó Neil.
Las críticas directas no solo provienen de la derecha.
Simon Jenkins, columnista del diario de izquierda The Guardian, considera a los miembros de la familia real meros productos de la cultura de la celebridad e irrelevantes para un país que lidia con desafíos de la vida real como el brexit. “En la práctica, son obsoletos”, afirmó. “Son como figuras antropomorfizadas de un jefe de Estado”.
No obstante, a él también le molestó la manera en que “The Crown” representó los eventos de los años ochenta, cuando, como editor de política de The Economist, escribió sobre el hecho de que Carlos se había sentido atraído hacia el ahora extinto Partido Social Demócrata. (Basó su informe en una entrevista extraoficial con el príncipe). Jenkins dijo que como esta temporada de “The Crown” está basada en la historia contemporánea y en personas que siguen vivas, las libertades que se toman con los hechos no son tanto casos de licencia artística, sino más bien ejemplos de “noticias falsas”.
“Me parece ofensivo cuando la gente despedaza los estándares de veracidad al momento de relatar eventos de la historia contemporánea”, dijo Jenkins. “Si yo hiciera eso como periodista, me harían comparecer ante el Consejo Nacional de Prensa, mientras que estas personas reciben premios”.
Detrás de la frustración con respecto a “The Crown” hay una comprensión de que es probable que esta versión de la familia real, ya sea correcta o incorrecta, sirva como la narrativa de referencia para una generación de espectadores, sobre todo los jóvenes, que no recuerdan la década de 1980 y mucho menos los eventos más antiguos que se representaron en las temporadas anteriores.
El mayor problema, dijo Penny Junor, quien ha escrito biografías de Carlos, Diana y Thatcher, es que “The Crown” es un producto de entretenimiento con una eficacia prodigiosa. Según Junor, eso plantea una amenaza particular para Carlos, cuya imagen podría decirse que es la que resulta más afectada por la serie y quien seguramente ascenderá al trono antes de que los recuerdos de su retrato adusto y encorvado se hayan disipado por completo.
“Es un excelente programa de televisión”, mencionó Junor. “Tiene actuaciones hermosas. Las particularidades son perfectas. Pero es ficción, y es muy destructiva”.