Esta semana, los principales funcionarios de salud pública afirmaron que existe una necesidad urgente de abordar los síntomas a largo plazo del coronavirus, advirtiendo que cientos de miles de estadounidenses y millones de personas en todo el mundo podrían experimentar problemas persistentes que podrían impedir su capacidad para trabajar y vivir con normalidad.
En el primer taller del gobierno federal dedicado al COVID-19 a largo plazo, una reunión de dos días el 3 y 4 de diciembre, los funcionarios de salud pública, investigadores médicos, y pacientes afirmaron que la condición debía ser reconocida como un síndrome, recibir un nombre, y ser tomada en serio por los médicos.
“Este es un fenómeno que en verdad es bastante real y bastante extenso”, afirmó Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del país, el 3 de diciembre en la conferencia.
Si bien aún se desconoce la cantidad de personas afectadas, dijo, si los síntomas a largo plazo afligen incluso solo a una pequeña proporción de los millones de personas infectadas de coronavirus, “eso representará un problema importante de salud pública”.
Estos síntomas —que van desde dificultades respiratorias hasta problemas cardíacos, cognitivos y psicológicos— ya están afectando a un sinnúmero de personas en todo el mundo. Incluso para las personas que nunca estuvieron lo suficientemente enfermas como para necesitar hospitalización, las secuelas pueden ser extensas y agotadoras, con una combinación compleja y duradera de síntomas.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) publicaron recientemente una lista de algunos síntomas a largo plazo, entre los que se incluyen fatiga, dolor en las articulaciones, dolor en el pecho, obnubilación y depresión. Sin embargo, los médicos e investigadores afirmaron que aún no saben mucho sobre el alcance o la causa de muchos de los problemas, qué pacientes los desarrollarán ni cómo abordarlos.
En los últimos meses, los pacientes de coronavirus con problemas de salud persistentes y debilitantes han sido por lo general denominados como “portadores prolongados de COVID-19”. No obstante, algunos sobrevivientes y expertos sienten que ese nombre trivializa la experiencia, pues disminuye la importancia que tiene como síndrome médico que los médicos y las aseguradoras deberían reconocer, diagnosticar e intentar tratar. Uno de los asuntos urgentes que los pacientes y expertos están sopesando en la actualidad es qué término médico oficial debería adoptarse para describir la colección de síntomas pos-COVID-19.
“Necesitamos profundizar y hacer el trabajo necesario para ayudar a aliviar el sufrimiento y detener esta locura”, afirmó Michael Saag, un experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Alabama en Birmingham, quien fue copresidente de una de las sesiones.
En una muestra involuntaria pero clara de la dificultad del proceso de recuperación, dos de los cuatro pacientes que estaban programados para hablar en la reunión no pudieron asistir porque habían reingresado a un hospital recientemente.
“Esas personas pasaron por la fase aguda de su enfermedad hace varios meses y han estado sufriendo fuertemente desde entonces”, dijo Saag. “El hecho de que todavía estén luchando con esto le da un poder adicional a lo que estamos intentando hacer hoy”.
John Brooks, director médico de la respuesta al COVID-19 de los CDC y copresidente junto con Saag de una de las sesiones, afirmó que pronosticaba que los síntomas pos-COVID-19 a largo plazo afectaran a “decenas de miles en Estados Unidos y posiblemente hasta cientos de miles”.
Añadió, “si me preguntan qué sabemos sobre esta fase posaguda, no podría decir que mucho. Esto es en lo que en realidad estamos trabajando a nivel epidemiológico: comprender qué es, cuántas personas lo contraen, cuánto dura, qué lo causa, a quién afecta y luego, por supuesto, qué podemos hacer para prevenir que suceda”.
Las presentaciones de los sobrevivientes de COVID-19 —incluyendo la de Peter Piot, un experto en enfermedades infecciosas de renombre mundial que ayudó a descubrir el virus del Ébola— dejaron en claro que para muchas personas recuperarse de la enfermedad no es como apagar un interruptor.
Piot, director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y asesor especial en la investigación del COVID-19 del presidente de la Comisión Europea, dijo que contrajo el coronavirus en marzo y estuvo hospitalizado durante una semana en abril. La fase aguda de su enfermedad tuvo algunos de los síntomas clásicos, pero no todos. Por ejemplo, su saturación de oxígeno fue muy baja, pero no desarrolló dificultades respiratorias ni tos sino hasta después de que fue dado de alta del hospital.
Durante el siguiente mes, experimentó ritmo cardíaco acelerado varias horas al día, dijo. Durante casi cuatro meses experimentó fatiga extrema e insomnio.
“Lo que me pareció más frustrante a nivel personal fue que no podía hacer nada”, dijo Piot, quien en la actualidad considera que está recuperado excepto por el hecho de que ahora necesita dormir más que antes de haberse contagiado. “Solo tenía que esperar a recuperarme”.
Las clínicas que tratan a los sobrevivientes de COVID-19 están viendo una cantidad sorprendente de personas con obnubilación y otros problemas de pensamiento, así como problemas psicológicos, afirmaron los médicos que participaron en el taller.
“Aproximadamente tres meses después de la fase aguda de la enfermedad, más de la mitad de nuestros pacientes tienen al menos un leve deterioro cognitivo”, dijo Ann Parker, quien codirige una clínica pos-COVID-19 en la Universidad Johns Hopkins. “También estamos viendo importantes deterioros de la salud mental”.
Janet Díaz, jefa de atención clínica de la respuesta al COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud, afirmó que la agencia está planeando una reunión centrada en los efectos a largo plazo del coronavirus y que pronto comenzará a recopilar datos sobre los síntomas pos-COVID-19 y las visitas médicas.
Díaz dijo que, si bien los médicos están acostumbrados a los desafíos de la recuperación prolongada para las personas hospitalizadas por enfermedades graves, los síntomas persistentes en las personas más jóvenes y en aquellos que no fueron hospitalizados por coronavirus “deben entenderse e investigarse mejor de inmediato”.